¿Podría funcionar España sin el gas argelino?

El apoyo público de España al plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental ha provocado fuertes reacciones de los independentistas saharauis del Frente Polisario, así como de su aliado argelino.

Al margen de los motivos, la forma y el momento que ha escogido el Gobierno Español para adoptar esta decisión, cabe reflexionar sobre las posibles consecuencias en el sector energético y, en particular, en el aprovisionamiento de gas natural.

Argelia es históricamente nuestro principal suministrador de hidrocarburos. Podría esperarse una reacción por su parte que condujera a un encarecimiento del gas natural, poniendo en riesgo la competitividad de nuestra industria y la seguridad de suministro de nuestro sistema energético. Sin embargo, en el entorno de mercado que reina en las relaciones bilaterales con Argelia, todo hace pensar que este no será el caso.

Los hidrocarburos constituyen la base de la economía argelina y su única exportación relevante. Las relaciones económicas bilaterales hispano-argelinas están marcadas por las importaciones españolas de gas y petróleo, que son cerca del 80% del comercio bilateral total.

Mapa de los gasoductos del Mediterráneo y el Sáhara que abastecen a Europa desde África. Wikimedia Commons
Mapa de los gasoductos del Mediterráneo y el Sáhara que abastecen a Europa desde África. Wikimedia Commons

Los datos de las Aduanas argelinas sitúan a España como quinto proveedor de Argelia en 2020. España es, además, su tercer cliente. Por tanto, Argelia necesita tanto a España como España a Argelia.

La historia reciente ha demostrado que Argelia es un duro negociador y un socio fiable para España como suministrador de gas natural. Esto no debería cambiar ahora, que tanto necesita la Unión Europea (UE) diversificar fuentes de suministro de hidrocarburos rusos. Argelia esta llamada a convertirse en un suministrador prioritario de la UE ya sea vía Italia, vía España o mediante buques de Gas Natural Licuado (GNL).

Actualmente, las relaciones comerciales con Argelia se basan en acuerdos entre las empresas involucradas. Por proximidad, el gas argelino es probablemente el menos costoso al que España tiene acceso. Sin embargo, como en cualquier otro producto, el precio no se fija en función del coste de producción, sino del coste de oportunidad.

La fórmula para determinar ese valor, sus cláusulas de revisión y las condiciones de entrega son negociadas bilateralmente entre las empresas comercializadoras en el mercado español y la empresa productora en Argelia (de naturaleza estatal). Si algo caracteriza dichas negociaciones es que son complejas y que tienen un marcado carácter gubernamental en el caso de Argelia. Esto podría justificar el temor a una posible represalia por parte del Gobierno argelino.

Sin embargo, cuando hablamos del sector gasista, España debería hacerlo sin complejos y sin miedos. Nuestro país ha invertido sus recursos para garantizar su independencia en el aprovisionamiento de gas natural. Es un sector robusto, resiliente y diversificado. Flexible y adaptable a cambios de mercado.

Esto no ha sido gratis. Nos ha costado y nos cuesta dinero a los consumidores españoles, que llevamos muchos años pagando redundancia de infraestructuras, obligaciones de diversificación de suministro y reservas estratégicas, así como una política de no explotación de las reservas autóctonas.

La versatilidad del sistema gasista español se basa en lo que muchos países de la UE persiguen ahora para liberarse de la dependencia del gas ruso. La tardía integración por gasoducto obligó a España a desarrollarse de forma autónoma para garantizar no sólo el suministro de gas, sino también de electricidad mediante centrales de ciclo combinado.

El gas natural llegó por primera vez a España en 1969, mediante la planta de regasificación de Barcelona, entrando posteriormente en servicio las instalaciones de Huelva y Cartagena. No fue hasta 24 años después, en 1993, cuando comenzó a operar la primera interconexión con Francia. A ella siguió, en 1996, el primer gasoducto que, a través de Marruecos, une la Península Ibérica con los yacimientos de Argelia.

La evolución de la demanda y el incremento de las interconexiones con Argelia han desplazado paulatinamente al GNL. Sin embargo, el sistema gasista español continúa siendo, en su concepción y desarrollo, un sistema GNL.

Desgraciadamente, la historia nos está demostrando que esta estrategia de diversificación era la correcta. Los países que tienen acceso a terminales de importación de GNL y a mercados de gas licuado son mucho más resistentes a posibles interrupciones del suministro que los que dependen de un único proveedor de gas.

El mercado mundial del GNL está experimentando un desarrollo dinámico con la entrada de nuevos proveedores como Estados Unidos o Australia. Aumentar la capacidad de importación de GNL es la principal opción que los países de la UE barajan para diversificarse del suministro energético ruso. Sirva de ejemplo Alemania, que ha anunciado recientemente sus planes de construir dos terminales de GNL en un futuro próximo.

El sistema gasista español puede operar sin necesidad de importar gas de Argelia (algo que muy pocos países netamente importadores pueden decir respecto a su principal suministrador). Por contextualizar, España tiene seis plantas de regasificación en operación, lo que le permite importar gas desde cualquier origen (en 2021, se importó gas de dieciséis orígenes distintos, según el informe del Sistema Gasista Español de ENAGAS).

La capacidad nominal de producción de estas plantas es de 1.915 GWh/día, prácticamente suficiente para cubrir el pico de demanda de 2021, que fue de 1.922 GWh/día (el mayor de los últimos catorce años).

Si además se considera la contribución de las interconexiones por tubo con Francia, la capacidad de extracción de los almacenamientos subterráneos, así como la mallada red interna de gasoductos, puede concluirse que la vinculación con Argelia en lo que a gas se refiere es puramente comercial, no de seguridad de suministro energético.

Pese a que teóricamente el posicionamiento en el Sáhara no debería afectar a la relación bilateral con Argelia, eso no quiere decir que no vaya a haber revisiones de precios. Que los habrá, sobre todo teniendo en cuenta el entorno actual de precios de crudo y los mercados de referencia de gas natural.

Los argelinos han demostrado ser un socio fiable, pero también es cierto que son excepcionales negociadores y que manejan los tiempos con exquisita precisión. Cuando los mercados cambian y dichas variaciones no están cubiertas por las fórmulas de precios acordadas, no dudan en acudir a arbitrajes internaciones.

Esto ya lo hemos vivido en España. Cabe recordar el contencioso abierto entre Naturgy (antigua Gas Natural Fenosa) y Sonatrach por el precio del contrato de suministro a través del gasoducto Magreb-Europa, cerrado en 2011 con un acuerdo al margen de los tribunales que supuso el pago de 1.897 millones de dólares por parte de la gasista española y la entrada de Sonatrach en su accionariado. Antes o después, el precio de mercado se acaba pagando.

Pese a que el sistema gasista español puede funcionar sin importar gas de Argelia, esto no es lo deseable. Porque Argelia es un país vecino y debe ser un socio preferente con el que colaborar para fortalecerse mutuamente. El vínculo energético que une ambos países no puede ser fuente de controversia, sino base de una relación bilateral mucho más sólida y diversificada.

Independientemente del posicionamiento de ambos países en materia de política exterior, es deseable encontrar vías de cooperación que permitan consolidar las relaciones comerciales.

Sergio López es ingeniero industrial del Estado.

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