¿Por qué el juicio a la alimentación vegana es tan virulento?

La semana pasada nos alarmamos mucho por titulares alertando de la peligrosidad de la alimentación vegana para el desarrollo y salud del cerebro por ser deficiente en colina, basados en un texto (no en un estudio científico, como se ha llegado a afirmar) que una doctora que forma parte del Meat Advisory Panel remitió a la revista BMJ. Ese clarísimo conflicto de interés no fue incluido en la publicación original y el BMJ tuvo que rectificarlo a posteriori. Ahora si se puede leer (En Footnotes, Competing interests).

No voy a entrar en valorar la motivación que dicho panel puede tener en pagar para publicar en abierto esa opinión en el BMJ y encargarse de que se haga una amplia distribución a los medios, sin citar el conflicto de interés hasta que les fue requerido. Creo que es bastante obvio. Y ojo. Los conflictos de interés no son malos per se, ni hay quien esté libre de ellos. Lo malo es que condicionen o tergiversen un mensaje.

Tampoco voy a centrarme en las omisiones curiosas de la doctora Derbyshire al olvidar en su lista de alimentos ricos en colina a la soja (uno de los más reseñables), por ejemplo, para pasar directamente a las almendras.

Ese texto no solo dio lugar a noticias con titulares amarillistas, también tenemos artículos burlescos y claramente ofensivos (además de con errores técnicos graves) hacia el colectivo, que no toleraríamos jamás dirigidos a otras minorías, pero que cuando ridiculizan a los veganos campan a sus anchas por la prensa nacional con la complacencia y el aplauso de demasiada gente.

No hay ni una sola alerta sanitaria por déficit de colina en población vegana, no obstante un texto de una persona que trabaja para un lobby bastante significativo en relación al tema fue suficiente para lanzarse a titulares cuando menos poco acertados, artículos de opinión jocosos y noticias alarmistas. Independientemente de cuál sea vuestra opción dietética o estilo de vida, esto nos tiene que rechinar.

Y pocos días después, tuvimos el segundo round: se publica un nuevo estudio prospectivo fruto de las cohortes del EPIC-OXFORD que observa el riesgo de isquemia cardiaca e ictus en consumidores de carne (meat eaters), consumidores de pescado (fish eaters) y vegetarianos. De nuevo la prensa se hace eco del mismo con titulares que insisten en el “mayor riesgo de ictus” de los vegetarianos, sin alusión ninguna al riesgo un 22% mayor que tienen los consumidores de carne de padecer enfermedad coronaria, que es otra de las conclusiones del mismo estudio. Los titulares y las redes sociales se centran en el primer mensaje y ya si acaso en el cuerpo de la noticia dan el resto de información.

Y sí, un titular que rezara “Un estudio señala que los que consumen carne tienen un 22% más de riesgo de tener una enfermedad cardiaca isquémica que los vegetarianos” sería igual de parcial, al hablar de este trabajo en concreto. Pero eso no sucede. Y estaría más justificado, porque la relevancia estadística es mayor en este punto que en el del ictus.

Los propios autores no tienen establecida la causa de este resultado. Apuntan a tasas más bajas de colesterol LDL, o a otros nutrientes (B12, omega 3…) como posibles factores relacionados, pero sin una causalidad clara. Y afirman que se necesitan más estudios y confirmar este aspecto en otras poblaciones, ya que el EPIC-OXFORD se lleva a cabo con población que reside en Reino Unido.

Si tuviera que especular, y subrayo lo de “especular” para que quede claro que lo que viene a continuación no es más que una hipótesis basada en mi experiencia personal, yo apuntaría a la B12. Me explico: sabemos que un déficit de B12 aumenta los valores de homocisteína y que la hiperhomocisteinemia se relaciona con un aumento significativo del riesgo de trombosis y accidente cardiovascular. Parece pausible que esa diferencia pueda deberse a una mala suplementación de la vitamina citada, o que fuera una de las causas. La propia publicación no se moja a la hora de atribuir ese resultado a la dieta en sí y no a otros factores.

En ese caso, el mensaje por parte de los sanitarios debería ir enfocado a insistir y facilitar información sobre la correcta suplementación y la correcta determinación de estatus de B12 en esta población (consejo que siempre será positivo, sea o no la B12 la causa de la diferencia estadística de la que hablamos). No a desalentar el modelo dietético, por un resultado negativo bastante modesto, obviando además los beneficios. De hecho, siguiendo esa línea, lo coherente sería desalentar la dieta tradicional porque la vegetariana tiene un 22% menos de riesgo de accidente cardiovascular, según el mismo trabajo. Una diferencia más alta que la del caso del ictus, insisto. Y sin embargo no barajamos dar ese mensaje, ni hay cabeceras de prensa nacional instando a la gente a volverse vegana por el riesgo de ataque al corazón que entraña la dieta omnívora.

Y no, yo no creo que debamos desalentar la dieta tradicional con ese argumento (por si alguien lo ha entendido así), ni con ninguno similar. De hecho, cualquier persona con formación en ciencia estará de acuerdo en que aconsejar o demonizar un estilo de vida basándose en un solo estudio observacional es un completo error y una falta de profesionalidad tremenda.

Creo que debemos dar consejo de alimentación saludable, teniendo en cuenta todas las opciones. Y según a que población nos estemos dirigiendo, hacer hincapié en los puntos débiles más prioritarios. Por ejemplo, si nos dirigimos a población general, dado lo que conocemos de la dieta habitual de los españoles, es buena idea insistir en el aumento del consumo de legumbres y la reducción de los cárnicos procesados. Y si nos dirigimos a población vegetariana, es buena idea insistir en que se tomen la B12 una vez a la semana. Por poner dos ejemplos sencillos.

Luego hay mensajes que no difieren de un grupo a otro, por ejemplo “cuanto menos alcohol, mejor” o los consejos sobre limitar el consumo de ultraprocesados.

Lo que no es defendible es ni decir “la dieta tradicional causa diabetes y cáncer de colon, haceos vegetarianos”, ni “la dieta vegana causa ictus o afecta al desarrollo del cerebro, comed carne”. Ambas afirmaciones son falaces y sobre todo irresponsables, pero curiosamente titulares del corte del segundo nos los encontramos en prensa día sí y día también sin que se inmute casi nadie, al contrario, parece que hay afán en alentarlo. Os conmino a pensar un poco sobre la diferente vara de medir.

Por otro lado, para animar a la población a pasarse a una dieta vegetariana, si es esa nuestra intención, no hace falta recurrir a temas de salud. Los argumentos más potentes son políticos y éticos, y son los que motivan a la mayoría de veganos. El debate está ahí, en el trato a los animales, en la deforestación, en el efecto invernadero… no en la salud.

En temas de salud lo importante es facilitar un consejo dietético adecuado a quienes han decidido hacer un esfuerzo extra en su consumo por el bien común. Exactamente igual que hacemos con el resto de población: informar sobre cómo llevar una dieta tradicional saludable, que alimentos priorizar y cuales evitar o limitar. Ni más, ni menos.

En relación a la salud, hoy sabemos que un patrón de alimentación vegetariano o vegano bien organizado, es perfectamente saludable. Y que mal organizado o con una mala elección de alimentos, puede dar lugar a problemas de salud.

Este párrafo de arriba es exactamente aplicable a una dieta tradicional con alimentos de origen animal: sabemos que una alimentación “omnívora” es perfectamente compatible con un buen estado de salud, siempre y cuando esté bien organizada y se haga una buena elección de alimentos. De lo que pasa cuando se hace mal, tenéis los hospitales llenos.

De cara a la prensa y a los divulgadores, yo les pediría un ejercicio sencillo: ¿escribes titulares o artículos similares para condenar la dieta tradicional al completo (no un aspecto concreto) basándote en premisas parecidas? Y si, estudios científicos que relacionan parámetros dietéticos en población general (y por tanto que lleva una dieta tradicional) con riesgos de salud se publican con muchísima más frecuencia que los que incluyen a población vegana o vegetariana.

Dejo que respondáis vosotros.

Lucía Martínez Argüelles es dietista-nutricionista

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