¿Podrá Palestina ganar la paz?

¿Podrá Palestina ganar la paz?

El desarrollo del acuerdo de cese el fuego que puso fin a la guerra entre Israel y Palestina el mes pasado fue impresionante. Con una sincronización casi perfecta, el Presidente de Palestina, Mahmoud Abbas, anunció el fin de la guerra en Gaza en una emisión televisiva desde su sede de Ramallah, mientras los dirigentes de Hamás hacían un llamamiento a los palestinos de Gaza para que salieran a la calle a celebrar su supuesta victoria.

Naturalmente, con más de 2.200 palestinos –la mayoría civiles– muertos, más de 10.000 heridos y miles de casas, escuelas, mezquitas y otras estructuras destruidas, no se puede calificar de victoria precisamente el resultado de la guerra. No obstante, ésta ha sido la primera vez en que los palestinos han podido crear algo parecido a una disuasión mutua con los israelíes.

El reconocimiento por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de Palestina como Estado observador no miembro fortalece aún más la posición de Palestina, pues los diplomáticos palestinos pueden utilizarlo para presionar a Israel a fin de que se tome en serio sus aspiraciones nacionales. La adhesión de Palestina a organismos de las NN.UU., incluido el Tribunal Penal Internacional, ha incrementado también la capacidad negociadora de sus dirigentes.

Todos esos trampolines –por no citar la enorme solidaridad y apoyo que han recibido los palestinos de los observadores internacionales– serán esenciales para lograr que el alto precio pagado por los palestinos durante la guerra de 51 días no haya sido en vano, pero serán inútiles, si los dirigentes de Hamás y Al Fatah, las dos facciones palestinas predominantes, no mantienen un frente unido.

La eficacia de semejante planteamiento cooperativo quedó patente en las conversaciones indirectas con Israel, patrocinadas por Egipto. La delegación palestina unificada vino bien a Egipto e Israel, países que consideran a Hamás una organización terrorista, y a Palestina, porque contribuyó a poner fin a la violencia, y fue una bendición política para Abbas, que pudo organizar una delegación encabezada por uno de sus confidentes, Azaam Al Ahmad, y, así, afirmar su derecho a anunciar el cese el fuego.

Tras haber resistido la prueba de la guerra, el gobierno de unidad palestino creado menos de dos meses antes de que comenzara el conflicto pasará a ser ahora el medio principal para la reconstrucción de Gaza, pero el Primer Ministro, Rami Hamdallah, afrontará dificultades considerables, empezando por Gaza, donde su autoridad ejecutiva está gravemente limitada.

De forma más general, el éxito del gobierno de unidad depende de la capacidad del gobierno palestino encabezado por Al Fatah y Hamás –y en la medida de lo posible, la Yijad Islámica– para cimentar su cooperación acordando una senda hacia la liberación y la libertad. Una estrategia clara y realista será esencial para los intentos de Palestina de lograr el apoyo de agentes regionales e internacionales deseosos de poner fin a un conflicto con Israel que ha durado decenios.

Naturalmente, esa voluntad requiere avenencias de todas las partes. Hamás debe reconsiderar su negativa a reconocer a Israel. Por su parte, los dirigentes palestinos deben aplicar una resistencia activa, junto con las negociaciones con Israel, y defender más vigorosamente el derecho de regreso de los palestinos, que con frecuencia han pasado por alto para intentar apaciguar a los israelíes.

Pero el establecimiento de una estrategia unificada es sólo el primer paso. Se debe admitir la participación de los palestinos de a pie, que indudablemente tendrán que hacer sacrificios, en vista sobre todo del oneroso precio que han pagado durante el reciente conflicto, en el que no han tenido ni voz ni voto.

Con un amplio apoyo público, el gobierno de unidad de Palestina podrá granjearse el apoyo de la comunidad internacional a sus justas y razonables peticiones de un Estado de verdad independiente –libre de asedios, barreras separadoras y asentamientos extranjeros– que cuadran totalmente con el ámbito de los derechos humanos básicos. Así como la comunidad internacional aisló a Sudáfrica hasta que abandonó el apartheid, así también puede presionar a Israel mediante boicots, desinversión y sanciones y pidiendo a los aliados de Israel que dejen de prestarle ayuda y facilitarle armas.

Si los dirigentes de Palestina desean de verdad poner fin al ciclo de violencia en Gaza, deben comenzar resolviendo sus desacuerdos internos y presentándose como una parte negociadora cohesionada, fiable y comprometida. Deben agruparse tras el objetivo simple, pero potente, expresado por el Secretario General de las NN.UU., Ban Ki-moon., a la Asamblea General en Nueva York: “Volveremos a construir, pero ésta debe ser la última ocasión para reconstruir”.

Para el gobierno de unidad de Palestina, éste es el momento de empezar a reconstruir el proceso. Si Al Fatah y Hamás están dispuestos a hacer lo que hace falta para lograr la paz, ésta puede muy bien ser su mejor oportunidad.

Daoud Kuttab, a former professor at Princeton University and the founder and former director of the Institute of Modern Media at Al-Quds University in Ramallah, is a leading activist for media freedom in the Middle East. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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