Políticos contra ‘millennials’

"Una mujer camina por la calle. Lleva en una caja toda su vida”. La mujer en cuestión se llama Paquita Salas y da título a una de las pocas series producidas por Netflix en nuestro país. La serie la dirigen dos jóvenes españoles, Javier Calvo y Javier Ambrosí, de 27 y 30 años. Juntos se han convertido en aliento de una generación y su filosofía en lema vital de muchos. “Lo hacemos y ya vemos” fue su mejor eslogan, y quería decir que, por muy mal que vayan las cosas, lo importante es arriesgarse e intentarlo. La razón por la que el lema funcionó es que son muchos los jóvenes a los que les va muy mal en nuestro país. Y que los Javis eran, antes de su éxito, dos actores a quienes las cosas les iban tan mal como a la mayoría. Por eso tienen la legitimidad que hace falta para inspirar a otros.

Esa legitimidad para hablar a los jóvenes de tú a tú es precisamente la que han perdido los partidos políticos. Para ellos, el lema parece ser “Si no votas, ni te vemos”. Al menos yo no encuentro otra razón para que exista un pacto de Estado sobre las pensiones antes que uno sobre educación. Es inexplicable que en un país supuestamente interesado por su futuro la educación esté siempre en boca de todos y en manos de nadie. Aunque es normal. Al final, la democracia es un mercado donde solo son verdaderos clientes los verdaderos votantes. Eso lo sabe hasta un político del montón. Eso y que en España hasta los 18 no se vota. También sabemos que la educación obligatoria termina a los 16, que el sexo consentido es legal desde los 16, que cualquiera puede casarse con un menor a partir de 16 (con la autorización correspondiente), que se puede trabajar desde los 16 y que con la crisis demográfica que tenemos encima el interés común estaría mejor resguardado si se votase a partir de los 16.

Por mi parte, he cumplido los 39 y tengo dos hijas, de cinco y ocho años. Y también tengo dos padres que cobran su pensión. Igual que mi padre antes que yo, trabajo desde muy joven, pero lo más seguro es que yo no cobraré una pensión pública. Sin embargo, mis impuestos ayudan a pagar la suya en un país que no se toma en serio la educación de mis niñas. Lástima que el bien común tampoco vote.

Pero no es buen momento para hablar de educación, ahora que los políticos intercambian sus títulos y másteres universitarios como billetes del Monopoly. Todos jugando a quién compró más barato su honor y su currículo. Todo televisado, como si no hubiera jóvenes estudiantes capaces de castigarlos en las próximas elecciones. Pero es que ni los hay ni se los espera. Porque nuestra pirámide poblacional se parece cada vez más a un rectángulo y el voto joven pesa cada vez menos.

Con este panorama, aún hay quien se pregunta cómo es que muchos jóvenes siguen pasando de votar cuando les toca. Yo creo que es porque sus padres hicieron muy bien las cosas y criaron una generación cargada de sentido crítico. Benditos millennials. Y que estos jóvenes son más solidarios que quienes los precedieron, están más preocupados por el medio ambiente, más informados (aunque sea por Internet) y que han llegado a la convicción de que nuestros políticos son unos auténticos idiotas. En sentido clásico, quiero decir. Porque los millennials saben que en Grecia los idiotas eran los que se preocupaban solo de sí mismos, sin prestar atención a los asuntos públicos o políticos.

Por lo demás, sospecho que pocas veces se ha hablado tan mal de los jóvenes como ahora. De los millennials se ha dicho que carecen de compromiso y voluntad, que son frívolos, incultos, que no respetan el trabajo…

Lo más gracioso es que mientras escribo esto hay una enorme pantalla en Times Square, Nueva York, anunciando el lanzamiento del nuevo disco de la cantante española Rosalía (25 años). Que la escritora Luna Miguel (28) celebra que está a punto de publicar su primera novela y que ya ha cerrado varias traducciones. Que José Luis Crespo (24), alias Quantum Fracture, va a publicar otro vídeo sobre física en su canal de YouTube, con más de un millón de suscriptores. Y que la arquitecta Ter (26) nos regalará otro vídeo tan bueno como su Manifiesto en defensa del millennial. Si tengo que ponerle banda sonora a todas estas cosas, elijo una de las Hinds. Ya saben, las chicas madrileñas que lo petan en el extranjero.

¿Saben cómo acaba la segunda temporada de Paquita Salas? La mujer que llevaba toda su vida en una caja, Paquita, interpretada por Brays Efe (30), camina hasta un contenedor y arroja el paquete a la basura. ¿Qué había dentro? Yo creo que guardaba su título universitario, varios cursos de inglés, un máster de verdad, el Erasmus, los prejuicios que despreciaron su talento y todo el miedo al fracaso que cabe en un corazón joven.

¿Entonces qué? Pues que lo haremos y ya veremos. Qué remedio.

Nuria Labari es escritora y periodista. Es autora del libro Cosas que brillan cuando están rotas (Círculo de Tiza)

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