¡Pinocho ha vuelto!

Debo rectificar. Si en un artículo anterior llegué a escribir que no había motivos para reír, admito que las últimas semanas me han ayudado a recuperar una risa tan sarcástica y desmesurada, como no recordaba desde hacía mucho tiempo. Exactamente desde 1990. Por entonces se celebraba el XXXII Congreso del PSOE –no estoy al tanto de que se siga numerando con romanos, porque los jóvenes al parecer no se manejan bien y prefieren los arábigos–. En aquel 32 Congreso de 1990, y aprovechando que se cumplían no sé cuántos años del magistral libro de Carlo Collodi, quise hacerles al tiempo un homenaje al autor de Pinocho y al presidente de Gobierno, a la sazón Felipe González, que hizo un discurso de clausura inolvidable para aquellos que aún tenemos memoria.

Estaba tan feliz el presidente ante su entregada audiencia militante, que se le fue la olla contando lo que iba a ser el inminente futuro y la seguridad de que no había enemigo en el horizonte. Se paró y dijo: “he perdido el hilo”. ¡El presidente González había perdido el hilo del discurso! Fue un momento estelar porque la primera fila de impunes dignatarios socialistas, que bebían la arenga por la cuenta que les traía, le advirtieron dónde se había despistado. Y Felipe, sonriendo, prosiguió asegurando muchos años más de dominio. Me atreví en aquel artículo de noviembre del 90 a pronosticarles aún otros ocho años de mando. Me equivoqué; fueron seis.

Y ahora ha vuelto Pinocho en la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba. Yo no acabo de entender por qué los diarios envían a los periodistas a estos fastos. Si los vieran desde casa tendrían los mismos efectos. Nadie me ha contado cuántos funcionarios-militantes asistieron al evento. Si un día sí y otro también hacemos constar el desprecio del personal hacia la clase política, resulta difícil admitir cómo hay diarios que le han dedicado ¡10 páginas! de una tacada y al día siguiente otra de 5. Quizá ahí esté la prueba sobre la decadencia de la prensa escrita: sólo le interesa a quienes la subvencionan.

Para hacer un relato mínimamente interesante habría que empezar por Ramón Jáuregui, coordinador de la conferencia. Nadie sería capaz de hablar mal de Jáuregui; ha pasado por todo sin que apenas se notara en nada. Un hombre cabal, sensible, culto y alérgico a la toma de decisiones. Ideal para Rubalcaba, porque tiene pedigrí y jamás importunará.

Cuando un partido que lo fue todo y pudo hacer lo que quiso, si es que quería hacer algo, se plantea que están felices por ganar las elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias, es que se les ha perdido la aguja de marear. Primero, porque en Andalucía están metidos en un fangal de mierda que apenas les permite respirar, y sin mayoría. Mientras que en Asturias gobiernan en franca minoría y con un nivel de corrupción siciliano. “Sigue haciéndolo así”, le dijo Rubalcaba a la alcaldesa socialista de Llanes, un concejo astur donde la justicia ha tumbado ya varias veces el Plan de Urbanismo y ellos siguen construyendo al estilo palermitano. Quizá eso garantice que cada vez que va de veraneo –Oh, Alfredo– se le asfalte la carretera, como en la época de Romanones. Tenemos que meternos en la cabeza que el PSOEPSC es tan corrupto como el Partido Popular y que sólo difieren en las formas y el pedigrí. El Bárcenas del PP tiene instinto de rapiña; la alcaldesa de Llanes lo está aprendiendo.

Que Rubalcaba haya logrado frenar el impulso de las próximas primarias y se haya convertido en el Andreotti del PSOE, sólo es posible con gente de escaso fuste: una andaluza, Susanita Díaz, entre los compañeros, que dará mucho juego porque no tiene nada que perder y todo por ganar; forma parte de la generación que creyó que Zapatero era lo más parecido a un líder que habían visto en su vida. El asturiano Javier Fernández, que no resiste un asalto; un paisano de mirada aviesa y una inseguridad congénita. Y para cerrar, nuestro hombre, Pere Navarro, el Federal, uno de esos tipos por quien nadie daba un duro y que se ha constituido en pieza política con pretensiones de mando. La diáspora del PSC forma parte de un capítulo sobre los rabanitos en política –rojos por fuera, blancos por dentro y siempre disponibles–. Bastarían el caso Ferran Mascarell y el recientísimo de Quim Nadal, dos naderías políticas a la búsqueda de un sobresueldo. A partir de ellos y de otras figuras como Narcís Serra, el banquero sobrevenido, podríamos tener un retrato de lo que se llamaba la especificidad catalana del socialismo, más heredero de Bettino Craxi que de Josep Pallach. (Algún día el talento oculto de Raimon Obiols nos hará el análisis que justifique su ya veterana vida militante).

