Podemos contra las fuerzas del orden

Imaginemos una línea de fuego. A un lado está el orden establecido y al otro, siempre, el orden por establecer. A un lado se clama por la libertad, se grita contra el fascismo, se dan besos apasionados y se exige justicia. Es el lado del mundo donde las personas están dispuestas a defender sus ideas, a perder un ojo por ellas, si es preciso. A morir. Al otro, una hilera de cuerpos cubiertos por una armadura negra guardan silencio, no piensan, no tienen nada que decir. Son cuerpos armados que contraen los músculos y se preparan para reprimir de forma violenta a los que gritan al otro lado. Solo si es necesario. Solo cuando sea necesario. Los cuerpos de negro deciden cuando llega ese momento. La pregunta es sencilla. ¿De qué lado de la línea te gustaría estar?

La mayoría queremos estar del lado de la libertad, qué duda cabe, de ese nuevo orden por establecer. La mayoría queremos ser los de los ideales, los de la utopía. Por eso hay tanta gente que recuerda con nostalgia cuando corría delante de los grises, aunque aquellos tiempos fueran tan duros. Y quien aún bromea con la vieja frase de Manuel Vázquez Montalbán, aquella de que “contra Franco vivíamos mejor…”. Todos queremos un mundo mejor del que tenemos y la mayoría estaríamos dispuestos a luchar por conseguirlo. Y Unidas Podemos quiere además transformar ese espacio simbólico en su espacio electoral. Por eso este partido no puede permitirse el lujo democrático de condenar la violencia provocada por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. No importa lo que pase al lado izquierdo de la línea de fuego, deberán estar a favor porque hay muchos votos que perder al otro lado.

Es verdad que cuando leemos los motivos de las manifestaciones y de la violencia, podría parecer que se está discutiendo si hay o no que suavizar el Código Penal para reducir la pena de cárcel ante delitos como los cometidos por el rapero Pablo Hasél. Podría hasta parecer que se está hablando de si el impacto real de las frases cantadas o tuiteadas merecen una condena tan exigente o si podría ser otra. Podríamos pensar que algunos creen que el cantante debe ir a la cárcel por decir “¡Merece que explote el coche de Patxi López!” o “No me da pena tu tiro en la nuca, pepero” mientas que Unidas Podemos defiende que merece un castigo más laxo o ninguno. Pero en realidad no va de eso. Lo que de verdad sucede es que Unidas Podemos no condena esta violencia por pura estrategia electoral. Y eso quiere decir que este partido, como tantos viejos partidos, está dispuesto a anteponer los votos a las ideas y hasta a los ideales.

Alguien podría añadir que también había Fuerzas del orden frente al chamán con cuernos que entró en la Casa Blanca en nombre de Donald Trump, por ejemplo. O que la imagen de la línea de fuego que divide la violencia física legítima y los ideales de la izquierda no es siempre nítida, que las ideas no tienen por qué estar siempre a la izquierda del fuego, que el muro mental que pretende separar el orden establecido del orden por establecer es en realidad un muro que debe ser derribado, por muro y por viejo. Claro que tirar piedras siempre ha sido más fácil que derribar prisiones mentales. En situaciones concretas, un auténtico revolucionario podría llegar a decir que los ideales pueden estar detrás de los cuerpos armados que visten de negro. Lo que debemos tener claro es que Unidas Podemos no será quien cruce esa línea, no porque tengan el monopolio de la valentía que hace falta para enfrentarse a las Fuerzas del orden cuando es preciso, sino por la cobardía que exhiben cuando no tienen el valor necesario para estar de su parte.

La revolución en 2021 no está en las letras de un rapero que canta a los GRAPO y defiende sus ideas en Twitter. Los jóvenes de este siglo están tristes y airados y han llegado para cambiarlo todo, de eso podemos estar seguros, pero su revolución no está detrás de los contenedores que arden estos días. La revolución de este siglo es vanguardia y no se dedica a reivindicar la violencia de ETA o a insistir en la línea que separa la izquierda de la derecha. ¿En serio alguien se imagina que la mecha de la revolución de este siglo la encenderá un hombre blanco crispado gritando en Twitter? La revolución ya no será contra un muro. Porque la revolución va a derribarlos todos. La revolución es alegre, como todas las que fueron antes y es además radical. Tanto como para integrar, por primera vez, las ideas en el centro de los cuerpos de muchas y muchos. Tanto como para acabar con el machismo, que no es otra cosa que el control del cuerpo de las mujeres por las instituciones, incluidos todos los partidos políticos, aunque terminen su nombre con la letra A. La revolución no tiene ideas preconcebidas sobre nada, no sé pregunta de qué lado de los contenedores ardiendo colocarse, porque lleva la convicción pegada al cuerpo y a la vida. La revolución ha decidido que los ideales del dinero deben ser superados y que salvar el planeta no es una opción que se pueda debatir. La revolución está lejos de las emociones en blanco y negro que solo defienden partidos enquistados en el viejo sistema, como esta vez Unidas Podemos. Los revolucionarios de esta España pandémica y en crisis no están quemando contenedores en nombre de un rapero trasnochado. Conviene evitar a aquel partido de izquierdas que se convierta en una arma cargada de pasado. Porque justo entonces, diga lo que diga, ese partido habrá pasado a formar parte del orden establecido y estará sentado en el trono del castillo que un día prometió cambiar.

Nuria Labari es periodista y escritora.

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