Por Fernando Henrique Cardoso, sociólogo y escritor. Fue presidente de Brasil del 1 de enero de 1999 al 1 de enero del 2003 (LA VANGUARDIA, 12/05/06):
Hace unos pocos días, el Gobierno de Lula da Silva conmemoró con aires de monopolista los éxitos en la autosuficiencia en la producción de petróleo. Quitando la arrogancia, hizo bien el Gobierno brasileño en celebrar un éxito que es fruto del esfuerzo de generaciones y de diversos gobiernos.
Y no nos olvidemos de los técnicos y trabajadores de Petrobras, que fueron fundamentales para las victorias alcanzadas.
La historia es caprichosa y llega a ser irónica. Dada la posición de mi familia en las luchas por el monopolio del petróleo (mi padre y un tío eran considerados generales del petróleo), no es de extrañar que yo haya sido tesorero del Centro de Estudios y Defensa del Petróleo de São Paulo, pivote local de la campaña El petróleo es nuestro. Ésa fue una de las acusaciones que me hicieron en el interrogatorio al que respondí allá en el año 1964, y que me costó entonces una orden de prisión, anulada por el Tribunal Superior Militar varios años después, en 1967. Es fácil entender, no obstante, que yo sintiera en esa época horror a la relatoría Link. Pues bien, basta leer un artículo que escribió el geólogo José Coutinho Barbosa, ex director de Petrobras, para ver que el señor Link escribió cosas sensatas y no merecía tanta reprobación. Escribió, por ejemplo, que había probabilidades de encontrar petróleo en las aguas de Sergipe y que Brasil, en tierra, era escaso del precioso líquido. Pero, sobre todo, él formó a toda una generación de geólogos brasileños que aseguraron los éxitos futuros. Por lo tanto, son aconsejables cierta humildad y menos precipitación en el juicio.
José Coutinho llama la atención en otro momento fundamental de la historia de Petrobras, el del desarrollo de los campos de petróleo en la cuenca de Campos y, luego, durante el gobierno de Ernesto Geisel (1974-1979), en la de Santos, con contratos de riesgo que dieron magros resultados en petróleo pero ricos informes geológicos entregados a Petrobras. Para la conducción de esa etapa fue decisiva la acción del también geólogo Carlos Walter Marinho Campos.
La tercera etapa para transformar a Petrobras en una gran empresa internacional, dice Coutinho, fue conducida por Henri Philippe Reischtul.
En esta administración, a decir del comentarista, "se produjo una nueva y revolucionaria planeación estratégica (...) los nuevos planes provocaron una profunda reestructuración en los sistemas de administración corporativa y gestión empresarial", alineando las diversas áreas de negocios, introduciendo modernos sistemas de evaluación, valorando la transparencia en la relación con su público de interés y, agrego yo, permitiendo la recuperación de una política ecológica responsable.
"Un legado extraordinario que habría de marcar a la compañía por muchos años", escribe Coutinho. Es de destacar que el consejo de administración de Petrobras, hasta entonces, se componía de los directores ejecutivos de la empresa.
¿Qué confianza tendría el accionista, o incluso el gobierno, en este tipo de control? No es de extrañar que después de las modificaciones introducidas por Reischtul el valor de mercado de la empresa haya saltado en nueve billones, hasta llegar a casi treinta, y eso aconteció en época de petróleo a precios bajos.
La autosuficiencia del petróleo se fue construyendo, adaptando las políticas de gobierno y de la empresa a las condiciones de los tiempos. La flexibilización del monopolio, su reafirmación en las manos del Estado y no de Petrobras, el incentivo de la competencia, la definición de reglas de transparencia en la gestión, la definición de una estrategia diversificada y armoniosa de los negocios, al contrario de la opacidad, de la continua interferencia político-partidaria, nada tiene que ver con la privatización de la compañía (precisamente por eso siempre estuve en contra de esa alternativa, como afirmé entonces en una carta enviada al Senado en 1997).
El actual presidente de la empresa, cuando insinuó que la modernización llevada a cabo tenía tal propósito, pecó por desconocimiento, en la hipótesis benigna aunque no menos preocupante, o por distorsión de los hechos con simples intenciones electoralistas. Yo, cuando aborrecí la relatoría Link, lo aseguro, pequé por ignorancia y porque además me raptó la pasión política.
La verdad es que la aspiración a la autosuficiencia es antigua y se fue volviendo posible con los descubrimientos de las gigantescas reservas de Marlim y de Albacora, a las cuales se sumaron las de Roncador, Marlim Sur y tantas otras más, a tal velocidad que, hoy, Petrobras es una de las pocas compañías que aumentan más aprisa sus reservas que su producción. Pero la autosuficiencia no habría sido posible si los ingenieros no hubieran sido capaces de desarrollar tecnologías para trabajar en aguas profundas y si no hubiéramos roto el estancamiento relativo a la extracción de petróleo de 1985 a 1994. Mientras en esos diez años la producción pasó de 564.000 barriles por día a apenas 693.000, ésta casi se triplicó de 1994 al 2002, alcanzando los 1,5 millones de barriles al día, para un consumo de poco más de 1,7 millones de barriles. No nos olvidemos que las plataformas gigantes que están operando en el mar, incluso la última instalada a marchas forzadas, la P-50, fueron contratadas en gobiernos anteriores. El actual perdió tiempo queriendo construir grandes plataformas en los astilleros locales, que todavía no tienen capacidad para tanto, para finalmente contratarlas también en el exterior.
En lugar de dormir en los laureles alcanzados, lo que se necesita ahora es una nueva política energética. Una política que economice las reservas de petróleo (pues en un futuro no remoto escaseará en el mundo, tal como se pronostica), que decida qué hacer con el gas y defina el papel de la hidroelectricidad y de la biomasa en nuestra matriz energética. Después del arranque expropiador boliviano, ¿intensificaremos la exploración de la cuenca de Santos o nos arriesgaremos a hacer el supergasoducto venezolano? ¿Defenderemos nuestros intereses con más firmeza o seguiremos dando justificaciones -obvias- para disculpar la acción expropiadora del Gobierno boliviano? Y, sobre todo, ¿seremos capaces de construir una matriz energética que, complementariamente a la hidroeléctrica, dé preeminencia a la energía derivada de las caña de azúcar y de las oleaginosas?
Son esas cuestiones las que importan, y no la competencia infantil entre quién hace más o menos en la exploración del petróleo. Aún más, porque desde que se descubrió que es posible hacer volar algo más pesado que el aire (y ésa es la diferencia que cuenta), aumentar la velocidad del vuelo es importante, pero es más fácil. Y casi una obligación. El desafío ahora no es hacer más de lo mismo, sino innovar en materia de energía.