Políticas maleducadas

Las reformas educativas pueden tener finalidades muy diversas, entre las cuales mejorar la formación y el rendimiento de los alumnos es en mi opinión la única legítima. Pero éste no es un objetivo de la reforma educativa de nuestro Gobierno (LOMLOE). Una de las metas más ambiciosas es adoptar un "enfoque competencial", algo que en teoría nos permitiría una educación mejor adaptada a las necesidades actuales.

Pero en la práctica tenemos un grave problema: el cacao mental que parece prevalecer en torno al concepto de competencias hace que se utilice para todo tipo de desmanes. En concreto, se comete el error de contraponer conocimientos y competencias y, basándose en esta dicotomía inexistente, se apuesta decididamente por las últimas. Esta falacia se usa para reducir el nuevo currículo definido por el Gobierno a lo que se denominan enseñanzas mínimas, lo que reduce a la nadería los contenidos comunes para todos los estudiantes españoles. El Estado da otro paso atrás, renunciando a lo que debería ser una de sus principales responsabilidades.

Políticas maleducadas¿Qué significa realmente el concepto de enfoque competencial? Cuando trabajé en la OCDE tuve la oportunidad de dirigir el Centro de Competencias (OECD Skills Centre), una experiencia que me ha permitido profundizar en este enfoque, comprender la importancia que tiene integrarlo en los sistemas educativos y asesorar a muchos gobiernos sobre los pasos que permiten una transición fluida desde un enfoque tradicional a uno competencial. La definición de competencias puede ser más o menos amplia, pero no se trata de un tema controvertido. Las competencias se aprenden y suponen la movilización del conocimiento adquirido para saber abordar tareas complejas. Punto. La resolución de problemas, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, y muchas otras competencias han adquirido una importancia cada vez mayor dado que la globalización y la digitalización han generado sociedades interconectadas en constante evolución, cuestiones inéditas que requieren respuestas originales y un aluvión de información que representa un rompecabezas inabarcable. Prueba de mi convicción en la necesidad de adoptar enfoques competenciales es que la LOMCE dio pasos importantes en esa dirección.

En un enfoque tradicional llevado al extremo, asignaturas como Historia o Geografía se aprenden como listados de nombres, lugares o fechas que se memorizan. Pero estos enfoques han mejorado a medida que la información se ha contextualizado, de forma que se explican mejor las causas y consecuencias de los fenómenos. La reforma educativa utiliza la falacia del hombre de paja para exagerar la supuesta exclusividad e inutilidad del enfoque memorístico y de esta forma facilitar la crítica a una realidad inexistente. Una trampa facilona que conduce a una conclusión equivocada: el conocimiento es prescindible y la memorización inútil. Como veremos, la memorización del conocimiento es fundamental.

Un enfoque competencial añade complejidad, no resta. El primer paso es la adquisición de conocimiento, a lo que se añade otra capa de complejidad que consiste en enseñar a los alumnos cómo utilizar esa información para comprender el mundo, cómo conectar cachitos de conocimientos de diferentes disciplinas para construir una visión más holística, cómo sopesar diferentes visiones. Son muchos los sistemas educativos que han evolucionado desde enfoques exclusivamente memorísticos a los que integran las competencias y España también va rezagada en este aspecto. Los casos de otros países demuestran que el mantra de que un enfoque competencial hace irrelevante la adquisición de conocimiento es un grave error. El mito en el que se basa la LOMLOE plantea que el aprendizaje de datos genera estudiantes pasivos, capaces de retener información, pero incapaces de razonar.

