Periodismo e impunidad

Por Carlos Lauría, periodista (EL CORREO DIGITAL, 21/10/06):

La ejecución a sangre fría de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, una de las críticas más implacables de las políticas del Kremlin, ha generado una enorme conmoción mundial. La tibia condena del presidente Vladímir Putin no logró despejar las dudas que despierta el registro de su Gobierno en materia de libertad de prensa: catorce periodistas caídos en cumplimiento de su trabajo desde que llegó al poder. Nadie ha sido procesado aún por estos crímenes: en Rusia, poder e impunidad van de la mano. Y desafortunadamente, el imperio de la impunidad no es una característica exclusiva de Rusia, sino un mal endémico que se extiende por todo el mundo, una capa oscura que demasiadas veces impide que se haga la luz sobre los desmanes de los poderosos.

Uno de los estudios más exhaustivos sobre periodistas muertos en represalia por su trabajo, recientemente divulgado por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), afirma que el 85% de los 580 casos de reporteros asesinados en los últimos 15 años permanecen impunes. América Latina, Colombia, México, Brasil y Haití son los países que lideran la clasificación de esta siniestra estadística. Vale la pena describir algunos casos emblemáticos en la última década en esta región tan próxima para comprender mejor lo que esconden las cifras.

En Colombia, los datos son abrumadores: 37 reporteros asesinados por su labor profesional en los últimos 15 años, lo cual convierte a este país en uno de los más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Los reporteros locales han pagado un precio altísimo en un contexto de guerra civil que dura ya más de 40 años. Orlando Sierra, director adjunto del diario 'Patria de Manizales', en la provincia de Caldas, en la zona cafetera de Colombia, se caracterizaba por sus denuncias de corrupción contra los caudillos políticos locales, a quienes acusaba de vaciar las arcas públicas, comprar votos y ejercer el nepotismo. En enero de 2002, Sierra fue asesinado a balazos mientras caminaba hacia su oficina junto a su hija.

El asesino y otros dos intermediarios fueron condenados y enviados a prisión. Pero ahí ha quedado todo. Desde entonces, tres testigos clave han sido asesinados. Según los investigadores, la autoría intelectual del crimen de Sierra apuntaría a un todopoderoso político local, Ferney Tapasco, ex presidente de la Asamblea de Caldas. El pasado mes de septiembre, casi cinco años después del homicidio de Sierra, Tapasco fue interrogado por la justicia por primer vez. El político se declaró inocente y negó todas las acusaciones. Según el diario colombiano 'El Tiempo', Tapasco no está siendo investigado formalmente en el proceso.

En México, desde hace tres años, la guerra sin cuartel que libran los principales carteles de la droga en los Estados del norte del país, en la frontera con Estados Unidos, ha desatado una ola de violencia contra periodistas sin precedentes y ha convertido a la región en una de las más peligrosas para el periodismo en América Latina. En junio de 2004, en un crimen cuidadosamente planeado acaecido a pocos metros de una comisaría de la policía estatal de Tijuana, los sicarios del cartel controlado por la familia Arellano Félix asesinaron a Francisco Ortiz Franco, coeditor de la revista 'Zeta'. El semanario, fundado hace más de 25 años, ha investigado sin medrar las actividades del cartel de Tijuana a pesar de haber sufrido la pérdida de varios integrantes del plantel editorial y un atentado contra su director, J. Jesús Blancornelas, quien salvó la vida de milagro. Ortiz Franco fue ejecutado delante de sus dos hijos a plena luz del día. Si bien algunos participantes secundarios en el crimen han sido procesados, quienes lo planearon aún siguen en libertad.

Jean Lepold Dominique ha sido el periodista de radio más popular y conocido de Haití. Fue pionero en la transmisión de noticias en criollo -o 'creole', combinación de lenguas africanas que conforman el idioma nativo de la isla caribeña- a través de 'Radio Haití-Inter', estación de la que fue dueño y director. Siempre irreverente y atrevido con el poder, Dominique logró sobrevivir a la dureza de regímenes como los de Duvalier o la dictadura militar de Cedras. Pero no sin sufrir las consecuencias: 'Radio Haití-Inter' fue tiroteada y clausurada y sus periodistas, amenazados. El propio Dominique se vio obligado a exiliarse dos veces. Apoyó el retorno a la democracia de su país con Jean-Bertrand Aristide. Al poco tiempo, ante la corrupción estructural en el seno del partido de Aristide, Fanmi Lavalas, Dominique se convirtió en un crítico severo de la restaurada democracia haitiana.

Paradójicamente, quien había sobrevivido a cruentos gobiernos dictatoriales fue asesinado a balazos, en tiempos democráticos, en abril de 2000, en la puerta de la emisora. Su viuda, Michele Montas, tomó el revelo de su marido en la radio. Hoy vive en el exilio tras sobrevivir a su vez a un intento de asesinato en el 2002. Aún reclama justicia por la muerte de Dominique. Un juez ha llegado a relacionar a importantes figuras del partido Lavalas con el crimen pero, bajo un sistema de justicia quebrado en un país sumido en el caos, la investigación permanece en la más profunda oscuridad.

Sierra, Ortiz Franco y Dominique representan tres historias que son una misma historia. Los tres practicaban un periodismo de denuncia en lugares peligrosos. Ninguno se amedrentó ante las amenazas y presiones. Hasta que alguien ordenó asesinarles por lo que escribían. Los tres crímenes siguen sin esclarecerse en países disfuncionales donde romper el ciclo de la impunidad es enfrentarse a poderosísimas fuerzas. En el cumplimiento de su misión, los periodistas aceptan la cuota de peligros inherentes a la profesión. Son las reglas del juego. Pero estos riesgos no tienen por qué incluir la amenaza de morir en el intento.

Los datos de informadores asesinados en los últimos 15 años arrojan cifras demoledoras: casi 600 vidas perdidas, un promedio de tres periodistas caídos por mes. Más allá de las tragedias personales, detrás de este saldo lamentable, en el balance de daños irreparables al derecho de toda sociedad de estar bien informada quedan las miles de investigaciones sin terminar, otras tantas crónicas inconclusas, abandonadas en algún cajón de luto, y una cantidad enorme de noticias que nunca llegaron a contarse, de secretos peligrosos por desvelar.