Por la rotación de lehendakaris

No es bueno gobernar a tenor de lo que digan las encuestas. Hay que tener convicciones y proyectos, y no ser una veleta según venga la dirección del viento. Un político de altura debe ser capaz de poner proa a lo que lleve madurado y considere bueno para su país, incluso defendiéndose de sus propios partidarios. Se lo he escuchado varias veces a Jordi Pujol y a alguno más. Creo que tienen razón.

Pero asimismo me parece un contrasentido querer gobernar al margen de lo que, una y otra vez, está solicitando la mayoría del pueblo. Me temo que es lo que puede suceder si, como parece, al final se conforma un gobierno PSE-PP en Vitoria-Gasteiz. Sostengo que este ejecutivo no solamente es legal y legítimo, sino que tiene una serie de virtualidades positivas que no se le pueden, ni deben, negar. Pero, en mi modesta opinión de simple ciudadano, y más allá de mis opciones políticas bien conocidas, sostengo también que hay otra fórmula de gobierno notoriamente mejor. Es lo que intento mostrar en estas líneas.

Que gobiernen juntos el PSOE y el PP tiene aspectos positivos innegables. El primero y fundamental es la alternancia en el poder y, de manera concomitante con ella, el poner freno al riesgo de que se constituya en Euskadi una especie de PRI (como en México) por la prolongación del mandato del PNV. La alternancia en el poder es una de las bendiciones de la democracia. Permite que circulen las elites en la gobernanza y los ciudadanos de diferente color político-partidista ven a sus representantes, con sus sensibilidades, dirigiendo el país. En el caso de Euskadi, el PSOE no puede ser el eterno Poulidor de Ajuria Enea.

Ciertamente el riesgo del PRI vasco está ahí en la larga lista de organismos oficiales o paraoficiales que controla pero, salvo miopía personal, no parece que los años que lleva el PNV gobernando hayan generado mayores escándalos, comparativamente hablando con lo que vemos, en estas mismas fechas, en otros lares y partidos políticos. No porque las gentes del PNV sean de 'cuerpo santo' sino porque, entre otras razones, el sistema fiscal vasco permite un mayor y mejor control y porque la prensa vasca, en su gran mayoría, no es nacionalista y ejerce su papel de control.

Hay otra razón a tener en cuenta a la hora de valorar positivamente la alternancia en el poder. A veces los nacionalistas no somos conscientes de que entendemos que Euskadi, Euskal Herria, es como un coto nuestro de propiedad privada. Nosotros y 'ellos', los 'otros' vascos. De ahí que nos irrite que la Lehendakaritza pase a los 'otros'. Pero si lo pensáramos bien, además de reconocer, con la inteligencia del corazón, que los 'otros' también son vascos, comprenderíamos que, así, Euskadi, con un lehendakari socialista, es, también, más Euskal Herria.

Por estas y otras razones, entiendo positivo que un socialista alcance la Lehendakaritza.

Sin embargo, creo también que, tras los resultados electorales del 1 de marzo, un gobierno PSE-PP presenta muchos problemas. Empezando, y ahora entenderán la entrada de este artículo, por ser el menos deseado por la población vasca. Lo veíamos en la última encuesta preelectoral realizada por el CIS en enero pasado: ante diferentes alternativas para formar gobierno en el País Vasco, solamente el 4,6 % de vascos optan por la conformada por el PSE-EE y el PP. De todas las opciones que les presenta el Centro de Investigaciones Sociológicas, agencia del Estado español, no se olvide, es la que menos apoyos recibe por parte de los ciudadanos. Los vascos, ya en esta encuesta, optan mayoritariamente por un gobierno transversal, PNV- PSE, PSE-PNV. Lo mismo, y con más rotundidad, lo vamos a encontrar en el último Euskobarómetro (en nada dependiente del mundo nacionalista vasco, como es bien sabido) de noviembre de 2008, donde casi uno de cada dos, el 49 % exactamente, así se manifiestan. Yo no echaría estos datos en saco roto. Reflejan cómo los vascos, en su mayoría, desean ser gobernados: conjuntamente por el PSE y el PNV.

