Por qué el asesinato de Daria Dugina es una mala noticia para el Kremlin

Al contrario de lo que se suele creer fuera de Rusia, Duguin no es ni asesor ni cerebro de Putin. No es alguien con acceso al Kremlin ni tampoco una figura con peso político propio en Rusia. Pero eso no significa que sea irrelevante. No lo es. Y el asesinato de su hija Daria, en un atentado probablemente dirigido contra el propio Duguin, augura tiempos agitados en Moscú.

No hay, de momento, ninguna certeza sobre la autoría del ataque. Pero, dada la proyección mediática de Duguin, han circulado todo tipo de hipótesis desde el mismo momento de producirse. Ninguna de ellas es, en mi opinión, particularmente tranquilizadora para el Kremlin. La más apuntada desde el principio es que se trata de una acción ejecutada u organizada por el FSB (servicio de seguridad heredero del KGB). Pero, incluso ésta, transmite la imagen de un régimen de Putin potencialmente inestable por las tensiones internas.

La idea de que el FSB podría estar detrás del atentado empezó a circular, rápidamente, por la sencilla razón de que las purgas violentas han sido frecuentes desde que el Kremlin lanzó su intervención militar encubierta en el este de Ucrania en la primavera de 2014. Así, buena parte de los líderes de la primera hornada de la insurgencia rusa en el Donbás (Mozgovoy, ‘Batman’ Bednov, ‘Givi’, ‘Motorola’ o Zakharchenko) han muerto en oscuros atentados nunca aclarados. Y quien fue el líder militar de todo aquello, Igor Girkin, veterano de varias guerras en la periferia rusa y operativo del FSB, tuvo que poner pies en polvorosa para no acabar igual.

En los últimos meses, Girkin, también conocido por sus alias ‘Strelkov’, se ha convertido en una de las pocas voces abiertamente críticas con los mandos militares responsables de la intervención rusa en Ucrania y una voz popular en las redes sociales. Girkin no se opone a la invasión. Todo lo contrario. Lo que critica es el pobre desempeño de las fuerzas armadas rusas y su incapacidad para alcanzar sus objetivos. Girkin, de ideología abiertamente fascista, se ha convertido en una figura que podría galvanizar al ultranacionalismo ruso descontento con el Kremlin. De ahí, quizás, su extraña detención el pasado 13 de agosto en Crimea cuando, presuntamente, pretendía alcanzar el frente para unirse a los combates.

En el submundo del ultranacionalismo ruso, Duguin sí que es una de las caras visibles. De ahí la interpretación del posible mensaje del atentado. Sin embargo, ni Duguin ni su hija han desafiado abiertamente al Kremlin ni la jerarquía política y criminal impuesta sobre el terreno en Donbás. Y no es lo mismo hacer volar por los aires en Donbás a pequeños criminales convertidos en caudillos que en Moscú a una tertuliana de televisión con proyección internacional.

Además, el FSB afronta una situación complicada al ser el servicio responsable de los graves errores de inteligencia que condujeron al estrepitoso fracaso del asalto a Kyiv en los primeros compases de la guerra. Si alguien construyó en el Kremlin la percepción de que la captura de Ucrania sería un paseo y que el gobierno de Zelensky se desmoronaría en pocas horas, ese fue el FSB. Y dentro del esquema de infiltración del FSB en la política y sociedad ucranianas, Duguin sí jugó cierto papel, en particular, en lo relativo al Donbás.

Y esto es así porque la rama juvenil del Movimiento Eurasia liderado por Duguin ya había establecido delegaciones en el este de Ucrania en 2005 y había mantenido relaciones activas con la (entonces minúscula y marginal) organización ‘República de Donetsk’ (‘Donetskaya Respublika’), germen intelectual de la República Popular de Donetsk inventada en 2014 para dar una pátina de legitimidad a la intervención militar rusa. De esta manera, en un contexto de posibles purgas, cabría intuir que alguien quizás tiene interés en borrar rastros.

A media tarde del domingo 21 de agosto, a través de su canal de YouTube, el exmiembro de la Duma rusa, Ilya Ponomarev, hoy exiliado en Kyiv, atribuía la autoría del atentado al denominado “Ejército Nacional Republicano” de Rusia. Una organización que estaría compuesta por activistas rusos opuestos a la guerra y al régimen de Putin y que, según Ponomarev, estarían detrás de los sabotajes sufridos por Rusia en los últimos meses. Este ‘ejército’ tendría conexión con la legión rusa que combate en Ucrania del lado de las fuerzas de Kyiv.

Conviene ser muy cauteloso con ésta y las demás posibilidades. De momento, son todas meras conjeturas. Pero si esta hipótesis en particular fuera cierta, su impacto político, e incluso psicológico, sería mucho mayor. Ahora bien, no resulta claro por qué elegirían a una figura como Duguin (o su hija), mucho más populares fuera de Rusia que dentro. Y, precisamente por esta razón, es por lo que puede resultar más sencillo para el Kremlin construir alguna narrativa ad hoc para desviar la atención de lo sucedido, si es que se ha tratado de un fallo de inteligencia y seguridad en la región de Moscú.

De igual forma, que la víctima haya sido la hija de Duguin (o él mismo) es lo que invita a considerar, en principio, poco probable la autoría ucraniana del ataque, por mucho que la maquinaria mediática rusa pueda insistir en ello. De hecho, si fuera así, resultaría muy inquietante para el Kremlin que operativos ucranianos fueran capaces de golpear de forma selectiva en el mismo Moscú.

En definitiva, salvo que el asesinato de Daria Duguina (o su padre) se haya decidido al más alto nivel para enmascarar o justificar algo que se producirá en los próximos días o semanas, un atentado en Moscú no parece una buena noticia para el régimen de Putin estos días. Quizás el invierno se presente mucho más crudo y duro en Moscú que en Europa, pese a sus grandes reservas de gas.

Nicolás de Pedro es experto en geopolítica y jefe de Investigación y Senior Fellow del Institute for Statecraft.

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