Por qué el Brexit hará daño a Europa

Por qué el Brexit hará daño a Europa

El reloj avanza hacia el 29 de marzo y la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Sea “duro” o “suave”, el Brexit parece destinado a hacer que el país sufra un periodo de graves turbulencias económicas. Pero Gran Bretaña ha sobrevivido a crisis mucho mayores y superará esta en algún momento. Para mí, la verdadera pregunta es lo que significará el Brexit para el futuro de Europa.

Es casi seguro que la “idea europea” sobrevivirá. La UE no se estremecerá tras el Brexit y superará las consecuencias económicas de la salida del Reino Unido. Pero el Brexit afectará el papel de Europa en el mundo de una manera que los europeos parecemos no calibrar bien. Tal vez la reciente decisión de la administración del Presidente estadounidense Donald Trump de rebajar el estatus diplomático de la misión de la UE en Washington sea una muestra de las cosas por venir.

No se puede pasar por alto el trasfondo geopolítico en el que ocurre el proceso del Brexit, y puede desempeñar un papel importante en su impacto sobre la UE. El hecho más prominente es que el equilibrio político y económico del mundo está cambiando del Atlántico al Pacífico, tendencia de la que no se puede responsabilizar a populistas como Trump. Después de todo fue el Presidente Barack Obama quien habló de Estados Unidos como un país del Pacífico más que del Atlántico, mientras sus predecesores habían hablado siempre de EE.UU. como un actor “transatlántico”. Si bien podemos estar viviendo en un mundo “G-Cero” sin que ninguna potencia asuma la responsabilidad global, el mañana puede ser un mundo G-2 en el que Estados Unidos y China compitan por el dominio mundial.

Los europeos, y aquí incluyo a los británicos, enfrentan la interrogante de si (y cómo) mantendremos la soberanía entre estos nuevos centros de poder rivales. Con la posible excepción de las políticas climáticas, Europa ya es un espectador en la mayoría de los conflictos y asuntos mundiales. Entre ellos está la inminente reanudación de la carrera armamentista nuclear que Trump y el Presidente ruso Vladimir Putin parecen decididos a impulsar, así como la violenta situación en Oriente Medio. En lugar de recurrir a Europa frente a la retirada de las tropas estadounidenses de Siria anunciada por Trump, los grupos rebeldes que luchan contra el Presidente Bashar al-Assad, aparentemente por los valores de la libertad y la democracia, se están volviendo hacia Rusia y Turquía.

Después del Brexit, nos podemos encontrar en un estado más peligroso, porque el mundo mirará a los europeos como actores todavía más enclenques. Incapaces de coordinar nuestras acciones y enmarcar nuestros intereses, parece quijotesco esforzarse por convencer a otros de nuestra visión de mundo. Es más, con el Brexit la UE perderá un miembro con siglos de redes diplomáticas, y una potencia económica y nuclear con fuerzas armadas de primera clase.

Todo esto debería bastar para usar las semanas restantes hasta el 29 de marzo (y quizás más allá) para buscar acuerdos que limiten los daños del Brexit. Es evidente que las probabilidades de éxito no son muchas. Para la mayor parte de la oposición laborista, Europa es mucho menos importante que derribar a la Primera Ministra Theresa May. Mientras tanto, muchos de los conservadores gobernantes (y también, por desgracia, algunos laboristas) alcanzarán su objetivo del Brexit no haciendo nada. Y parece improbable que se logre una mayoría parlamentaria para un Brexit “suave” negociado, porque ello dejaría el futuro del Reino Unido completamente en manos de la UE al negociar los términos de su continuidad en el mercado único.

¿Qué deberían hacer los europeos entonces? Puede ser factualmente correcto señalar con un encogimiento de hombros que el Reino Unido se puso a sí mismo en esta posición, debido a la temeraria conducta de su elite política. Pero esa postura no ayuda a nadie. No solo la población británica, sino Europa como un todo, sufrirá las consecuencias del Brexit. Para alcanzar una solución que mantenga al Reino Unido tan cerca de la UE como sea posible, los europeos debemos reconocer que lo que ocurra el 29 de marzo nos afecta a todos.

Más específicamente, los partidos socialdemócratas europeos deberían acercarse a los laboristas y su líder euroescéptico Jeremy Corbyn. Los conservadores y liberales alemanes, junto con el Presidente francés Emmanuel Macron, deben aproximarse al gobierno irlandés sobre las posibles consecuencias de un Brexit duro, principalmente una frontera marcada entre Irlanda e Irlanda del Norte, y un resurgimiento de la violencia en la isla. Impedir esto era el propósito del “backstop”, o salvaguarda irlandesa, en el acuerdo de salida de May con la UE, que fue rechazada rotundamente el 15 de enero en el Parlamento británico.

Los europeos también nos debemos preguntar si podemos acordar un mejor tratado entre la UE y el RU que el que tenemos hasta ahora. Quizás hay otras maneras de reafirmar a Gran Bretaña que habrá un tratado de seguimiento aceptable para ambos lados y que no tome de rehén a ninguno de manera permanente. Y tal vez haya margen de maniobra sobre la libre circulación al interior de la UE. Después de todo, no solo el gobierno británico, sino también consejos de ciudades y alcaldes alemanes desean más y mejores instrumentos para mitigar el impacto de la migración en nuestros sistemas de seguridad social. La libre circulación no excluye el manejo de esta libertad.

A medida que se acerca del plazo del 29 de marzo, la UE debería dejar claro que el reloj se puede detener si el Reino Unido necesita más tiempo. No sería ninguna novedad en las negociaciones internacionales. Incluso la fecha de las elecciones para el Parlamento Europeo de este año no debería ser un obstáculo irremontable. Es tiempo de creatividad política. Debemos aprovechar cualquier posibilidad de éxito, con todo lo contrarias que puedan ser las chances. El precio de un Brexit caótico es demasiado alto para que nadie en Europa lo acepte con liviandad.

Sigmar Gabriel, former German Minister of Foreign Affairs, is a member of the Bundestag. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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