Populismo con características socialistas

An effigy of the leader of the Law & Justice Party (PiS), Jaroslaw Kaczynski holding Premier Beato Szydlo and Polish President Andrzej Duda as puppets. Anna Ferensowicz/Pacific Press/LightRocket via Getty Images
An effigy of the leader of the Law & Justice Party (PiS), Jaroslaw Kaczynski holding Premier Beato Szydlo and Polish President Andrzej Duda as puppets. Anna Ferensowicz/Pacific Press/LightRocket via Getty Images

Académicos y periodistas han cubierto sin cesar el ascenso del nacionalismo populista en Europa, y especialmente el de los gobiernos de línea dura de Hungría y Polonia. Si se dispone de un par de horas y una conexión a Internet, se puede aprender mucho sobre cómo ambos gobiernos han secuestrado los medios públicos, irrumpido en estaciones de televisión y periódicos de propiedad privada, debilitado los tribunales constitucionales, promovido discursos del odio contra judíos, musulmanes y otras minorías, y desatado troles en línea. Sin embargo, seguiríamos siendo incapaces de responder a la pregunta fundamental: ¿por qué estos gobiernos son tan populares?

La respuesta radica en un elemento que la mayoría de los analistas han subestimado: no son gobiernos solo nacionalistas, sino además socialistas.

Piénsese en Polonia, donde el gobernante partido Ley y Justicia (PiS) obtuvo en 38% de los votos en las elecciones parlamentarias de octubre de 2015. En abril de 2018 las encuestas de opinión le daban un 40%, a pesar de su creciente autoritarismo de derechas y las quejas oficiales de la Unión Europea.

El PiS no debe su creciente popularidad solo a su postura antiinmigración. De hecho, la derecha nacionalista católica ha ganado cerca de un 30% de las preferencias en las elecciones polacas desde 1989 con promesas antisemitas, anti-UE, antiinmigración y anti rusas. Lo nuevo del PiS es su cara más moderada.

Al menos en la superficie, el PiS cuenta con dirigentes jóvenes, como el Presidente Andrzej Duda y el Primer Ministro Mateusz Morawiecki, que sucedió a Beata Szydlo (también un rostro relativamente nuevo en la política polaca). Cada uno de ellos fue el producto de grupos focales que apuntaban a una popularidad más amplia. La estrategia funcionó. En 2015, el PiS ganó su base usual, más un 5 a 10% de votantes más moderados.

Y, tras haber atraído a estos moderados, el PiS los ha mantenido ofreciéndoles lo que gobiernos previos no habían querido darles. Aunque la Plataforma Cívica que dirigió el país hasta 2015 surgió del movimiento Solidaridad de los años 80, traicionó a su base de clase trabajadora al impulsar políticas económicas neoliberales extremas. El ex partido comunista hizo algo semejante al abrazar la socialdemocracia en los 90.

En contraste, el PiS ha puesto en marcha la adición más significativa a la red de seguridad social polaca desde 1989: el programa Familia 500+. Lanzado en 2016, refleja el nacionalismo, los valores familiares tradicionales y la conciencia social que el partido busca promover: paga 500 zloty ($144) al mes para el cuidado del segundo bebé y los subsiguientes. Las familias lo solicitan cada septiembre, cuando comienza la temporada escolar. Excepto para las familias pobres, una familia con un solo niño no recibe nada, pero las que tienen dos califican para el beneficio mensual. Las familias con tres niños reciben 1000 zloty, y 500 zloty por cada niño adicional.

El programa ha resultado ser enormemente popular. Cerca de 2,4 millones de familias lo utilizaron en los primeros dos años. El beneficio, equivalente a un 40% del salario mínimo, casi ha barrido con la pobreza extrema infantil en Polonia, reduciéndola entre un 70 y 80%.

Los políticos y parlamentarios liberales proeuropeos no están convencidos: se quejan de que un beneficio familiar tan generoso debilitará los incentivos laborales e inflará el presupuesto fiscal. Sin embargo, las evidencias iniciales sugieren que Familia 500+ en realidad ha aumentado la actividad económica, además de revertir el declive de la fertilidad poscomunista, elevar los salarios (en especial los de las mujeres) y permitido que las familias compren materiales escolares, tomen vacaciones, adquieran más ropas para sus niños y dependan menos de créditos costoso para las necesidades básicas del hogar. Y, gracias al rápido crecimiento económico, el déficit fiscal ha ido bajando, no subiendo.

No es de sorprender que a los liberales les cueste ganar impulso en el electorado. Muchos polacos ven un gobierno que finalmente hace algo por la gente de a pie e, irónicamente, todo lo que pueden hacer los liberales es quejarse de que eso es antidemocrático.

Lo cierto es que Familia 500+ funciona. La tasa de fertilidad de Polonia -que después de 1989 había caído a entre las más bajas de Europa- ha subido a partir de 2016 desde 1,29 a 1,42 por mujer. En su primer año, Familia 500+ significó un estímulo importante para la economía, ya que las familias pobres lo gastaron casi íntegramente en bienes de consumo. Los ingresos de una cadena de calzados crecieron un 44%. Las ventas de vacaciones en familia se elevaron un 14%. En lugar de pedir préstamos para pagar los costosos uniformes que se exige vistan los alumnos, los polacos usaron sus beneficios 500+. Y si bien las tasas de empleo femenino se redujeron cuando las mujeres dejaron sus trabajos con salario mínimo, los sueldos aumentaron marcadamente, en especial para empleados de tiendas.

Visto el importante éxito del programa, otros países lo están imitando. En 2018 Lituania introdujo una versión menos generosa de Familia 500+.

A quienes les importa la democracia en Polonia, Hungría y otros países de Europa y el mundo deben reconocer que a muchos votantes les convence la visión de la derecha nacionalista de un estado social que ponga por delante las prioridades nacionales, atienda a los pobres y apoye a las familias. Los demócratas liberales no pueden excluir a la derecha nacionalista por su xenofobia. Pero sí pueden y deben dejar atrás sus anteojeras ideológicas y aprender un par de cosas de sus adversarios sobre medidas que funcionan para la gente.

Mitchell A. Orenstein is Professor and Chair of Russian and East European Studies at the University of Pennsylvania. He is the author, with Hilary Appel, of From Triumph to Crisis: Neoliberal Economic Reforms in Postcommunist Countries. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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