Por qué el mundo necesita bancos nacionales de desarrollo

El respaldo a los bancos nacionales y multilaterales de desarrollo ha crecido a nivel mundial en los diez años posteriores a la crisis financiera global. Y el continuo éxito de los bancos nacionales de desarrollo (BND), en particular, será vital para alcanzar un crecimiento económico más sostenible en el futuro.

Los bancos de desarrollo ayudan a contrarrestar la naturaleza pro-cíclica del sistema financiero privado, que presta demasiado en los buenos tiempos y raciona el crédito durante las crisis. Muchas veces el sector privado tampoco ofrece financiamiento suficiente para las empresas pequeñas e innovadoras y para proyectos de infraestructura. Tampoco apoya lo suficiente las inversiones en actividades innovadoras, el crédito a los pequeños productores y los proyectos ambientales que se necesitan con urgencia para que las economías sean más dinámicas, incluyentes y ambientalmente sostenibles.

Si bien los gobiernos ofrecen su capital accionario, los bancos de desarrollo obtienen el grueso de sus fondos en los mercados de capital nacionales e internacionales. Es más, los préstamos de esos bancos normalmente están cofinanciados por el sector privado, lo cual es particularmente útil para los gobiernos que enfrentan restricciones presupuestales durante y después de las crisis económicas.

El Banco Mundial y los bancos multilaterales de desarrollo regionales (BMD) aumentaron marcadamente su financiamiento a los países miembros durante y después de la crisis financiera de 2007-2009. El Banco Europeo de Inversiones, el BMD de mayor tamaño, duplicó sus desembolsos y juega un papel central en la implementación del llamado Plan Juncker de la Comisión Europea, que apunta a generar 500.000 millones de euros (561.000 millones de dólares) de inversión adicional en la Unión Europea para fines de 2020. Por otra parte, la reciente creación de otros dos grandes BMD –el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Nuevo Banco de Desarrollo fundados por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)- contribuirá aún más a una combinación público-privada más equilibrada en el financiamiento del desarrollo.

La crisis financiera también instó a algunos gobiernos europeos, africanos y asiáticos a crear nuevos BND, y a otros países a expandir los suyos. Como resultado de ello, los activos totales de los BND alcanzaron aproximadamente los 5 billones de dólares en 2015. Hoy son una característica importante de los sectores financieros de los países más desarrollados y de ingresos medios, principalmente en China, Alemania, India y Corea del Sur. Y los BND grandes pueden tener un impacto importante, especialmente en las economías emergentes.

No sorprende entonces que los investigadores académicos finalmente estén empezando a prestarles atención a los BND después de un largo período en el cual no fueron el foco de sus análisis. Están procurando entender cómo operan estos bancos, qué instrumentos, incentivos y estructuras de gobernabilidad funcionan mejor y cómo interactúan estas instituciones con el sector privado y las políticas gubernamentales.

En un libro reciente, analizamos los BND de siete países –China, Alemania, Brasil, México, Chile, Colombia y Perú- y llegamos a la conclusión de que estos bancos tienden a ser exitosos en general. Han sido instrumentos eficientes de las estrategias de desarrollo nacionales en sus respectivos países, y han ayudado a superar importantes fallas de mercado de manera flexible.

Nuestra investigación identifica cinco funciones cruciales de los BND en el proceso de desarrollo: proveer financiamiento contracíclico; fomentar la innovación y la transformación estructural; mejorar la inclusión financiera; respaldar el financiamiento de infraestructura; y promover la sostenibilidad ambiental, en particular el combate al cambio climático.

Los BND jugaron un papel contracíclico muy importante durante la crisis financiera global. Según datos del Banco Mundial, aumentaron su financiamiento de 1,16 billones de dólares en 2007 a 1,58 billones en 2009. Este incremento del 36% fue mucho mayor que el crecimiento en el crédito de los bancos privados en ese mismo período.

Los BND han sido innovadores, especialmente a la hora de respaldar nuevas actividades. CDB de China, KfW de Alemania y BNDES de Brasil han financiado avances tecnológicos, mientras que otros, entre ellos CORFO de Chile, han respaldado la iniciativa empresarial. Esos bancos también han introducido garantías y creado nuevos fondos de inversión (inclusive de capital de riesgo) y de deuda. Es más, han desarrollado nuevos programas para aumentar la inclusión financiera, como tiendas “corresponsales” y oficinas de correo que ofrecen servicios financieros de uno o más bancos en lugares donde no existen agencias bancarias.

Por otra parte, los BND han sido prominentes promotores de nuevos sectores importantes, como las energías renovables y la eficiencia energética. Por ejemplo, KfW era inicialmente el único prestamista de empresas privadas que invertían en energía solar en Alemania; los bancos privados se sumaron más tarde. En China, CDB ayudó a diseñar políticas para alentar la inversión en energía renovable –particularmente solar- y ofreció un financiamiento inicial significativo. Como resultado de ello, Alemania y especialmente China han sido importantes promotores globales de la energía solar y ayudado a que se vuelva cada vez más competitiva en relación a la energía generada por combustibles fósiles.

Debemos resaltar que defendemos esencialmente los bancos de desarrollo “buenos”: instituciones bien administradas, con personal altamente profesional y mandatos claros, que cumplen bien con sus funciones. Esos bancos deberían maximizar su impacto de desarrollo más que las ganancias, garantizando al mismo tiempo un nivel mínimo de retorno al capital.

Los países que ya tienen BND deberían apuntar a expandir su papel, mientras que otros deberían considerar crearlos. Hacerlo ayudaría a crear un sistema financiero que responda mejor a las necesidades económicas y sociales de los países.

Stephany Griffith-Jones is Financial Markets Director at the Initiative for Policy Dialogue at Columbia University. José Antonio Ocampo is a board member of Colombia’s central bank, a professor at Columbia University, Chair of the UN Economic and Social Council’s Committee for Development Policy, and Chair of the Independent Commission for the Reform of International Corporate Taxation.

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