Bastó una foto a cuatro columnas, tomando un café, en el diario más leído de España para que las primarias del PSOE se fueran al carajo. ¡Eso es un partido político! A día de hoy, como decían los contables antiguos, no hay más candidato que Pérez Rubalcaba, los demás son zapateros. Gente a la búsqueda de una oportunidad que nuestro Andreotti de guardarropía se cuidará muy mucho de concederles.

Esplendorosa la escena de Rubalcaba haciendo de Marco Antonio, llevando sobre sus brazos exhaustos el cadáver del César-PSOE y diciéndoles a todos aquellos compañeros y compañeras: “nuestro César está vivo y serán millones”, porque creerán que bajaremos los impuestos, negociaremos el Concordato con la Iglesia, ¡el de 1979, como si no hubieran tenido tiempo a hacerlo!, y recortaremos la ayuda a la enseñanza privada, y subiremos las pensiones más humildes… ¿Pero no hay nadie capaz de escupir sobre esta funcionarial basura reunida en un gran edificio de Madrid, no sabemos en cuánta cantidad, que se está burlando de nosotros con esa sonrisa de Judas que Rubalcaba exhibe en sus días de éxito?

La desvergüenza femenina en política está repartida entre la señora Cospedal, que alcanza con su voz y su timbre el imborrable recuerdo de Pilar Primo de Rivera; la escucho y apago el televisor; me recuerda el vómito de los años del cólera y su sonrisa de monja; “puntada a puntada mi marido se hace rico y yo doy cursos de moralidad”. En paralelo Elena Valenciano, vicesecretaria del PSOE, quien barrunta tras esta Conferencia que su partido será “más rojo, más morado y más verde”. Me inquietó lo del morado, no fuera a ser color republicano y federal, pero lo aclaró en seguida, se trata de “feminismo”. Confieso que me asombra; es capaz de negar la evidencia, y eso asegura mucho a su futuro político. “Las encuestas dicen que estamos bien ubicados en nuestro espacio”. Será el espacio intersideral, porque no alcanzo a verlo. Ahora bien, la perla de la corona está en afirmar que “el PSOE sólo podía evolucionar con Rubalcaba al frente. Porque hay que ser audaz, serio, riguroso y tener credibilidad”.

Confieso que ante tamaña declaración de principios hay que rectificar y llegar a admitir que estamos en condiciones no de sonreír sino de descojonarnos de risa. A veces, en horas de lucidez, suelo pensar si esta gente se ríe de nosotros o sólo nos da motivos de risa. El aplauso más prolongado de la conferencia fue para Zapatero, eminente jefe de gobierno que la gente recordará como uno de los fantasmas más llamativos de nuestro castillo político; el que después de burlarse de la ciudadanía la llevó a la ruina. Eso sí, con una sonrisa. Los paralelos históricos son siempre extorsionadores de la realidad. Si Rubalcaba cada vez pretende con mayor ahínco convertirse en nuestro Andreotti, Zapatero con su sonrisa y su buen talante acabará en Evita Perón; ¡qué importa que se equivocara si nos quería tanto! ¿Y qué hacemos con el icono por excelencia, González, que apareció en la conferencia partidaria como Marlon Brando en Apocalypse Now para evocarse a sí mismo?

Una pregunta banal: entre tanta gente, por más que los nuevos y audaces periodistas no nos precisaran cuántos, ni de qué edades, ni de qué profesiones funcionariales, ¿no hubo ni uno que dijera: “Estamos acabados”?

Gregorio Morán

1 comentario


  1. Morán vuelve por sus fueros tras una etapa recomendando películas y libros. Y a mí me revuelve el estómago su jueguecito farsante de siempre: andanadas nutridas de ataques furibundos, de descalificaciones, de insultos personales zafios y de basura sin límites hacia la izquierda. Y, para salvar la cara, ligerísimos toques de pasada, suavecitos y como de guante blanco, a la derecha; y por supuesto, a la derecha de Cataluña, ni tocarla. Y ¡qué casualidad! justo cuando el PSC hace un mínimo movimiento en el sentido correcto y se desmarca de CiU-ERC.
    A este señor se le ve demasiado el plumero; fingiendo una postura radical, está puesto en La Vanguardia para atacar a la izquierda ¿alguien puede dudarlo? ¿hay alguien tan ingenuo que pueda pensar que La Vanguardia le paga para mantener una postura crítica radical,como quiere aparentar?
    Cuando se alza en oráculo y ataca a la prensa en general, se olvida de incluirse a sí mismo: "Quizá ahí esté la prueba sobre la decadencia de la prensa escrita: sólo le interesa a quienes la subvencionan".

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