Por las truchas del río Salobre

-¿Pero todavía hay truchas en este río?

-¿Qué si hay truchas? Ahora verás…

Pepe Bono retrocede unos pasos dentro del antiguo corral que unía la casa de sus padres, la tienda que les daba de comer y la cuadra repleta de animales. Coge un mendrugo de pan, lo parte en trozos pequeños y los va arrojando con fuerza y puntería por encima de la barandilla de la terraza hasta impactar en el caudal que discurre cristalino, seis o siete metros más abajo. De repente, como por arte de magia o cual ballet de una sinfonía animada por Walt Disney, decenas de elegantes bailarines grises y pardos concurren a la convocatoria con sus cuerpos ondulantes y van engullendo armónicamente las migajas, sin pelear por ellas, sin tan siquiera mostrarse en la superficie. Enseguida se dispersan y la apariencia de vacío vuelve al río.

-O sea que en el río de tu pueblo haces lo mismo que en el de la política española cuando lanzas a los peces unos buenos titulares de tanto en tanto…

El presidente del Congreso de los Diputados se ríe, echando hacia atrás la cabeza y parte del tronco en ese gesto tan suyo que a veces le da hechuras de amigable muñeco articulado. Con su rapidez mental de siempre remata la broma.

-Es que cuando dices algo que la gente está deseando oír, como lo del futuro gobierno de coalición entre el PSOE y el PP, no tiene mérito que se acerquen a escucharte. Los seres humanos responden a los estímulos de lo que les conviene. Sí, igual que los peces.

¡Voto a bríos! Hacía tiempo que le había pedido a Bono que me enseñara este pueblo de la sierra de Alcaraz donde tiene sus raíces, donde pasa sus veranos y donde almacena sus recuerdos. Cuando el otro día David Gistau lo comparó irónicamente con el Colombey-les-deux-Eglises que servía de refugio a De Gaulle mientras esperaba a que le llamaran para ocupar el poder, decidí volver a la carga. Es cierto que sacar ahora lo de la gran coalición, justo cuando el PP parece en condiciones de ganar por mayoría absoluta, suena a truco de feriante; pero también es verdad que en la hemeroteca de EL MUNDO hay constancia de que Bono repite lo mismo cada equis años.

Salobre sólo precisaría de 71 habitantes más para alcanzar a Colombey-les-deux-Eglises -607 frente a 678, según los últimos censos- pero la casa de Bono es el doble de grande que La Boisserie en la que el general recibió a Adenauer para sellar la reconciliación con Alemania tras la II Guerra Mundial. En cambio la vista no se puede comparar, pues ni siquiera con todas sus truchas en perpetua exhibición este modesto afluente del Guadalquivir estaría en condiciones de competir con la majestuosa profundidad de la campiña dominada por la doble cruz de Lorena.

Pero si Colombey es la representación de la Francia profunda, Salobre con sus casitas encaladas en la ladera y el sonido de las fichas del dominó sobre las mesas del bar de la Plazuela bien podría serlo de la España profunda, esa que no vemos nunca en los restaurantes de Madrid y Barcelona. Y la casa de Bono, como la del general, también es la propia de una familia acomodada dentro lo que hasta hace bien poco era un pueblo pobre.

-Nunca pasamos privaciones pero tampoco tuvimos una peseta de más.

Según consta en una placa de azulejo junto a la entrada, la vivienda de los Bono se construyó en el 48 sobre un solar adquirido veinte años antes por mil pesetas y precisó de 4.680 kilos de cal, 480 fanegas de yeso, 5.000 tejas y rasillas, 5 días de carro trayendo toba, 336 jornales de albañil y unos pocos más jornales de peón. Total 29.821 pesetas.

Que nadie espere encontrar aquí ni muebles de diseño ni cuadros caros de pintores famosos. El súmmum es un buen retrato de Bono con su hija pequeña, Sofía, a la que adora, por el que pagó 6.000 euros. Tampoco verán colecciones de relojes, joyas u objetos de marfil. Tan sólo una consola con docenas de navajas de Albacete sujetas con su correspondiente imán y su correlativa anécdota política.

-En unas autonómicas, Agustín Conde me llamó «navajero». Nunca lo hubiera hecho. Le contestamos con un poema, mira aquí está el libro, que describe todo lo bueno que se puede hacer con una navaja. Y distribuimos doscientas mil navajas de bolsillo como esta, ten, quédate una… Dijeron que no eran de Albacete sino made en Hong Kong… Eso era verdad, ah sí, pero las distribuimos.

Lo que abunda por doquier en esta casa son los recuerdos infantiles de su propietario. Desde su más tierna infancia, Bono se comportó como una auténtica urraca, guardándolo todo: desde el escapulario de las Hijas de María que su madre llevaba en las procesiones hasta el trozo de cinta con la bandera española que el gobernador civil cortó al inaugurar un camino rural, pasando por el saludo que el ministro Fraga envió a su padre, alcalde del pueblo durante 17 años, agradeciéndole el pésame por la muerte de un familiar. Y, por supuesto, la Enciclopedia Alvárez, el rompecabezas con el que se podía reconstruir un exótico fondo marino o el álbum de cromos de la película Los Diez Mandamientos que yo mismo coleccioné también a primeros de los 60, extrayéndolos uno a uno de las tabletas de chocolate.

