¿Por qué Andrés Arauz perdió las elecciones en Ecuador?

Tras ganar la primera vuelta con el 32,72% de los votos y de liderar la mayoría de las encuestas hasta la víspera de la segunda vuelta, Andrés Arauz, candidato de Unión por la Esperanza (UNES), una coalición cuyo activo político es el expresidente Rafael Correa, perdió las elecciones a la presidencia del Ecuador frente a Guillermo Lasso, del partido de derecha Creando Oportunidades (CREO). Lasso, un exbanquero conservador y contrario al intervencionismo estatal, obtuvo el 52, 40% de los votos válidos. El resultado todavía sorprende más si se tiene en cuenta que el presidente electo solo obtuvo, en la primera ronda, 32.115 votos más que el tercer finalista, el líder indígena Yaku Pérez, después de un proceso de escrutinio bastante errático y cuestionado, durante el cual se alternaron las posiciones entre Lasso y Pérez a lo largo del conteo.

Desde el inicio de la campaña, el candidato Lasso despertaba algún tipo de resistencia entre el electorado. Pero, para revertir esta situación, CREO apostó por la estrategia diseñada por la consultora Devengo en la que aparecía como un tipo populachero y cercano. Pero el resultado fue más bien desconcertante porqué no casaba con su carácter. ¿Qué pasó, entonces, para que se invierta la tendencia?

Después de la primera vuelta, la campaña cambio por completo. De los aspectos económicos que primaron al inicio, se pasó a un debate público sobre el correísmo y sobre qué candidato tenía más posibilidades de derrotar a la UNES:  a partir de ese momento, las elecciones giraron en torno al eje correísmo - anticorreísmo. Así, Arauz, que hasta entonces se había beneficiado del recuerdo del boom de inicios del siglo XXI gestionado por el gobierno del que él fue ministro, acabó sumido en un debate sobre la tensión social, el abuso de poder, el ataque a los medios de comunicación, la crispación, el autoritarismo y la corrupción. El paso de lo económico a lo político hizo que la herencia de Correa dejase de ser solo un activo para convertirse también en pasivo pues, a la vez que transfirió al candidato los votos de sus incondicionales (ca. 25%), le traspasaba también el rechazo cosechado en algunos sectores.

Conscientes de que el apoyo de Correa tenía sus límites, desde la campaña de Arauz se intentó relegarlo al tiempo que buscaban proyectar un perfil propio para el candidato.  Sin embargo, las intervenciones públicas de un Correa furibundo y poco estratégico, si bien infundían moral en los votantes de la UNES, permitían a CREO alimentar la figura del riesgo autoritario.

El principal error de la campaña de UNES fue no cambiar de mensaje para la segunda vuelta. Mantuvieron el tono brusco, polarizante, y los ataques a Lasso, sin darse cuenta de que esa estrategia no servía para ampliar la base electoral durante una segunda ronda en la que debían acercarse al centro del espectro político y tratar de seducir a electores que les habían sido esquivos. En lugar de construir una nueva narrativa, se centraron en atacar a Lasso. Primero, vinculando la candidatura de Lasso con el impopular gobierno de Lenin Moreno, a pesar de que el presidente llegó al poder en 2017 gracias al apoyo de Correa. Para ello utilizaban imágenes de la represión durante las manifestaciones de octubre, junto a repetidos mensajes en contra del neoliberalismo, el FMI o la corrupción. Segundo, otro de los mensajes de la campaña fue la conexión de Lasso con el feriado bancario, como se conoce en Ecuador a la suspensión de todas las operaciones del sistema financiero, decretada por el gobierno del presidente Jamil Mahuad en 1999. Lasso era entonces ministro de Economía, y las consecuencias de esa decisión supusieron una pérdida de ahorros y una quiebra de empresas que generó unas altas tasas de desempleo y una importante ola migratoria. El tercer eje de la campaña se fijó en sus privilegios por ser banquero, para lo que usaron el esperpéntico proceso de vacunación contra la Covid-19, durante el cual parte de la élite económica se había vacunado al inicio del proceso gracias a su influencia política.

Arauz intentó captar el voto de mujeres, ecologistas o indígenas, pero su credibilidad se veía debilitada por los agravios vertidos contra esos sectores por Correa durante los 10 años que gobernó. Una hemeroteca plagada de rabiosas declaraciones del expresidente sirvieron para inundar las redes después de cualquier intervención pública de Arauz en la que buscaba marcar un perfil propio aproximándose a esos grupos. Tampoco, consiguió convencer a los electores de que sería un buen gestor de la economía. El candidato de UNES no pudo eludir la imagen de suponer un peligro para la dolarización o de poco amigable con el sector privado. Además, a pesar de ser economista, no supo comunicar bien sus propuestas económicas, que pecaron de inconsistentes. Primero habló de financiar el país con dinero electrónico, luego con una ampliación de Derechos Especiales de Giro del FMI, para más tarde querer explicar que dispondría de los fondos del Banco Central en el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, para finalmente señalar que usaría el dinero que el Estado tiene en el Banco Central para incentivar el gasto como mecanismo de reactivación. En este aspecto, Lasso, por el simple hecho de ser banquero –un handicap en otros casos– pudo posicionarse como garantía de la dolarización -aspecto prioritario para la mayoría de votantes- y de mantener buenas relaciones con el sector privado.

El propio Andrés Arauz resultó ser un problema para el candidato Andrés Arauz. La sorpresiva elección de una persona de 36 años que nunca había participado en elecciones, y cuyos méritos se inflaron apelando a sus estudios universitarios y carrera como alto cargo del gobierno de Correa acabó siendo un punto débil para UNES. Su falta de carisma y liderazgo trató de compensarlos con obediencia a la pauta del equipo de campaña, pero esa actitud acomodaticia más bien le pasó factura pues, a la larga, resultaba muy difícil saber quien era el verdadero Andrés Arauz y sus capacidades reales, lo que mermó su credibilidad. Las alarmas sonaron en el debate de la segunda vuelta, un espacio el que debería haberse sentido cómodo al conocer mejor el Estado y su funcionamiento después de sus años de ministro, pero no fue así.

Sus esfuerzos por presentarse como un modesto chico de clase media se desmoronaron al hacerse público que estudió en uno de los colegios más caros y exclusivos del Ecuador, y que su primer trabajo en el Banco Central lo consiguió sin más estudios y experiencia que el Bachelor que hizo en los EE.UU. A ello se sumó una historia confusa sobre licencias e indemnizaciones laborales que hizo tambalear su imagen de paladín frente a unos privilegiados de los que parecía formar parte.

El correísmo, por su parte, no supo aprovechar su capital político para convertirlo en una nueva victoria electoral. La campaña evidenció las limitaciones derivadas de la dependencia que el partido tiene del expresidente, y la necesidad de contar con líderes de perfil propio. Esta derrota no significa, sin embargo, su fin. El mito de los años de bonanza y el discurso justiciero sigue estando vivo, pero no cabe duda de que necesitan un proceso de autocrítica que analice el rechazo que generan, en sectores del electorado, las tendencias autoritarias del expresidente Correa, en lugar de culpar de todos sus males a los medios de comunicación, a Lenín Moreno, o a la guerra judicial.

Francisco Sánchez, director del Instituto de Iberoamérica-Universidad de Salamanca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *