Podemos y Ciudadanos contra Goliat

Las elecciones andaluzas del pasado 22 de marzo han confirmado los cambios que las encuestas venían anunciando desde hace meses. La transformación del sistema de partidos en España comienza a ser un hecho, por lo que lo relevante ahora es calibrar la magnitud de dicho cambio. Este se medirá en el éxito electoral de los dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, y de si ello desemboca en un sistema de tres o cuatro partidos, o en una sustitución del PSOE y el PP como partidos dominantes. El sueño de acabar con el bipartidismo de los dirigentes de los nuevos partidos solo será posible si son capaces de vencer un Goliat con dos caras: la primera, imponerse sobre el peso de las maquinarias organizativas de los dos grandes partidos en las próximas autonómicas. La segunda, superar el sesgo bipartidista del sistema electoral de muchos distritos en las elecciones generales.

La primer prueba fundamental para Podemos y Ciudadanos es vencer la maquinaria electoral del PP y del PSOE en algunos territorios en las próximas elecciones autonómicas y municipales. La descentralización del poder en España ha concentrado un enorme volumen de recursos (piénsese en la gestión de la sanidad, por ejemplo) en manos de las Comunidades Autónomas. La supervivencia en el poder de muchos de los barones territoriales a pesar del descalabro de sus partidos en el ámbito nacional no se comprende sin tener en cuenta la particular distribución del poder en el Estado autonómico. En concreto, la cesión a los Gobiernos regionales de amplias competencias sobre el gasto sin apenas responsabilidad sobre los ingresos (un desequilibrio que se corrigió considerablemente en la última reforma del sistema de financiación). La eficacia de las maquinarias electorales y organizativas de los partidos es proporcional a la acumulación de recursos y de poder institucional, y un buen ejemplo de ello seguramente lo encontramos en el caso del PSOE andaluz. El triunfo de los socialistas en las pasadas elecciones se debe en gran medida a los altos niveles de movilización en sus bastiones electorales, los municipios pequeños, donde la participación ha sido siete puntos más alta que en las ciudades medianas. El éxito de la maquinaria electoral socialista ha sido indiscutible.

El partido de Pablo Iglesias y el de Albert Rivera deben enfrentarse a esa maquinaria sin apenas estructura organizativa territorial y sin los recursos que proporciona la experiencia en el poder. Una posible ventaja para estos partidos es que la competición autonómica suele dirimirse en clave nacional o, dicho de otra manera, que los ciudadanos votan a sus parlamentos autonómicos pensando en lo que pasa en La Moncloa y en el Congreso. Sin embargo, mientras unas autonómicas más nacionalizadas seguramente beneficiarían en mayor medida a Podemos y a Ciudadanos, no ocurriría lo mismo para los candidatos del PSOE y PP, quienes intentarán evitar ser arrastrados por las bajas expectativas electorales de sus partidos en las generales.

Por otro lado, la batalla por las generales entre los nuevos y viejos partidos se dará en los pueblos y zonas rurales. La segunda prueba de fuego de Podemos y Ciudadanos será superar las barreras del sistema electoral en los distritos más pequeños (en los que se eligen menos diputados), donde obtener representación es mucho más difícil. Estos distritos se corresponden con las zonas menos pobladas y, por tanto, con los núcleos rurales. A día de hoy, predecir la capacidad de esos partidos de superar este reto no es fácil. Los datos de Metroscopia y del CIS a nivel nacional que se han venido publicando hasta la fecha venían mostrando que Podemos contaba con una intención de voto similar en las circunscripciones grandes y pequeñas, una buena noticia para dicho partido de cara a las elecciones generales, mientras que Ciudadanos concentraba su intención de voto en las grandes urbes, lo que limitaría sus posibilidades de obtener amplia representación en el Congreso.

Sin embargo, esos resultados varían cuando se observa la distribución rural-urbana de los apoyos con datos más territorializados. Un ejemplo lo tenemos en las elecciones andaluzas. En Andalucía los nuevos partidos han competido mejor en las grandes ciudades que en los pequeños municipios y no ha existido ventaja de Podemos sobre Ciudadanos en las zonas rurales (seguramente por el triunfo del PSOE en esas zonas). La diferencia entre el porcentaje de voto en los municipios andaluces pequeños (de menos de 20.000 habitantes) y los grandes (más de 100.000 habitantes) ha sido de ocho puntos porcentuales en ambos partidos.

Es difícil pronosticar el mapa territorial de apoyos de los nuevos partidos sin un análisis pormenorizado de los datos a nivel territorial, algo que no se puede hacer con las muestras que se utilizan para la mayoría de encuestas. Ello, unido a la volatilidad del voto, hace que resulte complicado responder con seguridad sobre el grado de transversalidad rural-urbana de los nuevos partidos, que es precisamente una de las cuestiones clave a la hora de predecir su éxito en las próximas generales.

En definitiva, el éxito de los nuevos partidos en las próximas autonómicas puede depender en gran parte de cuánto de nacional sea el voto de los ciudadanos, mientras que su triunfo en las generales dependerá de lo bien que lo hagan en las zonas rurales.

Sandra León es profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de York y colaboradora de la Fundación Alternativas.

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