La neurociencia nos enseña que este mito es falso. Para poder razonar, las personas deben acumular datos fiables en la memoria a largo plazo. De esta forma a medida que se va asimilando información en el cerebro se va construyendo un mapa mental de conocimientos que es perdurable. Es más, en el proceso de aprendizaje el almacenamiento de conocimiento es más fácil cuando hay claros vínculos entre la nueva información y la que ya está alojada en la memoria, como si se tratase de un molde preliminar que va acomodando más y más información de forma ordenada. Cuanto más se aprende, más fácil resulta aprender. Ante el desafío de resolver un problema novedoso o interpretar una información nueva, las personas que han almacenado en su memoria a largo plazo suficientes datos fiables y están acostumbrados a activarlos y contrastarlos, podrán reaccionar rápido y desarrollar sus propias soluciones. De ahí que la gente con un buen nivel de formación sean ciudadanos maduros, que se sienten más integrados en sus sociedades, más responsables de sus acciones y con un mayor control sobre su vida. Quienes carecen de un mapa mental bien asentado tienen una enorme dificultad a la hora de comprender la realidad que les rodea y, por tanto, se sienten al margen de la sociedad, no se creen capaces de modificar sus vidas o su entorno, y son más tendentes a los prejuicios. Éstos son quienes realmente se quedan atrás.

Por tanto, el conocimiento tiene un valor incalculable y un currículo rico en conocimientos es la base de todo proceso de aprendizaje. La idea de que el aprendizaje de conocimientos no es necesario porque cualquier información se obtiene con un click de Google, que todo lo sabe, es aberrante. Un cerebro sin un mapa de conocimientos es incapaz de razonar. En un país que se considera de letras, se han vertido muchas críticas sobre la jibarización de asignaturas como Historia que comparto. A mí me gustaría comentar brevemente cómo la distorsión del concepto de competencias afecta a la noción de lo que es la ciencia.

Cito del currículo de bachillerato para Química y Física una de las competencias: "Las ideas que se plantean en el trabajo de estos equipos son validadas a través de la argumentación y es necesario el acuerdo común para que el colectivo las acepte, al igual que sucede en la comunidad científica, en la que el consenso es un requisito para la aceptación universal de las nuevas ideas, experimentos y descubrimientos". Alerta roja. La ciencia no se basa en el consenso, entre otras razones porque en la ciencia (al contrario de lo que ocurre en la democracia) no todas las voces tienen el mismo valor. Sólo se reconocen aportaciones de quienes han demostrado ser expertos en una materia, pero no se les considera infalibles. La ciencia progresa gracias a las críticas y la controversia, que obliga a los científicos a buscar más evidencia, no más acólitos. La ciencia es work in progress. Me divierte la irreverente definición de la ciencia del premio Nobel de física Feynman, siguiendo su estilo agudo y desenfadado: "La ciencia consiste en creer en la ignorancia de los expertos". Un sano equilibrio entre el respeto a la evidencia robusta y la búsqueda continua de interpretaciones más satisfactorias.

Así pues, el "Gobierno del diálogo" parece querer instruir a los alumnos en la convicción de que el consenso (uno de los valores que confunde con competencias) conduce a verdades científicas. Según este enfoque, grupos de alumnos perderán el tiempo buscando acuerdos entre ellos sobre temas como el origen del universo o el funcionamiento del ADN. Si consiguen el consenso, supongo que zanjarán el tema confundiendo acuerdo con evidencia. Nada más alejado del método científico cuyo aprendizaje consiste en entender cómo se genera evidencia sólida, las limitaciones de las conclusiones, y cómo se diseña un experimento para poder discernir entre hipótesis diferentes. La ciencia nos dice qué probabilidad tiene una hipótesis de ser cierta, no se dedica a contar cuánta gente la apoya (y menos fuera del ámbito académico).

Pero donde la reforma educativa pone mayor énfasis es en lo que denomina competencias emocionales, en concreto las afectivo-sexuales, y en valores éticos, cívicos y ecosociales. Bajo este paraguas se encubre un adoctrinamiento ideológico, que nada tiene que ver con el enfoque competencial y que es incompatible con sociedades plurales y democráticas.

Montse Gomendio es profesora de Investigación del CSIC y ha sido secretaria de Estado de Educación.

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