Por qué Emmanuel Macron debería retirar su proyecto de reforma de las pensiones

Una manifestación protesta ayer contra la visita de Macron a Sainte-Savine-Le-Lac en el suroeste de Francia.,Associated Press/LaPresse (APN)
Una manifestación protesta ayer contra la visita de Macron a Sainte-Savine-Le-Lac en el suroeste de Francia.,Associated Press/LaPresse (APN)

Emmanuel Macron decidió forzar la aprobación de una reforma de las pensiones muy impopular. Esperaba que la demostración de su determinación desanimaría a los franceses, que parecían a la vez muy opuestos a esta reforma (los sondeos muestran una oposición muy estable, alrededor del 70% de los franceses se oponen al proyecto de retrasar la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años, entre el 80 y el 90% de la población activa) pero aparentemente resignados a la idea de que la reforma se aprobaría de todos modos. El Gobierno contaba con esta resignación.

Hemos demostrado en un análisis con Paulus Wagner que esta resignación corría el riesgo de reforzar los votos a favor de la Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, en la medida en que los más afectados son el electorado ascendente de este partido (obreros, empleados y clases medias amenazadas), y en que el método utilizado, a base de una comunicación errónea (o incluso mentirosa) y de una aprobación por la fuerza, alimenta el resentimiento populista contra las élites.

Desde la utilización de un método de imposición de su reforma en la Asamblea sin votación (la utilización del artículo 49.3 de la Constitución), la naturaleza de la movilización ha cambiado. El método utilizado, que forzó la decisión del Parlamento, que no tuvo en cuenta las movilizaciones masivas y las reivindicaciones de los sindicatos, ha transformado la resignación en cólera. Francia se encuentra ahora inmersa en una escalada de confrontación y violencia. Cada paso dado hacia la imposición de la reforma por parte del Gobierno es respondido con un aumento de la movilización y de la cólera, los jóvenes acaban de entrar en la movilización y surgen cada vez más estallidos, contestados con actos policiales violentos, que recuerdan la escalada de violencia vivida durante el episodio de los chalecos amarillos. Este episodio sólo terminó tras la retirada del proyecto de impuesto sobre el carbono y la adopción de medidas de poder adquisitivo para las clases medias.

La obstinación del Gobierno en la reforma de las pensiones está alimentando la protesta, y ahora me parece que sólo una retirada del proyecto de ley de reforma (aprobado por un voto de censura, pero aún no promulgado) podría calmar los ánimos. Los costes del método utilizado son enormes, incluso para los futuros proyectos del Gobierno. Las dificultades para aprobar la reforma suponen una enorme pérdida de crédito y de capacidad de acción para cualquier Gobierno que suceda al de Elisabeth Borne: ¿con quién podría aliarse este Ejecutivo, que está en minoría en el Parlamento, dada la fuerte oposición de todas las izquierdas y la falta de solidez de la alianza con la derecha? Además, los sindicatos no pueden volver a la mesa de negociaciones mientras el Gobierno no haga un gesto sobre la reforma de las pensiones; están demasiado comprometidos contra esta reforma y tendrían demasiado que perder con una derrota (corren el riesgo de no poder movilizar a los asalariados en los próximos conflictos si éste no desemboca en una victoria).

Además, es muy poco probable que el Gobierno consiga poner a la opinión pública en contra de los movimientos y movilizaciones. Todos los sondeos confirman que la opinión pública sigue oponiéndose de forma abrumadora a esta reforma, y que la utilización del artículo 49.3 de la Constitución no hace más que reforzar esta oposición. Un sondeo publicado este domingo 26 de marzo en el Journal Du Dimanche sobre la intención de voto, muestra una pérdida de cinco puntos para el partido del presidente de la República, y más de cinco puntos para RN y más de un punto para la izquierda.

La opinión apoya los bloqueos y las huelgas. Considera que el Gobierno está provocando la radicalización, sobre todo por su sordera ante las manifestaciones tranquilas y ante la expresión clara e informada de la oposición a la reforma. La opinión pública no olvidará y seguirá adelante.

¿A quién beneficiaría la retirada de la reforma? Claramente, a los sindicatos. Los sindicatos siguen estando muy legitimados para representar la oposición de los trabajadores a la reforma de las pensiones. ¿No es mejor conceder una victoria a los sindicatos que ofrecérsela al Reagrupamiento Nacional? Porque sin retirada, la dinámica va claramente a favor del Reagrupamiento Nacional.

Con la retirada, los trabajadores sentirán que por fin se les ha escuchado. Y el Gobierno, y Emmanuel Macron, podrían recuperar algo de crédito si consiguen presentar la retirada como tal.

Por último, es importante recordar que Emmanuel Macron ya ha dado marcha atrás frente a numerosas oposiciones (marcha atrás frente a los chalecos amarillos, pero también sobre una subida de impuestos a los pensionistas, sobre la ley que limita la velocidad a 80km/h en las carreteras secundarias, una decisión finalmente dejada en manos de los departamentos).

Después de los chalecos amarillos, pudo repuntar gracias al debate, mientras que la imposición no lleva a ninguna parte. En resumen, una retirada seguida de un debate sobre las condiciones de trabajo y las relaciones laborales nos permitiría salir de los bloqueos desde arriba. Ahora es indispensable hablar de trabajo, es lo que esperan los franceses. Por el contrario, la imposición sólo sería una victoria pírrica que empantanaría definitivamente el quinquenio.

Bruno Palier es director de investigación en el CNRS de Ciencias Políticas de la CEE, Sciences Po, especialista en protección social y autor de Réformer les retraites. Traducción de Agenda Pública.

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