Por qué el mundo debería aprender sobre ‘Heimat’

Pantaloncillos lederhose y vestidos dirndl entre las tradicionales galletas de jengibre del Oktoberfest en Múnich Credit Michaela Rehle/Reuters
Pantaloncillos lederhose y vestidos dirndl entre las tradicionales galletas de jengibre del Oktoberfest en Múnich Credit Michaela Rehle/Reuters

Después de kindergarten y schadenfreude, llegó la hora de que otra palabra alemana entre a nuestro vocabulario: Heimat. Los diccionarios traducirán Heimat (que se pronuncia [jáimat]) como “hogar”, “país natal” o “patria”, pero ninguna de esas palabras captura el verdadero significado del término.

Heimat no solo describe un lugar geográfico, sino un estado de pertenencia. Es lo opuesto a sentirse extranjero; para la mayoría de los alemanes, se mezcla con el olor de las galletas navideñas de la cocina de mamá. Heimat incluye el paisaje que te marcó, la cultura que te informó y la gente que te inspiró mientras crecías.

Para muchas personas, es la forma más suave de patriotismo y hace mucho inquietó a escritores románticos de Alemania como Novalis, Hölderlin y Eichendorff. Posteriormente, los nazis se apropiaron del amor por Heimat y lo convirtieron, según su propio criterio, en un odio homicida hacia aquellos que no encajaban. Después de la Segunda Guerra Mundial, Heimat tuvo un nuevo propósito: ser una cobija que inducía la amnesia y servía para cubrir los horrores y la culpa con películas alpinas cursis y románticas.

En la actualidad, Heimat regresa con un nuevo disfraz, en el centro de un gran conflicto que da forma al mundo poscomunista: la identidad contra la diversidad. Los especialistas y los políticos debaten su importancia; un partido ha propuesto que Alemania incluso necesita de un Ministerio de Heimat.

Horst Seehofer, el ministro presidente de Bavaria —un estado que, con sus vestidos dirndl y lugares de retiro en las montañas, es el hogar de Heimat, por así decirlo—, fue puesto a cargo de un nuevo “superministerio” que se ocupa del interior, la infraestructura y Heimat. Los miembros de la joven y urbana comunidad tuitera de inmediato ridiculizaron la maniobra. ¿Todos tendremos que usar pantaloncillos lederhose y comer nuestra porción semanal de chucrut?, cuestionaron.

Esta fue una reacción mediocre ante una idea que podría ser enriquecedora. Si se interpreta de una manera prudente y moderna, una pequeña dosis de Heimat podría servir para que Alemania evite andar por el mismo camino de degeneración política que han seguido Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, el redescubrimiento de Heimat rendirá frutos solo si el término se redefine una vez más.

El proceso está en marcha. En esta nueva concepción, Heimat sería el refugio de un mundo agitado. En pocas palabras, Heimat es un concepto opuesto a “globalismo”. Para poner un solo ejemplo, en la actualidad, una revista alemana llamada Landlust (cuya traducción podría ser “placer campirano”) es la publicación más vendida del país. ¿Su enfoque? Enseñar a los lectores cómo cortar su propia leña o cómo preparar compota de pera del modo tradicional; es una forma inocente e incluyente de Heimat.

Sin embargo, Heimat también corre el riesgo de servir de justificación para excluir al otro con el objetivo de mantener la pureza de lo “propio”. Heimat es la razón por la que muchos votantes apoyaron al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (mejor conocido como AfD), en su batalla contra los “invasores” musulmanes.

El AfD está intentando defender el concepto de Heimat mediante la difusión del temor a que los extranjeros que llegan en hordas acaben con el Volk (pueblo) alemán de una vez por todas. Cada vez más alemanes se están sumando a este entendimiento excluyente de Heimat. De acuerdo con una encuesta, el AfD acaba de alcanzar un índice de popularidad del 16 por ciento, con lo cual remplaza a los afligidos socialdemócratas de centroizquierda como la segunda fuerza política más grande en Alemania.

Heimat es lo que anhelan las personas que votaron por Trump y las que apoyaron el brexit, quienes acusan a sus élites políticas de haberlos abandonado. El causante de la polarización y la fuente de envenenamiento social en estos países ha sido una alienación mutua y autosuficiente. Tanto la votación por Trump como la del brexit se han explicado como una división que enfrenta a la ciudad con el campo, pero la escisión trasciende la geografía. Más bien, surge del choque entre la mentalidad que considera que el “cambio es perder” y la que entiende que el “cambio es ganar”, lo que ha dividido a pueblos y metrópolis por igual.

La globalización también ha afectado la vida urbana y rural en Alemania. Cuando las tasas bajas de interés provocan que cierre la pequeña sucursal de un banco rural, los residentes locales pierden más que solo un lugar donde retiran efectivo: pierden una institución social. Además, cuando los parques y las estaciones de trenes en las ciudades se vuelven lugares de reunión para migrantes y, ya sea por coincidencia o no, focos de criminalidad, la gente se siente menos segura.

El “Ministerio de Heimat” es una señal de que el gobierno federal ha comprendido este peligro político más amplio. Los líderes de la gran coalición perciben un riesgo en servir a los intereses de muchos grupos sociales distintos si al mismo tiempo una buena parte de la sociedad se siente olvidada. La crisis de la zona euro incluyó rescates financieros de otros países; la crisis migratoria tuvo rescates financieros para los recién llegados.

¿Dónde estuvieron los rescates financieros para los trabajadores despedidos y los cierres de bancos en ciudades pequeñas? Estas experiencias sirven de advertencia para el siguiente mandato de Merkel: tendrá que equilibrar las necesidades del mundo exterior con los intereses del Estado nación… o pagará el precio.

La tolerancia se evapora cuando los valores de la mayoría parecen estar bajo amenaza. En este sentido, fortalecer una versión liberal de Heimat, una que se oponga a la impresión de que la cultura nativa está en peligro, en verdad puede ayudar a integrar a los extranjeros.

Las nociones contemporáneas de Heimat ya no solo son la conexión emocional a un lugar o credo, y por supuesto que no conllevan dibujar líneas para excluir a los extranjeros, mucho menos expulsar a la gente que ya es parte de una comunidad.

Sin embargo, estas nociones implican lealtad a los cimientos de la sociedad moderna de Alemania: la Constitución de la posguerra, la ley fundamental. Una persona que pueda celebrar esto como parte de Heimat, es una persona feliz, vista pantaloncillos lederhose o no.

Jochen Bittner es editor de política en el periódico semanal Die Zeit y escribe artículos de opinión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *