Pero ¿sirve de algo un padre?

El feminismo androfóbico sigue avanzando. Me explico así la polémica que ha generado este año la celebración del Día del Padre, detonada por la difusión del audio de WhatsApp de una profesora de Jerez.

En él, la profesora comunicaba a un grupo de padres la decisión de no festejarlo este año por la supuesta aflicción que podría causar a algunos niños del colegio recordar su existencia. En la estela de este caso, hemos sabido que es una actitud cada vez más generalizada en colegios públicos de toda España.

Talla de San José, en cuyo día se celebra el Día del Padre.

Muchos colegios religiosos participan también de esta ola irracional. Como el Colegio San Agustín de Guadarrama, cuyas profesoras de infantil consideran que, a causa de la diversidad familiar (que significa mayormente que muchos niños no conocen o no tratan con su padre), esa festividad puede ocasionar "una situación difícil de gestionar con el niño o la niña". La profesora de Jerez propone que pase a llamarse Día de la Persona Especial y así no "herir alguna sensibilidad".

Para algunos profesores (más bien profesoras: ya sabemos que en Educación el equilibrio de sexos no es un problema urgente) lo auténticamente progresista es apartar esa molestia que representa el padre.

Pero ¿es eso un avance? ¿Tan prescindible es esa figura?

No es lo que dice la antropología.

Sólo los sapiens tenemos un padre con la función de proporcionarnos recursos y protección más allá de la infancia y de crear lazos generacionales. En la mayoría de primates, los machos tienen escaso papel inversor, aunque en términos generales sean un factor decisivo de supervivencia.

Para encontrar padres muy comprometidos hay que dejar a los grandes simios y fijarse en los monos. Por ejemplo, los gibones (especialmente los siamang) son unos padres devotos. Aunque hay un salto enorme entre ellos y el ser humano. En los gibones, esta relación no va más allá de los dos o tres primeros años.

Existen indicios de que el cambio "paternal" en los homínidos empezó con el Australopithecus afarensis, seguramente con una pareja estable que evolucionó hacia el emparejamiento monógamo que fue usual en los cazadores-recolectores. Las consecuencias del nuevo tipo de vida fueron decisivas para los hijos y el grupo en su conjunto.

Efectivamente, los investigadores sostienen que el padre desempeña un papel clave en asegurar la salud física de sus hijos y el desarrollo de los rasgos psicológicos y emocionales considerados primordialmente humanos. El padre, más allá del puro sustento, parece ser decisivo en el aprendizaje social y en el refuerzo de las capacidades cognitivas y emocionales de los hijos.

También tener un padre comprometido y presente podría haber sido crucial en el desarrollo de las sociedades modernas tal como las conocemos. Y sabemos qué ocurre si no está.

La ausencia del padre tiene, en la inmensa mayoría de casos, repercusiones negativas que se manifiestan en diferentes planos del proceso adaptativo: el escolar, el desarrollo cognitivo, los niveles de competencia intelectual, el desarrollo psicosexual y su ajuste psicológico, conductual y social.

"La falta de un padre se asocia con tasas más altas de encarcelamiento para los niños, tasas más altas de embarazo adolescente para las niñas y una mayor probabilidad de problemas emocionales y de comportamiento para ambos sexos", asegura la investigadora Louise Perry.

Por lo que respecta a los chicos, David C. Geary, profesor de Psicología de la Universidad de Missouri, afirma que "los niños que crecen sin padre corren un mayor riesgo de participar en innumerables conductas delictivas que socavan sus propias perspectivas de vida a largo plazo y que perturban el bienestar de las comunidades en las que residen".

Respecto a las niñas privadas tempranamente de la convivencia con su padre, los efectos a largo plazo representan una menarquia temprana, embarazos y matrimonios adolescentes, maternidad en soltería y altas probabilidades de inestabilidad de pareja.

Y aquí sólo mostramos la utilidad que tiene un padre para los hijos. Otro día podríamos hablar de las ventajas que obtiene la sociedad cuando muchos hombres son padres de familia (de lo que se benefician todos los ciudadanos, incluso esos niños sin padre que las profesoras creen proteger).

Ha habido épocas en que muchos niños crecían sin padre. Después de la Guerra Civil en España, por ejemplo. O tras el holocausto masculino de las dos Guerras Mundiales. O ahora mismo, como una de las terribles consecuencias de la guerra en Ucrania (para Rusia, también).

Siempre ha habido hijos sin padre en el colegio, y nadie ha tratado de ocultarles que otras familias sí lo tenían, y que eso era un motivo de celebración (aunque fuera una vez al año).

Nuestro confuso profesorado piensa que hacerlo podría ocasionar esa situación "difícil de gestionar". Pero yo sospecho que quien no desea "gestionarlo" es una parte del profesorado que ignora (gustoso) que prescindir del padre con la excusa de ser "inclusivo" es tan regresivo y absurdo como volver a andar a cuatro patas por estar así "más cerca de la naturaleza". Pero no quiero dar ideas.

Teresa Giménez Barbat es escritora y exeurodiputada.

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