Pero la joya de la corona de esta genuina e intransferible memoria histórica es el libro de caja de la tienda familiar de Tejidos, Paquetería y Ferretería, un volumen de noble apariencia pese a lo raído de sus tapas azules y rojas. Un sistema de tornillos permitía separar el lomo y sustituir unas páginas por otras. También proporcionaba un pequeño espacio en el que el abuelo de Bono guardaba los billetes camuflados con los que pudo ayudar al cura del pueblo durante los peores días de la República.

-Aún suenan en mis oídos las palabras de mi abuelo: «Pepito, guarda el libro que en este hemos aprendido todos».

En las páginas que siguen puestas hay anotaciones manuscritas del propio Bono cuando atendía en el mostrador. «Reparación de un transistor, 500 pesetas», dice una del 71. Cada cliente tenía su página en la que constaba lo que compraba, lo que pagaba y lo que debía. Cuando una deuda quedaba saldada, una línea meticulosamente trazada con un lápiz la tachaba.

-¿Y vosotros debíais a alguien? No sé, a los proveedores… Supongo que compraríais a crédito.

-¿Deber? Jamás. Mira, deber dinero se consideraba una de las mayores ofensas… Cuando mi madre, que estaba embarazada, tuvo el ataque del que después murió y la llevaron al hospital a Alicante, una de sus mayores preocupaciones era decirle a mi padre que tenía pendiente de pagar un molde para hacer magdalenas que había comprado no sé dónde… «Pepe, el molde de las magdalenas lo debemos».

Es fácil entender que, desde esa mentalidad de tendero de pueblo con lápiz en la oreja, Bono sienta especial zozobra y desasosiego ante el déficit público. Y de hecho haya sido la acumulación de deudas por parte de las comunidades, empezando por la suya, lo que le haya llevado a ponerle la proa en los últimos tiempos al Estado autonómico del que durante tantos años fue uno de sus pilares.

-En Castilla la Mancha hay mil médicos que cobran 200.000 euros al año. Y cada mes gastamos 55 millones en farmacia. Y en la escuela de este pueblo hay cinco maestros para 37 niños, cuando antes éramos más y teníamos uno solo… No se puede gastar más de lo que se tiene.

Bono tiene muy claro que la austeridad y el recorte del gasto público se han convertido en una prioridad nacional. Y, con el conocimiento de causa que da haber sido ministro de Defensa, ni siquiera dejaría fuera de esos desmoches el gasto en armamento.

-¿Sabes cuánto cuesta uno de nuestros Eurofighters? 20.000 millones. ¿Y sabes cuántos aviones españoles han entrado en combate en el último medio siglo? Cuatro, cuando bombardearon Belgrado a las órdenes de Solana. ¿Y sabes cuántos de nuestros tanques han entrado en combate durante el mismo periodo de tiempo? Ninguno.

Incluso por encima de la austeridad, Bono atribuye a ese Libro de Caja, que acaricia y hojea como si se tratara de un incunable, su obsesión por la transparencia. Hace 16 años, la Junta de Castilla-La Mancha que él presidía fue pionera al publicar en el Diario Oficial de la Comunidad las rentas y bienes de consejeros y diputados y ahora se siente especialmente orgulloso de que, a partir del 8 de septiembre, vaya a ocurrir lo mismo en el Congreso de los Diputados por iniciativa suya.

Esta mentalidad pequeño burguesa de defensa a todo trance de la honra también explica la actividad infatigable con que Bono ha venido dando réplica a las acusaciones de corrupción planteadas durante esta legislatura contra él, reuniéndose con docenas de periodistas, entregando documentación a sus adversarios políticos -Rajoy incluido- y celebrando las resoluciones del Supremo y otros tribunales que una y otra vez han quitado la razón a sus denunciantes.

Durante todos estos meses hemos investigado desde EL MUNDO las decisiones políticas potencialmente comprometedoras para Bono, desde los pequeños regalos institucionales del ministerio de Defensa hasta sus grandes contratos de armamento, y no hemos encontrado ni lucro personal ni favor alguno a la joyería Tous -vinculada a su ex esposa Ana Rodríguez- o a su amigo el constructor Santamaría. Lo más polémico es todo lo relacionado con la hípica Almenara pues es obvio que sus patrocinadores eran conscientes de la identidad del propietario -igual que lo son los clientes que acuden al despacho profesional de tal o cual diputado-, pero tampoco hemos llegado a detectar contrapartida política alguna, ni pagos que no llevaran aparejado un servicio real.

He dicho más de una vez que la ley debería impedir a un alto cargo poner en marcha una actividad comercial de cara al público mientras dure su mandato e igualmente creo que deberían negárseles a Sus Señorías la gran mayoría de las solicitudes de compatibilidad que les permiten servir a particulares cuando su obligación legal es defender el interés público a tiempo completo. Pero a nadie se le puede aplicar una norma de forma retroactiva.

