¿Por qué es tan grande el déficit de los Estados Unidos?

El enorme déficit presupuestario de los Estados Unidos, medido como porcentaje de la renta nacional, es hoy el tercero entre los de los principales países del mundo, apenas superado por los de Grecia y Egipto. Por supuesto que el déficit actual, equivalente al 9,1% del PIB, se debe en parte a los efectos automáticos de la recesión. Pero según las proyecciones oficiales de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos (CBO, por sus siglas en inglés), incluso tras una recuperación de la economía al nivel de pleno empleo, el déficit seguirá siendo tan grande que la relación entre la deuda pública del país y el PIB no dejará de crecer durante lo que resta de la década y después.

Para saber cómo lograr una consolidación fiscal de los Estados Unidos, primero hay que comprender por qué se prevé un déficit presupuestario tan alto. Antes de examinar las proyecciones, veamos lo que sucedió en los primeros dos años de la administración del presidente Barack Obama y por qué motivo el déficit pasó de 3,2% del PIB en 2008 a 8,9% del PIB en 2010 (lo que a su vez empujó hacia arriba la relación deuda pública/PIB, de 40% a 62%).

El aumento del déficit presupuestario, equivalente al 5,7% del PIB, se compone de una caída igual al 2,6% del PIB en la recaudación impositiva (de 17,5% a 14,9% del PIB) y un aumento igual al 3,1% del PIB en el gasto público (de 20,7% a 23,8% del PIB). Según la CBO, menos de la mitad de esta suba del 5,7% se debió a la recesión económica, ya que la contribución de los estabilizadores automáticos al incremento del déficit entre 2008 y 2010 fue del 2,5% del PIB.

El análisis de la CBO denomina “estabilizadores automáticos” a las variaciones del déficit presupuestario inducidas por las condiciones cíclicas, según la teoría de que la recesión económica produce una disminución de los ingresos fiscales y un aumento del gasto público (principalmente, en la forma de prestaciones de desempleo y otras transferencias) que en conjunto contribuyen a la demanda agregada y de ese modo ayudan a estabilizar la economía.

Dicho de otro modo, incluso si no se tienen en cuenta los estabilizadores automáticos (es decir, si entre 2008 y 2010 la economía hubiera estado en el nivel de pleno empleo), el aumento del déficit presupuestario de los EE. UU. hubiera sido del 3,2% del PIB. Este incremento del déficit “en condiciones de pleno empleo” se reparte en mitades aproximadamente iguales entre la caída de los ingresos fiscales y el aumento del gasto público.

En cuanto a las proyecciones, la CBO prevé que si se aprueba el presupuesto presentado por la administración Obama en febrero, la deuda pública del país crecerá otros 3,8 billones de dólares entre 2010 y 2020, con lo que la relación deuda/PIB se disparará del 62% al 90%. Ese aumento de 3,8 billones de dólares en la deuda neta se corresponde con un incremento del déficit del orden de 5 billones de dólares, motivado por una suba del gasto y una caída de los ingresos fiscales en los tramos impositivos medio y bajo, que se compensan en parte por un incremento de la recaudación impositiva (sobre todo en los tramos de mayores ingresos) igual a 1,3 billones de dólares.

Pero esta previsión de un aumento enorme del déficit y la deuda subestima el daño fiscal que produciría el presupuesto de la administración Obama en caso de aprobarse. La propuesta presupuestaria se basa en suponer que el aumento total del gasto “discrecional” no relacionado con defensa (que depende de la aprobación del Congreso, a diferencia del gasto “obligatorio”, por ejemplo las pensiones de la seguridad social, que sigue creciendo a menos que el Congreso modifique el sistema de prestaciones) no supere el 5% durante la década que va de 2010 a 2020; esto implica una disminución en términos reales y no deja lugar para la creación de programas nuevos. Según las proyecciones, a partir de 2012 el nivel anual de gastos de defensa debería disminuir unos 50.000 millones de dólares cada año (lo que constituye una visión muy optimista de las necesidades militares de los EE. UU. en la década que tenemos por delante).

Para achicar el déficit presupuestario de los Estados Unidos y prevenir un mayor incremento de la relación deuda/PIB a partir del nivel actual, será necesario reducir el gasto público y aumentar los ingresos fiscales. El último objetivo se puede lograr sin elevar los tipos impositivos marginales; para ello, habría que limitar el monto de las reducciones impositivas que los contribuyentes, tanto individuales como corporativos, pueden obtener mediante las diversas formas de “gasto tributario” que son parte importante del código fiscal de los EE. UU. (esto sería tema para otro artículo).

Pero por el lado del gasto, la perspectiva de que la deuda pública pueda duplicarse durante la próxima década no es más que una parte del problema fiscal que enfrentan los EE. UU. en la actualidad. