Poderes internacionales

Por Mariano Aguirre, codirector de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, en Madrid (LA VANGUARDIA, 06/01/06):

Habrá cambios profundos en el sistema internacional en el 2006. Estados Unidos deja de ser la única superpotencia y predominarán las políticas de estados fuertes no democráticos y contrarias al multilateralismo. Por otra parte, las identidades nacionales, étnicas o religiosas serán factores clave en la política. China emerge como nueva superpotencia. Los dirigentes chinos promueven un poderoso Estadonación con intereses realistas y pragmáticos, e ideas restrictivas sobre democracia, derechos humanos y cooperación. La hegemonía unilateral de EE.UU. posterior a la guerra fría ha durado poco. Pese al inmenso gasto militar y peso económico y cultural, Washington tiene que compartir poder económico y competir con Europa, China, Japón y Brasil, entre otros. La guerra en Iraq muestra las limitaciones del proyecto estadounidense de promover la democracia. El poder se desplaza a otra parte. Asia Oriental es un centro de acumulación de capital, tecnología avanzada y productividad en alza. Estados Unidos está endeudado con China, Japón y Corea del Sur para sostener su déficit fiscal interno y la deuda exterior. China supone grandes beneficios para las corporaciones occidentales, por su mercado interno y la capacidad exportadora. A la vez, Pekín acumula dólares, ya que vende a Estados Unidos más de lo que le compra. Asia Oriental avanza hacia una integración económica bajo el liderazgo chino. La integración política será compleja, debido a las divisiones de las dos Coreas, y la de China y Taiwán. Pero la zona decidirá sola sobre su futuro. En el plano económico global, las tendencias las marcarán, precisamente, Asia del Sur y del Este. Con una población de 3.300 millones en los países de la región, la incorporación de una masiva mano de obra barata bajará los salarios y los beneficios para los trabajadores en otras partes del mundo, mientras que la demanda de recursos energéticos mantendrá altos los precios del petróleo. China continuará en este 2006 su rápida industrialización, el crecimiento y la expansión comercial, y será cuarta potencia económica mundial y gran fuerza militar, pese al desempleo rural, la crisis ambiental y la corrupción. A través de una serie de mecanismos regionales, inversiones, demanda para su mercado interno y acuerdos militares, Pekín desplaza a Estados Unidos y Japón en la zona de Asia-Pacífico, e integra económicamente a Birmania, Corea del Sur, Japón, Vietnam, Australia, Singapur, Indonesia, Malasia, e India entre otros. Entre tanto, India, un contrapeso a China, asciende con su auge económico y hábil diplomacia que la vincula a Rusia, EE.UU. e Irán. El modelo de crecimiento autoritario de Pekín pone en cuestión que la democracia parlamentaria con mercado libre y respeto a los derechos humanos sea un objetivo que lograr. Asimismo, el interés prioritario es su desarrollo y seguridad, por encima de acuerdos multilaterales. Reafirmada en su nacionalismo, extiende su influencia global pagando alto, otorgando créditos blandos y entregando ayuda al desarrollo a países que tienen petróleo y gas u otros recursos, como Angola, Sudán y Cuba. El interés de China por África sirve de espejo donde ver la revalorización futura de ese continente por sus recursos energéticos. Esa demanda potenciará otros nacionalismos africanos. Este regreso a la soberanía nacional es también reivindicado por Irán con su programa nuclear y el presidente Hugo Chávez en Venezuela para ganar aliados a través del petróleo. El Gobierno de Mahmud Ahmadineyad continuará con el programa nuclear para ser potencia regional y disuadir agresiones, contener a Estados Unidos y reafirmar su independencia nacionalista. En Rusia, el presidente Vladimir Putin practica la reafirmación nacional y la marginación de la democracia. El poder real está en la alianza entre el presidente y las fuerzas armadas, los gobernadores regionales y los directores de las empresas de gas y petróleo. La ocupación militar de Chechenia continuará teniendo respuestas terroristas de los islamistas radicales. Occidente le apoya mientras Moscú garantice gas, petróleo y colaboración en Afganistán o Corea del Norte. Las nuevas tendencias llegan en mal momento para las Naciones Unidas. El secretario general, Kofi Annan, intenta salvar el multilateralismo: responsabilidades comunes para problemas transnacionales. Pero frente al reforzamiento de cada Estado, la ONU puede quedar para gestionar operaciones de paz o programas contra la pobreza y sólo cuando lo permitan los gobiernos del Consejo de Seguridad o los líderes regionales. El enfrentamiento de EE. UU. a la ONU tiene su correlato en las posiciones utilitaristas de China y Rusia hacia la organización, y el leve compromiso de Europa. También para la UE son tiempos difíciles para conciliar los intereses estatales con un proyecto común. Así lo confirmaron los referendos del año 2005. Las revueltas en las calles de Francia son, además, problemas presentes para el futuro de Europa: la exclusión de las nuevas generaciones de hijos de inmigrantes. El atentado terrorista en Londres en julio pasado y los levantamientos en las calles de Francia han mostrado graves problemas de identidad e integración. Las identidades serán un valor en alza. En las elecciones en Iraq del 15 de diciembre, tres cuartas partes de los votantes eligieron a partidos islamistas y cada elector, por sus respectiva identidad kurda, suní o chií. El voto por Evo Morales en Bolivia representa la identidad indígena con la idea de recuperar el control soberano de los recursos naturales. Los procesos de democratización en el mundo árabe van a ser lentos y darán lugar a democracias menos liberales de las que se creía y a más gobiernos con islamistas en el poder de las que se quisiera en Occidente. Los islamistas ganan terreno en Palestina, Arabia Saudí, Egipto, Turquía, Marruecos y Líbano. El pragmatismo electoral sustituye a la violencia, pero también en este caso el concepto de democracia se encontrará con desafíos. En América Latina la cuestión de la identidad es manifiesta en Bolivia, Perú y Ecuador. Pero el populismo encarnado por Chávez es también un signo de identidad que puede extenderse si falla el proyecto de Lula de combinar un programa económico liberal con una agenda social. Ese fracaso podría polarizar el espectro político reabriendo el debate sobre cuáles son las posibles fórmulas entre mercado y democracia.