En las llanuras del sureste de Ucrania se está librando la mayor campaña bélica en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. El escenario nos retrotrae a las sangrientas batallas del infame Frente Oriental. Hoy, igual que en 1941, se juega en los trigales ucranianos la suerte de dos ejércitos, de dos pueblos y hasta de dos visiones del mundo.
La campaña del Donbás es el resultado inevitable de la derrota rusa en Kiev. Incapaz de capturar la capital ucraniana, Vladímir Putin trata ahora de alcanzar los objetivos mínimos que le permitan a Rusia negociar desde una posición aceptable y enjuagar los reveses militares.
En el otro lado de este mortal tablero encontramos una Ucrania más confiada que nunca, con la moral por las nubes, apoyada por la inteligencia estadounidense y equipada con cuantioso material.
Prolegómenos de la campaña
En realidad, ambos ejércitos han visto amputada su fuerza en apenas dos meses de guerra. Los rusos han perdido el 40% de sus fuerzas con capacidad ofensiva efectiva, y han pasado de 130 grupos tácticos de batallón (BTG) cuando comenzó la invasión a entre 76 y 80 para esta ofensiva.
La baja moral de los reclutas rusos y el elevado número de bajas han forzado a Moscú a utilizar mercenarios, aventureros y reclutas voluntarios, así como a usar la artillería y la potencia de fuego como sucedáneo del asalto por tierra.
La moral rusa, en definitiva, no está para grandes y arriesgados avances. Ahora los rusos procurarán usar al máximo los cañones y los lanzacohetes para facilitar y alentar a las tropas de tierra. También usarán toda clase de carne de cañón para ahorrar cadáveres rusos.
Con todo, llevamos ya tres semanas de martilleo ruso. Y esto es muy relevante. Al comienzo de la guerra, los intereses políticos imponían un avance rápido hasta Kiev, una campaña de una semana de duración a lo sumo.
Pero este ritmo de avance sólo podía ser alcanzado a fuerza de riesgo, de asaltos por tierra y de bajas. Dicho plan renunciaba al uso intensivo de la artillería y de la aviación, que usualmente requieren semanas para degradar la defensa terrestre enemiga.
Sin embargo, esta ofensiva está precedida por tres semanas de bombardeos preparatorios. En esos bombardeos destacan los ataques con misiles contra las fábricas de misiles, los nudos ferroviarios, los depósitos de combustible, los puentes, las bases militares y la logística ucraniana. Todo ello salpicado de operaciones de guerra electrónica y ciberataques que han obstruido el servicio de internet o de GPS.
¿Qué efectos tendrá esta campaña de bombardeos? Para muestra, un botón. Un batallón acorazado ucraniano cuenta con treinta tanques del modelo T-64BV, cuyo depósito de combustible necesita 740 litros por vehículo, aunque se le puede añadir 340 litros adicionales en depósitos externos.
Por tanto, un solo batallón exige entre 22.200 y 32.400 litros de combustible, que en condiciones de combate se consumirán en muy pocos días. Para mover una simple brigada necesitaremos mover al menos tres batallones como el descrito.
Finalmente, cabe destacar el fracaso de la VHS (la Fuerza Aérea de Rusia), que no ha logrado la superioridad aérea sobre el Donbás, aunque sí puede conseguir la superioridad local durante periodos de tiempo limitados. La VHS debería servir para interceptar las columnas de suministros, degradar la retaguardia ucraniana y suplir a la artillería en ciertos contextos.
Por su parte, las bajas ucranianas son desconocidas. Pero teniendo en cuenta las unidades aniquiladas en Mariúpol y los duros combates en Kiev, es previsible un desgaste importante, aunque proporcionalmente inferior al ruso.
A diferencia de Rusia, Ucrania sí ha declarado el estado de sitio, lo que le ha permitido movilizar todos los recursos económicos y humanos del país. A partir de los dos meses desde que comenzó la guerra, además, Kiev contará con las primeras hornadas de reclutas adiestrados para reponer pérdidas. Una ventaja de la que no disfruta el Kremlin, que se empeña en afirmar que los reservistas rusos no serán desplegados en Ucrania como parte de la "Operación Militar Especial".
Los ucranianos también se ven reforzados por las remesas de equipamiento occidental, que incluyen blindados checoslovacos compatibles con el material de origen soviético, radares de contrabatería estadounidenses para triangular y responder al cañoneo ruso, drones kamikaze Switchblade, helicópteros de transporte Mi-17 Hip y hasta piezas de artillería de 155 mm. estadounidenses.
Por último, esta vez el frente está delimitado al Donbás, lo que permite al Estado Mayor ucraniano concentrar el grueso de su ejército en un solo teatro de operaciones, facilitando a los planificadores ucranianos disponer de abundantes reservas con las que contraatacar las penetraciones rusas, taponar brechas, reforzar partes del frente e incluso lanzar sus propias ofensivas.
