Política ante el nacionalismo

La crisis que el procés ha generado en Cataluña ha colocado al País Vasco en el foco central de la política nacional porque muchos temen –tememos– una nada recomendable réplica. Para entender lo que hoy sucede en Euskadi es imprescindible leer a Enric Prat de la Riba, padre del nacionalismo catalán. Fue él quien en La nacionalitat catalana de 1906 manifestó sin tapujos cómo era posible romper barreras y tender puentes para lograr vender gato por liebre: «Evitábamos todavía usar abiertamente la nomenclatura propia, pero íbamos destruyendo las preocupaciones, los prejuicios, y con calculado oportunismo insinuábamos, con sueltos y artículos, las nuevas doctrinas».

Las palabras de Prat de la Riba tienen algo que ver con lo que el PNV, por boca de su presidente, deslizó hace escasos días, cuando defendió dos ideas totalmente contradictorias en la misma entrevista. Tras negar que su propuesta de reforma del Estatuto de Gernika busque la autodeterminación, reconoció que el «objetivo final» es la independencia. De nuevo, tras mencionar que su pretensión es que la sociedad vasca «pueda ser lo que quiera ser», dijo que ese querer ser puede ser «el derecho a decidir», lo que en nomenclatura sin aditivos ni edulcorantes es el derecho de autodeterminación.

El Gobierno vasco y el PNV llevan años jugando con fuego, desde los tiempos del plan Ibarretxe hasta Gure Esku Dago, hermano pequeño de la Asamblea Nacional Catalana que, pese a que en el País Vasco su popularidad desciende continuamente, ha sido apadrinado por el PNV y hasta por el lehendakari Iñigo Urkullu con gestos y reuniones públicas. Con Cataluña siempre de fondo y con el PNV presentando su propuesta de reforma estatutaria en el Parlamento Vasco de la mano de un portavoz que exhibía en su americana el lazo amarillo secesionista catalán, sólo hay una fuerza política que esté sosteniendo la estabilidad en Euskadi: el PP vasco.

Partidos como Ciudadanos no parecen entenderlo. No parecen entender que proteger a la ciudadanía de aventuras secesionistas exige algo más que una política fundamentada en el oportunismo y en la encuesta. Exige caer en la cuenta de que la vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Dijo un referente de la política española que cuando dudes, siempre hay que elegir la opción difícil porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti. Ese mismo político añadió en otro de sus discursos que quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro.

Se equivoca Ciudadanos al cargar contra el Concierto y el Cupo vascos no sólo porque presenta como privilegio una especificidad que probablemente no querrían tener la mayoría de las comunidades autónomas –hacerlo supondría no poder recibir rescates de la Hacienda estatal–, sino porque así genera espacios de victimismo al nacionalismo que ya hoy están siendo aprovechados. Y del mismo modo se equivoca Ciudadanos al tratar de presentarse como único azote del nacionalismo dinamitando posibles acuerdos presupuestarios entre el Gobierno de España y el PNV por el mero hecho de que quien habla al otro lado es nacionalista. Así, señor Rivera, es como se vuelven a generar espacios de victimismo al nacionalismo.

El nacionalismo, tenga el color que tenga, se combate en política de dos formas: dando un portazo a cualquier atisbo de aventura secesionista, ruptura social o inestabilidad y abriendo la puerta a la consecución de acuerdos que mejoren la vida de los ciudadanos y que evidencien que el proyecto España garantiza la estabilidad, el progreso y la cohesión social. De este modo al mundo nacionalista se le complica vender gato por liebre.

La Política con mayúsculas es capaz de muchas cosas. La defensa del Concierto realizada por el Gobierno central ha derivado en que los vascos defiendan la Constitución en el País Vasco. Con sus limitaciones en la comunidad autónoma, el PP vasco no sólo ha logrado y está logrando que el PNV no se eche en brazos de Bildu o de Podemos –segunda y tercera fuerzas parlamentarias–, sino que a cambio de apoyos presupuestarios ha garantizado que aumenten las ayudas dirigidas a colectivos de víctimas del terrorismo y se supriman las ayudas públicas que muchas instituciones gobernadas por el PNV brindaban a la red de apoyo a presos de ETA. El PP vasco ha garantizado además una reforma fiscal imprescindible para las pymes, así como unos presupuestos vascos que priorizan la Educación, la Sanidad o el empleo.

El último Euskobarómetro da cuenta de que hoy el 77% de los vascos afirma sentirse satisfecho con el actual autogobierno vasco. Esto significa estabilidad y blindaje ante proyectos rupturistas. El PNV, Bildu y Podemos están apostando por situarse del lado de un 17% de vascos insatisfechos. En manos de la Política con mayúsculas está recuperar a ese 17% y no dar alas a quienes, por mérito o demérito, están dispuestos a aumentar ese porcentaje a través de proyectos identitarios en Euskadi o a cambio de alcanzar objetivos electorales cortoplacistas en el resto de España.

Amaya Fernández, secretaria general del PP vasco.

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