Permiso para criticar a Cuba

Cuba vuelve a la normalidad tras la muerte de Fidel Castro. CHIP SOMODEVILLA (AFP)
Cuba vuelve a la normalidad tras la muerte de Fidel Castro. CHIP SOMODEVILLA (AFP)

En la Feria del Libro de Guadalajara, durante los días posteriores a la muerte de Fidel me reencontré con colegas y amigos, atendí las interminables solicitudes de la prensa y cené con editores, agentes o directores de festivales internacionales de literatura; en este contexto ha sido increíble ver las disimiles y viscerales reacciones que genera este suceso en cada uno de ellos. La mayoría de los autores latinoamericanos conserva su ilusión con la utopía revolucionaria y no ve con buenos ojos la crítica o el desencanto de quienes aquí vivimos.

Para muchos de ellos la situación ideal es esta: el cubano debe resistir en su trinchera al precio que sea necesario. Apuntalar la única utopía que resiste viva en el mundo, ocuparse de que no se filtre lo malo, lo nocivo, lo incoherente. “Salud y educación” es la bandera, aunque uno no viva en el hospital, aunque uno no pase su vida aprendiendo. Esta imagen realista socialista es la coherente y conveniente. Encontrarle manchas al sol genera desestabilización en los cimientos de nuestras formaciones tópicas, ideo-estéticas, expresivas y hasta sentimentales. La resistencia deberá ser el modo de conservación ante pilares tan fuertes como el Premio Casa de las Américas, la Nueva Canción y el Nuevo Cine Latinoamericano; ninguno de ellos se ha preguntado si necesitamos una transformación de estos patrones. No parece importarles.

Nosotros aguantamos, soportamos y nos sacrificamos durante casi 60 años mientras ellos examinaron el asunto con su trago de whisky entre las manos, narrando luego el comportamiento ideológico y sociológico académicamente, viéndonos desde lejos bajo una campana de cristal, protegiendo una entelequia que al dejar de existir, los convertiría en huérfanos.

Nuestra izquierda es el referente maternal que los amamantó y nutrió; Fidel, el Alma Pater que los cobijó del antiimperialismo, somos el experimento en el que se debe seguir trabajando, material modelable que puede sobrellevar el proceso hasta encontrar la piedra filosofal.

En América Latina las derechas están demasiado a la derecha y las izquierdas cada vez más confusas, por ello nosotros tenemos el deber de continuar por el camino correcto, así nos ven.

¿Será que Cuba representa para el resto del mundo una izquierda en estado puro? ¿Será que les resulta falsa la reedición de este mismo proceso en el resto de América Latina? ¿Será que ninguno de estos líderes les parece creíble? Para los autores cubanos insertados en el contexto editorial iberoamericano actual es muy difícil defender el derecho a ser cubanos y pensar distinto, vivir en Cuba o fuera de Cuba siendo críticos con nuestro contexto es casi un pecado. En lo personal me siento haciendo algo malo cuando critico a mi país, es como si hubiese que pedir permiso para hacer lo que ellos hacen desde su condición de ciudadanos en cada uno de sus países.

Vivimos dando explicaciones de algo que, sinceramente, no hay cómo justificar. Los peruanos, chilenos y mexicanos se sientan en las mesas a desbarrar de sus gobernantes, de sus programas de salud, de los alcaldes, presidentes o ministros que no siempre —con buen tino— ellos mismos han elegido, pero para los artistas e intelectuales cubanos de mi generación encontrarle defectos a lo que resta de la utopía revolucionaria que no todos elegimos, no es, ante muchos de nuestros colegas, algo de buen gusto. El día que termine esta experiencia histórica muchos de mis colegas se verán abandonados a su suerte en sus pequeñas islas ilusorias.

De cualquier modo es sano poder debatir con ellos lo que dentro de Cuba me es imposible conversar, no hay espacios y sí un miedo fulminante. ¿Qué pasará en Cuba? ¿Quién es el relevo? Yo no he tenido elementos para responderles esta pregunta. Aunque ninguno me crea, sobre los cargos políticos los cubanos no disponemos. Como los ciudadanos no decidimos, siempre nos preguntamos ¿A quién van a poner? ¿A quién van a quitar?

De eso nos enteramos luego, en el Noticiero nacional de televisión o en el periódico Granma. ¿Alguien se ha preguntado si nos gustan estas determinaciones tomadas unilateralmente? Sin voz ni voto, esperamos las noticias. ¿No es eso un claro modo de leer lo paralizados que nos encontramos los ciudadanos de esta isla? De cualquier modo mis colegas deben saber que aunque los nacidos en esta isla no tienen permiso para criticar lo que ocurre dentro de Cuba, escribir, hablar o actuar sin permiso es, en el sentido literal, nuestro único acto verdaderamente revolucionario.

Wendy Guerra es escritora.

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