Quienes han tenido la amabilidad de leer mis artículos estos años saben que yo soy uno de esos vascos que apuesta por la trasversalidad. Los hay también en el espectro político, más allá de lo que, en la coyuntura actual, legítimamente, piensen. Lo mostré en el prólogo al libro, recientemente editado, de María Antonia Iglesias, 'Memoria de Euskadi'. He aquí algunos ejemplos. Dirá Atutxa que «la transversalidad, que algunos ven como un término maldito, existe: ni el PP con el PSOE a solas pueden hacer cómoda la vida, ni tampoco la parte nacionalista a solas. Hace falta el entendimiento entre las dos sensibilidades. Por eso falló Lizarra». Patxi López dirá que «el PSE había valorado siempre que, al igual que el PNV no puede o no debe hacer política sin nosotros, nosotros no podemos hacer política sin el PNV. Desde la etapa de Txiki Benegas hasta nosotros (...) ése es el eje central del país». Ramón Jáuregui dirá que «el PNV y el PSOE conforman el eje grueso de la composición sociológica vasca».

Ya en la noche electoral, en TV3 de Catalunya, y a los dos días, en estas páginas, propuse la idea de que se conformara un gobierno de coalición PNV-PSE, PSE-PNV, con rotación del lehendakari: dos años con un lehendakari del PSE y otros dos del PNV. Hoy sigo pensando que es la mejor solución por razones de urgencia inmediata y por razones de fondo a medio y largo plazo. Para empezar, los socialistas ya sabrían lo que es tener un lehendakari de su color político, luego su legítimo sueño de llegar a Ajuria Enea se habría cumplido. Pero deben saber que no tienen detrás la mayoría sociológica del electorado vasco. De ahí la necesidad de un 'arreglo', por utilizar la expresión de Jesús Egiguren: alternar la Lehendakaritza con el PNV.

Hay, para ello, razones de urgencia, decía. Necesitamos en estos tiempos de profunda crisis social, económica, financiera y ética un gobierno fuerte y estable. Y eso reclama aritmética parlamentaria sólida. Lo han pedido los empresarios y los que hacen una lectura no ideologizada de la realidad social. Necesitamos amarrar los proyectos en curso, con la inyección de la savia socialista en el tejido paraoficial vasco. (Sin desperdiciar el enorme caudal de otros partidos, en especial el de las gentes del PP, huérfanas demasiados años de un buen líder, cuestión que requiere tratamiento propio). Cuando estamos a punto de caer en recesión, no podemos permitirnos mayorías de 38-39 frente 37-36, pendientes de que un parlamentario pierda un avión, tenga un ataque de apendicitis o dé a luz a un vástago.

Pero además de la urgencia está el problema de fondo: o construimos el país unos contra otros o lo hacemos unos con otros. O avanzamos hacia la acumulación de fuerzas para vencer al contrario (y el que esté libre de culpa, eche la primera piedra) o nos convencemos de que, teniendo sentimientos de pertenencia diferentes, acentuaciones diversas, hemos de encontrar un ámbito de acuerdo en el que la gran mayoría, al menos dos tercios, se sienta cómoda.

Por favor, léase y atiéndase lo que nos dicen, mil y una veces, los ciudadanos vascos. Según el CIS de enero de 2009, el último estudio hasta la fecha, el 63% de los vascos quieren vivir en un Estado (España) sea como en la actualidad (32%), sea con más competencias (31%), mientras que el Estado independiente es defendido por el 26%. Preguntados directamente si quieren la independencia, el 39% se posicionan a favor y el 45%, en contra. En fin, el 10% se dice español o más español que vasco, el 36% tan vasco como español y el resto, el 48%, vasco o más vasco que español.

Siendo esto así, ¿estamos obligados a que nos gobiernen siempre en coalición? No necesariamente. De hecho ha habido mayorías nacionalistas vascas, y entiendo que ahora que tienen la posibilidad quieran hacerlo otros, con mayoría de signo distinto: llamémosles constitucionalistas si así prefieren. Pero no deben olvidar que, para que les dé la aritmética, ha hecho falta impedir la presencia en el Parlamento vasco, por primera vez, de la izquierda abertzale, sin que nadie haya explicado, convincentemente, por qué EHAK pudo participar y no ANV o Askatasuna.

Añádase a ello que el PSE y el PP solamente se han unido para gobernar en Navarra y en la CAV, cuando están a la greña en el resto de España. Deberían pensar seriamente los políticos socialistas (y me gustaría añadir que algún día también los populares) que no basta con hablar de transversalidad, sino que hay que llevarla a la práctica cuando, como ahora, con tan escasos apoyos en el Parlamento, van a constituir un gobierno en nada trasversal, incierto, débil y que, desgraciadamente, puede fomentar el frentismo en el ámbito nacionalista. Ahora, la pelota está en su tejado. Es su hora.

Javier Elzo, catedrático emérito de la Universidad de Deusto.