Pobreza, inestabilidad y conflictos en África Occidental

Abstract:

El siguiente documento aborda el estudio de la pobreza como un factor de riesgo para la estabilidad de los países que la padecen, aunque con implicaciones claras para la seguridad de otras regiones del planeta. En este caso, el objeto de atención preferente será la situación de África Occidental, atendiendo a las implicaciones que la pobreza endémica tiene para la seguridad de Europa en general y de España en particular. El propósito es llamar la atención sobre un factor de inestabilidad a menudo descuidado.

Tras una breve introducción, el epígrafe 2 analiza por qué la pobreza es una fuente de riesgos y cómo se transmiten esos riesgos a través de las fronteras. Los epígrafes 3 y 4 se ocupan de la situación actual de desarrollo humano de los 20 países que integran la región. Las secciones 5 y 6 contienen el análisis de las principales fuentes de riesgo y factores adversos así como los desarrollos más recientes de los principales conflictos. A continuación, se sintetizan las implicaciones para la seguridad de España y de Europa, para cerrar con la sección de propuestas y recomendaciones.

Resumen ejecutivo:

Con frecuencia, la pobreza y la falta de oportunidades económicas son las causas más citadas para explicar la continua inestabilidad que padece el África Occidental, región en la que habitan 340 millones de personas y están diez de los veinticinco países más pobres del mundo.

Naturalmente, las dinámicas de los conflictos en África Occidental son muy complejas y merecen un análisis detallado. No obstante, en el origen de la mayoría subyacen unas mismas causas: un reparto injusto de la riqueza, regímenes autoritarios que mantienen los privilegios económicos de una minoría, militarización, discriminación étnica, represión política y violaciones de los derechos humanos.

A lo largo de 2009, un 39% de los conflictos que tuvo lugar en el África subsahariana tuvo como escenario algún país de África Occidental. De los 34 conflictos que se registraron el pasado año en la zona que nos ocupa, 28 fueron intraestatales y sólo seis, enfrentamientos entre Estados. El control de recursos naturales, de regiones específicas o de las estructuras gubernamentales fueron, en ese orden, las causas más prevalentes. Respecto a los conflictos interestatales, el control de recursos es la causa más frecuente y el común denominador a todos ellos. Trece de los veinte países que integran la región estuvieron involucrados, al menos, en un conflicto. Con gran diferencia es la República Democrática del Congo –el país con el Índice de Desarrollo más bajo en la región– el que presenta la mayor propensión al enfrentamiento.

Hay al menos tres formas de aproximarse al vínculo entre pobreza y conflicto en África Occidental. La más habitual es la que considera la existencia de una relación causa-efecto entre ambos fenómenos. Una segunda perspectiva profundiza sobre la pobreza a la luz de los cambios en la naturaleza de los conflictos y las amenazas a la seguridad. Por último, y coincidiendo con el desarrollo de modelos integrales de seguridad, hay quienes ven en la pobreza una fuente de riesgos que se globalizan entre personas, países y generaciones. De ahí la necesidad de considerar nuevos enfoques de política e instrumentos para hacer frente a sus causas y efectos.

África Occidental es una de las regiones más precarias del mundo, donde la pobreza extrema afecta a uno de cada tres habitantes. Aunque en años recientes el crecimiento económico había sido sostenido en casi todos los países, las cifras de 2009 muestran una desaceleración, o incluso una caída, del PIB en 18 de los 20 países del conjunto. El PIB regional no llegó en 2009 al 2% de la renta agregada de la UE y el PIB por habitante en media fue menos de 400 dólares. En cuanto a la incidencia de la pobreza, los datos disponibles para trece países muestran que en diez de ellos más de dos tercios de la población viven con menos de dos dólares al día. En el caso de la extrema pobreza, el promedio de la región supera el 40%.

Los indicadores nutricionales y de seguridad alimentaria regional ponen de manifiesto que muchos africanos Occidentales se enfrentan, cada vez más con más frecuencia, a restricciones en las opciones de su sustento. De hecho, las tasas de malnutrición aguda han llegado a niveles serio y crítico en la mayoría de estos países en los últimos años. Como cabe suponer, otros indicadores educativos y sanitarios relevantes refuerzan este panorama sombrío.

En la región hay numerosas circunstancias presentes en el entorno, que pueden ser relevantes para la seguridad en la medida en que se manifiesten y resulte complicado descartar de forma definitiva la posibilidad de efectos perjudiciales. Entre los principales factores adversos cabe referirse a un crecimiento descontrolado de la población, la afluencia de flujos migratorios hacia países de la OCDE, la alternancia de inundaciones, sequías y plagas, el aumento de los precios de los alimentos y la energía y la incidencia del VIH/SIDA, entre otros. Cuando intervienen agentes que aceleran o crean las condiciones para la materialización del riesgo y sus efectos un factor adverso deviene fuente de riesgo; en el caso que nos ocupa estaríamos hablando de los tráficos ilícitos en el Golfo de Guinea, la piratería, el terrorismo y la tendencia de los Estados al fracaso.

La Política Europea de Seguridad y Defensa se reorientó hacia África en 2003, como motivo de la operación Artemis, en la República Democrática del Congo. Desde entonces, y por lo que se refiere a la África Occidental, el compromiso de la UE se ha ido extendiendo desde situaciones de conflicto abierto al sector de la seguridad, además de desplegar fuerzas militares. En 2007, en el marco de la Cumbre de Lisboa, los líderes europeos y africanos presentaron estrategia conjunta África-UE, que sin embargo, no ha conseguido transformar la cooperación para el desarrollo y la cooperación política entre ambos. Necesariamente, el compromiso en el ámbito del mantenimiento de la paz, la prevención de conflictos y la reconstrucción posconflicto debe ser capaz de vincular la seguridad con una perspectiva de desarrollo que considere al menos tres aspectos esenciales: crecimiento económico; mejora de las estructuras económicas, sociales y políticas; y mejora del bienestar socio-económico de la población. Tan importante como disponer de unos intereses de seguridad comunes, unos mecanismos para establecer una agenda y unas estructuras bien desarrolladas que respaldan las colaboraciones intercontinentales, así como la disponibilidad de fondos, lo es ser capaces de para vincular las políticas de desarrollo nacionales con la prevención de los conflictos y la reconstrucción posconflicto.

Para ello, en este documento de trabajo se hacen una serie de propuestas y recomendaciones, aunque en el punto de partida resulta imprescindible que la pobreza sea reconocida como una fuente de riesgos e inestabilidad en las estrategias de seguridad de Europa y de sus Estados miembros; seguir ahondando en el desarrollo de un concepto de seguridad amplio que abra la puerta a la participación de otros ministerios y agencias gubernamentales en la gestión de los aspectos transversales de la seguridad; e impulsar estrategias de cooperación para el desarrollo educativo, económico y de la asistencia sanitaria, empleando enfoques pragmáticos, pero innovadores.

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Por Paulina Correa Burrows, profesora del Departamento de Economía Aplicada II de la Universidad Rey Juan Carlos. Doctora por la Universidad Complutense de Madrid (2008), también ha sido becaria de investigación del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado (2005-2007). Es especialista en Relaciones Internacionales y Economía de la Defensa, temas sobre los que ha publicado en revistas nacionales e internacionales.

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