Podemos y la comunicación política

Ya ha sacado Podemos un avance de su programa económico. Y, como yo había previsto, es un programa de corte socialdemócrata. Radical en algunas cosas es, pero nada es anormal y las medidas son plausibles, posibles y viables. Aunque haya sido con la boca chica, más de un observador neoliberal ha tenido que reconocerlo con alivio: ¡Es un programa socialdemócrata! No son revolucionarios. En efecto, como ha dicho algún comentarista de marcado tinte neoliberal, es solo un programa de corte socialdemócrata como el que tuvo Zapatero y, más tarde, ha seguido Rajoy. Otros, más exagerados, han preferido decir que es un programa intervencionista y casi fascista. No comparto esta segunda opinión, entre otros motivos, porque una vez más se confunde lo expresado en el programa y los que «dicen qué dice» el citado programa.

En cualquier caso, ya poco importan los comentarios críticos o exagerados sobre el programa de Podemos, sino cómo lo expliquen, lo justifiquen y lo comuniquen los líderes de Podemos a la gente. Y en este terreno, a tenor de lo visto y oído, tengo que reconocer que lo harán bien, sencillamente, porque hablan, expresan y comunican muy bien con la gente. Mensajes sencillos, propuestas concretas y, sobre todo, a la hora de hablar saberse marcados por la contingencia de la historia. Nada hay absoluto y definitivo en la vida y menos todavía en la vida política. Podemos, aunque les pese a los absolutistas morales, hacen política, hablan para todos. Han conectado con los desesperados, los desposeídos y los que quieren soluciones, o sea, se han comunicado con la mayoría de los ciudadanos de España.

La comunicación, sí, es la base de la política y, por eso, los de Podemos han hecho bandera de Maquiavelo e Ignacio de Loyola: «Acomodación a todo», naturalmente, permítanme la ironía del santo, con «prudencia santa». Su programa no es para América sino para Europa, su modelo no es Venezuela sino Suecia. Pueden criticarse sus propuestas, pero no son descabelladas ni absurdas. Son para aquí y ahora. Y las comunicarán bien. Podemos forma parte ya de una larga y sugerente tradición política española, que podríamos llamar eclecticismo, tacitismo, que fue practicada, con mejor que peor fortuna en el siglo XX español, con el nombre de «accidentalismo». Su éxito está asegurado, porque concibe la historia de modo tan abierto como impredecible. No se cierran a nada. No reducen la política, dimensión clave de la Historia, a dogmas que sólo pasan por la mesa de trabajo del filósofo, del profesor de Filosofía, pero que nada tienen que ver con la realidad. Al final, los líderes de Podemos lograrán explicar bien su programa, sencillamente, porque saben dirigirse a los otros, atienden a sus interlocutores y se expresan con argumentos. La comunicación es para ellos su principal creencia. La sociedad es muchas cosas, pero en todas ellas, sea en el ámbito de la economía o el arte, la religión o la política, el comercio o la guerra, siempre estará presente la comunicación. He ahí la clave que singulariza al nuevo partido político frente al Gobierno de España. Sí, sí, la diferencia clave entre un político normal y otro de conducta desviada es que el primero desea, por encima de todo, comunicar, mientras que el segundo lo desprecia o se refugia en el silencio, porque desconsidera la posibilidad de influir y ser influido por los otros; el político malo odia profundamente la comunicación y, sobre todo, elude dar explicaciones a sus conciudadanos. Su indolencia a la hora de comunicar llega hasta el punto de no creer que pueda influirse a nadie a través de las ideas expresadas pública y abiertamente.

La comunicación es, pues, asunto clave de la vida política. Ahí reside el núcleo central para comprender porqué el partido más grande de Europa, en 2011, está a punto de ser barrido por una formación política que apenas tiene seis meses. Si todavía alguien no lo tiene claro, que conteste la siguiente pregunta: ¿Qué diferencia hay entre los del PP y los de Podemos? Yo me atrevería a mantener que los primeros desprecian la comunicación y los segundos la miman. Todo el mundo sabe que el PP tiene una pésima política de comunicación. ¿Por qué no tiene política comunicativa el PP? Sencillamente, porque el PP de Rajoy no cree en la comunicación. Por el contrario, los dirigentes de Podemos quieren hacerse cargo de los problemas de la gente, compartir inquietudes y transmitir ilusiones. ¿Entonces todo se reduce a un problema de comunicación? Sin duda, pero eso no es poca cosa. Es la esencia de la política. De la vida.

¿Cuántos políticos en el PP saben comunicar, decir, persuadir, conquistar y, en fin, intercambiar pareceres con sus conciudadanos? ¿Es Rajoy un hombre comunicativo? ¿Tiene Rajoy a su lado alguien que crea en la comunicación? ¿Cree mi antigua amiga Carmen Martínez Castro, secretaría de Estado de Comunicación, en la comunicación? Respondamos por orden: el PP tiene políticos que saben comunicar, pero es obvio que Rajoy no es un hombre comunicativo; por el contrario, ha estado meses callado sin salir a dar una rueda de prensa, e incluso ha humillado a los periodistas hablando a través de un plasma o cómo se diga. Es ya todo un hallazgo en una democracia de opinión que el presidente de Gobierno se haya negado a hablar sin caer en despotismo. Es un fenómeno único entre las democracias de opinión. Todo un presidente del Gobierno de una vieja nación, España, se ha negado miles de veces a hablarles a sus ciudadanos. No se esconde. No huye de los periodistas. No rechaza ir al Congreso de los Diputados. Sencillamente, se ha negado a hablar. Se ha negado a ejercer su oficio. Salvo Rajoy, no conozco a un político europeo que no desee hablar. Es un hombre raro. Se imaginan a un piloto, un profesional de la aviación, que no quisiera volar. Es inaudito. Tan raro como que un profesor no quisiera dar clase, o un ingeniero informático rehusara utilizar el ordenador... ¿Será Rajoy un animal político nuevo? ¡Quién lo sabe! No es fácil explicar la conducta de un gobernante que se niega sistemáticamente a hablar. A comunicar.

Tampoco cree su secretaria de Estado de Comunicación, paradoja entre las paradojas, en la comunicación. No cree que puedan defenderse ideas, creencias, políticas y formas de vida pública a través de la comunicación. En el fondo y, por supuesto, en la forma mi antigua amiga sólo cree que la gente se acomoda a todo... No importa lo qué se le diga ni cómo se le diga. El desprecio profundo que Rajoy y Martínez Castro tienen por la comunicación ya es digno de estudiarse en las Facultades de Ciencia Política y Periodismo. Por el contrario, en los últimos meses, he visto muchas veces a los líderes de Podemos en TV y saben escuchar en respetuoso silencio a sus interlocutores. Hablan con tono pausado y razonando. Parecen haber estudiado en la escuela de Nietzsche y Ortega: no les gusta el griterío. Quieren, en fin, comunicarse con la gente. Por eso, precisamente, porque antes que otra cosa quieren comunicarse con el resto de los ciudadanos y compartir sus problemas, explicarán su programa económico no como algo irrealizable y utópico sino como unas propuestas «pragmáticas» y «realistas». Socialdemócratas. Y si no valiesen, pues se cambian, pero siempre se explicará y se comunicará a la gente esas variaciones. El resto es silencio, o peor, tratar de convertir la televisión en propaganda para el césar de turno.

Agapito Maestre es filósofo.

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