No pongo pues la mano en el fuego ni por este hombre ni por nadie pero en una democracia quien acusa es quien debe soportar la carga de la prueba y al día de hoy nadie ha demostrado nada que deba lastrar su futuro político. A título indiciario baste añadir que si hubiera acumulado el ingente patrimonio que le atribuye la rumorología, bien tonto sería Bono de pasar la mayor parte de las vacaciones -«no me gusta nada la playa, pero me aguantaré una semana para complacer a mis hijos»- en este más que modesto, humilde, casi frailuno apartamento que se ha acondicionado dentro de la casa familiar de Salobre: un cuarto en el que sólo caben la cama y un sillón de lectura, con una tabla a mano para poder escribir, y una cocinita al lado, pegada a la fuente del corral en la que repostaban los arrieros y sobre cuyo regazo flotan ahora un melón y varios pepinos.

Si no hace demasiado calor, Bono trabajará durante la mayor parte del día en sus memorias -condenadas a best-seller a juzgar por los fragmentos que me ha leído-, y al atardecer, siesta mediante, paseará con el alcalde y otros amigos del pueblo. No parece el plan de un soltero de oro.

Muchas sorpresas tendrá que darnos la naturaleza humana para que a alguien tan puntilloso y metódico como él se le coja en un renuncio que le obligue a dejar la vida pública con el rabo entre las piernas. No, lo que condiciona su futuro político es su progresivo distanciamiento de algunas de las grandes líneas estratégicas del PSOE durante la etapa de Zapatero. En especial todo lo relacionado con los pactos con los nacionalistas, la manera de afrontar el final de ETA y las propias relaciones con el PP. Hasta ahora el estatus de presidente del Congreso le daba una plataforma propia. Pero ¿y después de que el próximo 14 de diciembre, día de su cumpleaños, se constituyan las nuevas Cortes Generales con otro presidente, qué?

-Yo no tengo que demostrar que soy de los míos… Pero no vaya a pasarme lo que al bailarín de Cózar, que es un pueblo de aquí cerca, que reventó bailando y a nadie le dio gusto…

Bono ha recurrido a una de sus estampas favoritas para subrayar su condición de rara avis dentro de la fauna política. Comenta incluso que ni siquiera le importaría dejar de ser diputado, aunque tampoco se quitará de en medio si su amigo Rubalcaba le pide que vaya en las listas. Tras casi cuarenta años de activismo desde los tiempos del PSP que también han dejado un reguero de parafernalia diseminado por la casa -fotos, carteles, cajas de cerillas de aquella primera campaña del 77-, Bono se siente cada vez más ajeno a una dinámica de confrontación política que no ve para nada en la base de la sociedad.

-Desde mi puesto me he fijado bien. Ya no hay diferencias insalvables entre los programas del PSOE y el PP.

Lo dice como si el tiempo le hubiera venido a dar la razón. Bono siempre ha relativizado las fronteras entre izquierdas y derechas, cansándose de repetir que él, como socialista, no se considera mejor que su padre franquista. Hoy, para que termine de entenderle, me tiene preparadas dos viejas carpetas marrones repletas de documentos. De una extrae las fichas de afiliación a la Falange Española y de las Jons de Salobre en los años 40, con sus correspondientes juramentos de defensa de «la unidad de los hombres y las tierras de España». De la otra saca las listas de militantes del PSOE local durante la República e incluso antes. No entiendo muy bien lo que trata de decirme. El sonríe hasta que caigo en la cuenta.

-Ves como muchos de los nombres coinciden… ¡Eran los mismos! Por eso digo que parte de mi genotipo político está en estas dos carpetas.

Protegido por los plátanos que recubren el bar de la Plazuela, Bono desgrana junto a varios convecinos recuerdos de guardias civiles y maquis. El pueblo era y sigue siendo de izquierdas -en las últimas municipales el PSOE le ha ganado al PP no con el habitual 6-1 sino por 7 concejales a 0- pero todos parecen orgullosos de aquel último alcalde franquista a quien rinde tributo una placa en la fachada de la casa heredada por su hijo.

Es probable que sea esta visión de la Memoria Histórica más basada en la continuidad que en la ruptura lo que le permita defender con tanta comodidad la gran coalición entre PP y PSOE para superar la crisis económica y acabar con el «café para todos» de las autonomías. Sabe que no es algo viable a corto plazo porque ahora llega la hora de Rajoy y que a lo mejor se trata de una fórmula de emergencia que no cristalizará nunca. Pero no refrena su imaginación y habla como si ya estuviera jurando de nuevo un ministerio ante el Rey e invitando a sus amigos a la toma de posesión del cargo.

-Sería un Gobierno sin concesiones a la demagogia… El sentido común se apoderaría de la sala del Consejo de Ministros… Sería algo emocionante… Con un enorme apoyo popular.

-¿Quieres decir que acudirían a aplaudir hasta las truchas del río?

-Es que el patriotismo emerge ante la adversidad.

Por Pedro J. Ramírez, director de El Mundo.

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