Por qué deseo que gane Obama

Cuando mis alumnos me preguntan qué son las «leyes sociales» siempre respondo que sólo conozco una: cada cuatro años hay elecciones en los Estados Unidos; todas las demás «leyes» que se mencionan están llenas de excepciones, incluida la de la oferta y la demanda. Y no tengo duda alguna que esa solidísima tradición democrática es causa de que ese país sea hegemónico desde hace más de cien años, y de seguro lo seguirá siendo bastantes décadas más. Es por ello que las elecciones americanas son siempre, aparte de un ejemplo de democracia, las elecciones de todos, aunque la mayoría no podamos votar. Nunca he ocultado mi posición pro-americana y atlantista y creo, justamente por ello, y en contra de lo que piensan muchos, que es bueno que gane Obama. Pero para justificar esa afirmación es necesario antes cambiar de escenario.

Vayamos a Pekín y a noviembre de 2006, cuando nada menos que 48 jefes de estado o de gobierno africanos (de un total de 53), se reunieron para aprobar un «nuevo tipo de asociación estratégica» con África, un enorme éxito de la diplomacia china que mostraba ante el mundo una red de relaciones internacionales basada en la inmensa capacidad de compra e inversión del gigante asiático y que llevaba tejiéndose más de una década. Muchos intuimos que Pekín estaba articulando un lobby internacional, un caucus alternativo a la liga de democracias que significa la alianza atlántica. Pues bien, su eficacia se ha visto confirmada por un reciente estudio del European Council on Foreign Relations (Richard Gowan&Franziska Brantner A Global Force for Human Rights? An Audit of European Power at the UN) que muestra que, aun cuando la UE ha mejorado la coherencia de su política exterior, su capacidad de convencer se ha hundido. En los años noventa la UE obtenía más de un 70% de apoyo en cuestiones de derechos humanos en la Asamblea General de Naciones Unidas; pero en las dos últimas sesiones el apoyo ha descendido al 48% y 55% respectivamente. Mientras, el apoyo obtenido por China ha subido al 74% y el de Rusia al 76%. En la Comisión de Derechos Humanos de la ONU la situación es peor: la UE ha sido derrotada en más del 50% de las ocasiones. Para una Europa que hace del multilateralismo «onusiano» su instrumento principal, y del respeto a los derechos humanos su objetivo fundamental, se trata de un notable fracaso de su soft power y de su estrategia. Por supuesto Estados Unidos ha cosechado todavía más fracasos (bajando del 50% al 23%), de modo que la conclusión es que la alianza atlántica, que pasó a ser «una buena idea» tras la caída de la URSS, es hoy, de nuevo, una necesidad. Los europeos necesitamos de los Estados Unidos tanto (si no más) de lo que ellos nos necesitan.

Y ahora, volvamos a las elecciones americanas. La guerra de Irak pudo o no ser un error y sólo el tiempo lo dirá, pero es indiscutible que no contó con el apoyo de la población europea o mundial. Ello, sumado a grandes errores tácticos, destrozó como nunca antes la credibilidad de los Estados Unidos y dividió al mundo libre, singularmente a la UE, entre sí, y en relación con los Estados Unidos. Antes de Irak dos de cada tres europeos consideraban deseable el liderazgo americano en asuntos mundiales; dos años más tarde el apoyo era de sólo uno de cada tres. Hoy todavía dos de cada tres europeos rechazan ese liderazgo. Por supuesto son datos anteriores a la actual crisis financiera que pone seriamente en entredicho el modelo liberal que Estados Unidos y la UE representan.

