Política: publicidad y manipulación

¿Qué impulsa al elector a escoger una determinada papeleta y luego en los siguientes comicios utilizar otra quizás completamente distinta? Esta es la gran pregunta de las democracias. Los partidos políticos toman con más o menos cuidado sus decisiones ideológicas; pero mucho más les preocupa la opinión de los ciudadanos dado que será ésta la que les dé, o niegue, la llave del poder. Lo que de veras importa no son sus políticas concretas sino los resultados electorales y éstos dependen en buena parte de las tácticas que se utilicen en las campañas preparatorias. De aquí que sobre este extremo concentren su reflexiones y acumulen asesores y especialistas. El objetivo de un partido es tomar el Poder y en un régimen democrático éste se toma en unas elecciones y las elecciones se preparan en una campaña y se ganan empleando tácticas eficaces. ¿Cómo atraerse los votos?

Política: publicidad y manipulaciónUnos ciudadanos -quizás los menos- deciden por convicción racional, es decir, como resultado de una meditación en la que han ponderado las ventajas que para ellos y para el país ofrecen las distintas opciones. Otros se comportan de acuerdo con sus condiciones personales, por sus circunstancias singulares: tradición familiar, educación, medio social y económico en que viven. Algunos venden su voto bien sea, como antes, por una pequeña cantidad en efectivo o, como se hace ahora, por un cargo, un trabajo o la promesa de recibirlo. También pueden existir sistemas completos de organización electoral como los antiguos cacicatos, felizmente ya suprimidos, aunque en cierta manera continúan en las llamadas baronías donde se negocian los votos al por mayor. En todo caso la técnica más generalizada es el engaño: prometer montes y morenas a sabiendas de que no van a entregarse nunca. En la actualidad los instrumentos fundamentales básicos de la política electoral son de índole psicológica y consisten en la seducción, la pertenencia y la manipulación.

Hay líderes carismáticos que por don natural seducen y atraen seguidores fieles (Azaña, Jordi Pujol) aportando con su sola presencia paquetes de votos que no necesitan de otra justificación.

La pertenencia compensa una debilidad de temperamento. Existen seres humanos que precisan de un apoyo, de un calor social que dé sentido a su vida: sea una familia, una tribu, una nación. Desde el punto de vista político la dependencia al grupo arrastra la adhesión total y acrítica a sus decisiones y en definitiva la entrega del voto. Lo que hace el grupo al que se pertenece está bien hecho y no hay necesidad de pensar más en ello.

Por si lo anterior fuera poco, la ciencia y la práctica de la psicología de masas han descubierto la manipulación psicológica que convierte al individuo en un muñeco automático mediante su programación en un determinado sentido. La manipulación es una maniobra que completa y cierra todas las demás tácticas, cuyos efectos y buenos resultados garantiza.

El ser humano cree que es libre, que piensa, decide y obra por su cuenta pues ignora que tiene un programa interior que le dirige. De lo que se trata entonces es de introducir en cada individuo un programa por medio de una publicidad adecuada y perversa. Compra los alimentos que el supermercado le presenta con astucia, adquiere los coches que le publicitan sin molestarse en explicarle sus ventajas concretas, pasa las vacaciones donde le recomienda la agencia de viajes y, por lo mismo, se adhiere al partido que ha conseguido insertarle su programa de creencias y comportamientos. Las grandes empresas y las organizaciones políticas cuentan con una plantilla de publicitarios y programadores que se encargan de lavar el cerebro (como se decía antes) y de meter en la cabeza de los clientes lo que al vendedor interesa -un detergente, un automóvil, un candidato presidencial- y el ciudadano le obedece creyendo que está obrando por decisión propia. Así se ha formado la sociedad de masas organizadas que está en manos de publicitarios y programadores. En ella lo de menos es la calidad de los productos que se venden, lo decisivo es la publicidad y la manipulación resultante.

Actualmente llama la atención la vacuidad de los proyectos ideológicos de los partidos, que se limitan a enunciar palabras ambiguas que nada dicen por sí mismas: derechas, izquierdas, progreso, libertad, antifascismo. Se supone que con esto basta y que no vale la pena insistir en nada más. Actitud que contrasta con la precisión y el detalle con que se preparan las campañas electorales -encuestas permanentes, sugestiones explícitas o subliminares, falsedades deliberadas, creación de mitos- en las que todo está previsto. El comprador adquiere el producto publicitado en paquetes cerrados cuyo contenido nadie le ha explicado de veras. Ignora las verdaderas cualidades del detergente que ha comprado y las virtudes del presidente que ha elegido. Luego, cuando vengan los desengaños, será demasiado tarde. En el mercado político no rige la sana práctica de la devolución del producto inadecuado. Debe esperarse a que finalice el plazo de caducidad de las próximas elecciones; pero en el intervalo se han puesto en marcha las consabidas tácticas de engaño y manipulación y vuelta a empezar.

En definitiva la publicidad (engañosa) y la manipulación (perversa) son las claves de la política actual. Más bajo no se puede caer. Nadie busque debates ideológicos o éticos, nadie se moleste en escudriñar la historia ni contextos próximos o distantes. La política es un mercado y en un mercado lo único que cuenta son las ventas y no la calidad de los productos.

Alejandro Nieto es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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