La campaña del Donbás
En lo esencial, los especialistas esperan dos cursos de acción por parte rusa.
El primer curso de acción (y el más probable a mi juicio) es una campaña limitada al Donbás en la que se procure asegurar para Rusia la frontera administrativa de los oblasts de Donetsk y Lugansk.
En este escenario, el principal reto ruso pasará por aniquilar el saliente del Donbás en el que Ucrania ha concentrado parte de su ejército. Para lograr esto, los rusos deberán tomar dos ciudades de 100.000 habitantes (Kramatorsk y Slaviansk), cerrar el corredor de unos cien kilómetros de diámetro e ir reduciendo a los defensores poco a poco.
Este escenario implica que los rusos persiguen objetivos de mínimos, que han perdido la confianza en su maquinaria militar y que quizás busquen una solución pacífica tras su victoria militar, incluyendo un tratado o un mero alto el fuego tácito.
A mi entender, una costosa victoria rusa en este escenario es probable, si bien la inteligencia de Estados Unidos, la disponibilidad de reservas abundantes y el impacto de los drones kamikaze y de otras armas podrían provocar que la campaña no se culmine con éxito.
En particular, la declaración de Zelenski afirmando que la batalla del Donbás ha comenzado nos indica que Kiev pretende arrebatar la iniciativa a Moscú, adelantándose a la ofensiva y lanzando contragolpes destinados a desorganizar los preparativos ofensivos rusos y arruinar los cuidadosos planes que se venían trazando desde hace semanas.
Segundo curso de acción
El segundo curso de acción (mucho más ambicioso) pasa por una gran campaña de cerco que culmine en la ciudad de Dnipro. En este caso habría dos grandes ejes de avance, el primero desde Izium y/o Jarkov hasta Dnipro, lo que supone cubrir 180 kilómetros de territorio, y el segundo desde el frente de Melitopol hasta Dnipro, pasando por Zaporiya, lo que equivale a 110 kilómetros adicionales.
El desafío de este plan en comparación con el de una campaña limitada se refleja en la siguiente tabla:
Pensemos que Mariúpol, con casi 450.000 habitantes, ha ofrecido dos meses de resistencia pese a que las fuerzas de Moscú solo estaban librando un único asedio. Una campaña ampliada que tenga por objetivo Dnipro no sólo debe lograr avances mucho mayores (290 kilómetros frente a 100 kilómetros), sino que se debe enfrentar además a tres urbes (Jarkov, Dnipro y Zaporiya) que no tienen menos de 700.000 habitantes.
Asimismo, la campaña limitada ofrece una importante ventaja geométrica, ya que el saliente del Donbás puede ser atacado desde múltiples direcciones, mientras que el avance hasta Dnipro sólo puede hacerse de manera frontal.
Con todo, es cierto que el número de urbes entre el Donbás y Dnipro no tienen nada que ver con el de la ofensiva masiva inicial, además de que la orografía de la capital y el norte ucraniano está plagada de zonas pantanosas y bosques. Nada que ver con las planicies del sureste, más adecuadas para el avance blindado.
Si la ofensiva rusa busca apoderarse de Dnipro, eso nos indica que la ambición política y la confianza militar rusa siguen siendo elevadas y que buscan la destrucción de un elevado número de fuerzas ucranianas. De tener éxito, la campaña sería seguida de ofensivas contra Odesa, Krivoi Rog-Kirovgrado u otros posibles objetivos.
Un fracaso ruso
En el caso de que Moscú sufra una nueva derrota, la posición política y militar de Vladímir Putin peligrará, con lo que nos acercaremos más que nunca a la posibilidad de que Rusia use armas nucleares tácticas, aunque ello no implique que estas sean lanzadas sobre un objetivo civil o militar. En todo caso, los rusos empezarían a amagar con las mismas realizando "ensayos" nucleares.
Drones kamikaze (municiones merodeadoras) como este Switchblade 600 que ha recibido Ucrania pueden inclinar la balanza en favor de Ucrania, abriendo las puertas a un escenario de incertidumbre y potenciales victorias ucranianas. YouTube
En el caso de que Rusia sea derrotada en esta campaña, Moscú perderá la iniciativa estratégica en favor de Kiev por primera vez en toda la guerra, lo que abriría las puertas a una contraofensiva ucraniana con potencial suficiente como para avanzar hacia Crimea, Mariúpol y otros objetivos sensibles para el Kremlin.
A partir de ese momento, la amenaza de uso del arma nuclear y la declaración oficial de guerra por parte de Rusia (con movilización total incluida) son escenarios perfectamente realistas.
Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.