Por supuesto ese rechazo tiene mucho que ver con el del presidente Bush, uno de lo peores presidentes de ese país, demonizado y caricaturizado en Europa incluso más de lo que lo fue Reagan. De modo que, tan pronto Bush ha comenzado a desvanecerse del escenario, se aprecia un claro repunte en el deseo de una mayor cooperación con los Estados Unidos, que sube en Holanda (+9), Reino Unido (+7), Francia (+4 puntos), e incluso España (+3). Al tiempo, Putin, con su política agresiva, ha contribuido a que el apoyo a la OTAN suba incluso más: el 57% de los europeos piensan que es hoy esencial para la seguridad de su país un incremento de cuatro puntos sobre el año pasado (en España ha subido nada menos que once puntos y siete en Alemania y Francia).

Pues bien, como sabemos, la gran mayoría de los europeos (casi siete de cada diez), apoya a Obama, y menos de un tercio se decanta por McCain (aunque sorprenderá a no pocos saber que su mayor apoyo lo obtiene en Portugal, Holanda, el Reino Unido y... España (33%)). Y la consecuencia evidente es que casi la mitad de los europeos cree que las relaciones entre Europa y Estados Unidos mejorarán si Obama es elegido. Creo que tienen razón y tenemos una excelente oportunidad para dejar atrás la fisura política atlántica (y digo política porque la trabazón económica no ha dejado de crecer y España lleva ya más de un lustro invirtiendo masivamente en Estados Unidos aprovechando el dólar barato).

¿Podemos cooperar? Por supuesto que sí. El estudio «Transatlantic Trends 2008» (en el que me baso ahora) muestra una enorme similitud en las preocupaciones de ambos lados del atlántico: dependencia energética, crisis económica, terrorismo internacional, y fundamentalismo islámico, aun cuando hay mayor preocupación en USA por un Irán nuclear y menor por el cambio climático. Nada nuevo, pues hace ya bastantes años que todos los estudios muestran que los ciudadanos de uno y otro lado comparten la misma lista de preocupaciones y en intensidad similar. Tampoco habrá grandes diferencias en la política exterior que desarrollarán Obama y McCain. Salvo con gobernantes ingenuos y/o ideologizados (y vaya si los hay), la política exterior responde a intereses, y los de Estados Unidos son claros. En el medio plazo su principal preocupación es China, Rusia y el juego de grandes potencias emergentes. En el corto, las dos guerras de Irak y Afganistán y la amenaza terrorista. Obama no ha hecho sino matizar sus posiciones a medida que avanzaba la campaña, y la elección del veterano Joe Biden es un guiño manifiesto hacia el realismo político. Temas cruciales para nosotros, aunque la agenda de seguridad ha quedado marginada hoy por la magnitud de la crisis económica, que es sin duda lo que decidirá el resultado, y que viene a reforzar claramente el mensaje de cambio y anti-establishement de Obama.

En resumen, creo que es bueno que gane Obama por tres razones. Para comenzar, porque un presidente afroamericano (aunque sea atípico) es el símbolo más fuerte que cabe pensar de la América de las oportunidades y del triunfo del esfuerzo personal, de la América abierta, y por ello un notabilísimo refuerzo de la legitimidad de su modelo social. En segundo lugar porque Obama casi garantiza el entendimiento atlántico y la posibilidad de recobrar un liderazgo mutuo, hoy perdido, pero más necesario que nunca. Y una última razón, más pragmática. En julio pasado, en Berlín, recordando el Ich bin ein Berliner de Kennedy, y hablando como «ciudadano del mundo», Obama le dijo a Europa que «la carga de una ciudadanía global continúa uniéndonos», «América no tiene mejor socio que Europa», y ésta debe compartir esa carga. Pues bien, cuando Obama venga a Europa a pedir ayuda para Afganistán, para Osetia, Turquía, Ucrania, Irán, Corea, Irak o Darfour, y lo hará, sin duda, será más difícil que los europeos le digan no.

Si fuera ciudadano de los Estados Unidos no sé a quien votaría, ni me importa. Pero como soy ciudadano español y europeo, creo en esa «ciudadanía global» y que nuestro mejor socio son los Estados Unidos, deseo que Obama tenga mejor suerte.

Emilio Lamo de Espinosa