Una idea por página
Contaba Paul Goodman, allá por los cincuenta del siglo pasado, que la revista «Fortune» le había prevenido de repente de que los nuevos lectores no soportarían más de una idea por página, y esto parece haber ido en progresión, un poco o un mucho por todas partes, y éste es el caso en que ha aparecido el milagro del discurso vacío e incluso de un libro entero vacío sin contenido detectable.
Muchos años atrás, en el reinado de Isabel II, un ministro Jefe del Gobierno de España, antes feroz liberal anti-isabelino, y convertido luego a la doctrina del conde de San Luis, otro ministro isabelino que aseguraba que la palabra «tranquilidad» venía de «tranca», suspendió en un solo día cincuenta y dos periódicos y, más tarde, pensando sobre este asunto de la libertad de imprenta, como se llamaban entonces estas cosas, decretó que sólo los escritos menores, creo que a ochenta páginas en cuarto, tenían que pasar censura, porque pensaba el señor ministro -y no estaba muy lejos de tener razón- que pedirle a un español que leyese más de ese número de páginas era un pensamiento muy atrevido.… Seguir leyendo »