Políticas para la recuperación laboral

Todo indica que el deterioro laboral tocará fondo en breve, pero no es posible anticipar todavía cuán rápida e intensa será la recuperación del empleo. Los empleos que se vayan a crear, no obstante, no serán indefinidos ni de alta calidad. Serán “precarios” si nos atenemos a lo que la última EPA y los datos de afiliación, paro registrado y contratación indican, es decir, se darán muchos contratos temporales y a tiempo parcial en sectores poco productivos, ya que los de alta productividad no abundan en España ni se les espera en los próximos años.

Los datos laborales conocidos el pasado viernes indican claramente que el ímpetu de mayo se ha frenado en alguna medida, aunque son comparables a los de meses equivalentes del periodo 2010-2011, en el que parecía que dejábamos atrás la profunda recesión laboral de 2009. En esta ocasión, las previsiones impulsadas por los datos de los dos meses precedentes, se han quedado algo largas, pero aun así, el paro registrado ha descendido en 64.866 efectivos (más cercanos a los 74.000 de julio 2010 que a los 42.000 de julio 2011) y la afiliación a la Seguridad Social ha aumentado en 32.890 efectivos (frente a los 63.000 de julio de 2010 o los 51.000 de julio de 2011). El número de contratos de julio, por su parte, sigue cayendo respecto a los celebrados en julio de 2012, aunque con menor fuerza que en meses precedentes.

Pero lo más revelador es que la contratación indefinida, tanto a tiempo completo como a tiempo parcial, sigue hundiéndose a ritmos muy preocupantes al tiempo que los contratos temporales lo impregnan todo.

Opino que todo empleo debe ser bienvenido, pero la predominancia de contratos temporales y a tiempo parcial en sectores básicos, en la eventual recuperación del empleo que atisbamos todos,debe ser compensada para evitar el enquistamiento de la precariedad por muchos lustros. Una vía para ello es acompañar la generalización de este tipo de empleos haciendo compatibles los ingresos laborales de jornadas más cortas o periodos de trabajo intermitentes con prestaciones parciales o intermitentes de desempleo; y convirtiendo las horas o semanas de ocio laboral en tiempo de formación.

Esto es lo que se ha hecho en Alemania desde 2009. Gracias a estas políticas de acompañamiento, la enorme dualidad que se ha creado en ese país será rápidamente reversible en cuanto se normalicen las condiciones macroeconómicas y financieras, porque los trabajadores han seguido vinculados a la producción y la formación en vez de caer en la obsolescencia. Y la economía sumergida y cientos de miles de pymes han podido sobrevivir. ¿Por qué no se intenta en nuestro país?

El caso alemán a partir de 2009 es especialmente elocuente, sobre todo si se compara con el caso español a partir de 1994. En España, la introducción de los contratos temporales en 1994 (en plena recesión laboral) y su generalización a partir de 1997 provocó una dualidad en el mercado de trabajo español que llegó hasta una tasa de temporalidad del 35% justo antes de la crisis, el doble que la de la UE. Con la crisis, la tasa de temporalidad apenas ha bajado en 10 puntos porcentuales en España. Es decir, la crisis ha reducido la dualidad. En Alemania, la dualidad del mercado de trabajo ha aumentado enormemente a partir de 2009, gracias a la generalización del kurzarbeit y de los minijobs. Es decir, la crisis ha aumentado la dualidad. Pero, en primer lugar, los trabajadores que han pasado a trabajar a tiempo parcial o con contratos temporales reciben prestaciones ajustadas del sistema de empleo, que se ahorra una buena mitad de la prestación completa si estuviesen parados y, además, se forman en sus horas libres o entre trabajos si están en un trabajo temporal a tiempo completo (como si fueran fijos discontinuos con formación intercalada).

En segundo lugar, el rápido aumento de la dualidad que se ha dado en Alemania es reversible porque el hecho de que los trabajadores que participan en el esquema del kurzarbeit mantengan el empleo, un elevado porcentaje de sus ingresos previos y además se formen implica que no están en la economía sumergida, totalmente ociosos o viendo cómo se evapora su empleabilidad por obsolescencia laboral y que en cuanto se supere la excepcionalidad pasaran a trabajos indefinidos y de mayor calidad.

Si se pudiesen llevar a cabo en España este tipo de políticas de acompañamiento se rescataría a muchos trabajadores del desempleo (la vía holandesa) y se evitaría que muchos otros perdiesen toda vinculación laboral (la vía alemana). También se lograría que las empresas pudiesen ajustar más acompasadamente sus plantillas a las, esperemos, mejores condiciones de crecimiento. De hecho, esta capacidad por parte de las empresas estimularía el crecimiento.

Creo que todos tendríamos mucho que ganar si lográsemos instrumentar este tipo de políticas que son sencillas, inmediatas si se cuenta con una “normativa exprés”, y capacidad política y de gestión administrativa para aplicarla, y que ni implican ni una nueva reforma del mercado de trabajo ni una revisión en profundidad de las políticas activas de empleo. Muchos de los elementos de estas políticas ya existen en nuestro ordenamiento, pero por alguna razón no se aplican.

José A. Herce es profesor de Economía en la Universidad Complutense y director Asociado de Afi.

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