
En apenas cuatro décadas, la economía de China ha alcanzado un nivel sin precedentes de riqueza y desarrollo y, hasta hace poco, su trayectoria ascendente de crecimiento y prosperidad económicos parecía destinada a continuar. Pero, en tanto las presiones políticas y el coronavirus llevan a muchos países –particularmente Estados Unidos- a adoptar políticas más nacionalistas, el esplendor de la globalización pronto podría ser reemplazado por una era pos-pandemia forjada por cuestiones de seguridad nacional y controles fronterizos.
No son buenas noticias para China, que preferiría que el mundo mantuviera la apertura económica que logró en las últimas décadas. Por esa razón, China había trabajado mucho para alinear sus actividades económicas y comerciales con las reglas y normas internacionales. Pero ahora parece que China debe prepararse para un futuro caracterizado por mayores barreras y restricciones comerciales.
Con ese objetivo, el 14 Plan Quinquenal de China deja en claro que el país intentará reducir su dependencia de la demanda externa. La “estrategia de circulación dual” anunciada en el plan, por el contrario, hace hincapié en la dependencia de la enorme población del país. China también planea invertir profusamente en sectores de punta, como la inteligencia artificial y los semiconductores, y trabajar para alcanzar la autosuficiencia en tecnologías esenciales.
Desde afuera existe una profunda sospecha de las medidas de China para aumentar el control estatal sobre su desarrollo económico, como imponer nuevas regulaciones a las empresas tecnológicas y a los mercados de capital. Se teme que el país esté priorizando sus objetivos geopolíticos por sobre la intención de construir una economía de mercado. A algunos incluso les preocupa que China regrese al modelo de desarrollo que predominaba antes de que Deng Xiaoping lanzara la “reforma y apertura” del país.
Estos temores son exagerados. Es poco probable que China regrese a una economía controlada por el estado o que implemente políticas aislacionistas. Por el contrario, el mayor papel del estado en la economía y un giro hacia una autosuficiencia debería interpretarse como una respuesta a un entorno externo cambiante –y, por momentos, hostil.
Este giro probablemente habría sucedido aún si las relaciones sino-norteamericanas no se hubieran deteriorado como se deterioraron, debido a la enorme población de China. Al reconocer el potencial de su propio mercado interno gigantesco, los líderes de China hace mucho que intentan incrementar la demanda doméstica como una manera de protegerse de los cambios externos. En cuanto al progreso tecnológico, una población más grande implica más talento y mayores retornos para la innovación.
Sin embargo, en medio del repliegue de la globalización, la ventaja de China puede ser aún mayor. En un documento de 2018, Klaus Desmet, Dávid Krisztián Nagy y Esteban Rossi-Hansberg demostraron que en un mundo de comercio y migración restringidos entre países, aquellos que tengan poblaciones grandes pueden brindar más oportunidades de aumentar la producción económica a través del comercio interno y la especialización.
Los países más poblados hoy no necesariamente son los más ricos, observan los autores, en gran medida como consecuencia de la migración. Pero si las barreras a la migración crecen mucho, los países populosos superarán a los más pequeños en innovación, aún si estos últimos son más ricos. Como el crecimiento a largo plazo está impulsado por mejoras en la tecnología, esto se traduce en una ventaja económica importante para los países con poblaciones más grandes. Este desenlace resalta lo contraproducente que es el giro hacia adentro de Estados Unidos: es claro que el éxito de Estados Unidos le debe mucho a la migración y a la globalización.
Sin duda, China enfrenta fuertes vientos demográficos de frente: su tasa de natalidad cayó a un mínimo sin precedentes en 2020. Pero pasarán años hasta que los efectos de esta caída tengan un impacto. La demografía de China hoy le da al país una ventaja significativa respecto de Estados Unidos en términos de capital humano para, al menos, los próximos 20 años. Las proyecciones del crecimiento futuro de China sugieren que si China aprovecha esta ventaja –como parece ser su intención- a Estados Unidos le resultará prácticamente imposible impedir el progreso económico de China. En lugar de frustrar las ambiciones de China, las políticas de Estados Unidos alentarán a China a seguir protegiéndose, inclusive repensando su estrategia de seguridad nacional y desviando más recursos a sus sectores de ciencia y tecnología. En el peor escenario de desacople, las dos economías más grandes del mundo terminarán dominando sus propios sistemas de suministro de tecnología, cada uno con sus propias reglas y normas.
Ésta es una posibilidad distintiva. Pero los políticos visionarios deberían valorar cuánto más se podría alcanzar en ambas partes si los países, en cambio, trabajaran juntos. Estados Unidos estaría mejor posicionado si aprovechara las oportunidades que genera el ascenso de China. Y, si bien la población grande de China le otorga una ventaja importante en un mundo desglobalizado, todavía tiene mucho que aprender de las economías más avanzadas, empezando por Estados Unidos. Después de todo, China sigue siendo una economía en desarrollo con un PIB per cápita que representa apenas una cuarta parte del promedio de la OCDE.
En términos más generales, si bien un país más poblado tiene un mercado doméstico importante en el que respaldarse, esto no es un sustituto del acceso al mercado global. De la misma manera, los vínculos con el mundo exterior, como por ejemplo el intercambio de conocimiento e ideas, invariablemente aceleran el progreso tecnológico. Y un sistema económico abierto y descentralizado que fomente la actividad liderada por el mercado es mucho más favorable al proceso iterativo vital para la comercialización de innovación.
Es evidente que China tiene mucho que ganar con un sistema económico global más abierto. Los líderes de China han destacado que no están ni abandonando el sendero del desarrollo liderado por el mercado ni regresando a un modelo económico cerrado –y no hay motivos para creer lo contrario.
Zhang Jun, Dean of the School of Economics at Fudan University, is Director of the China Center for Economic Studies, a Shanghai-based think tank.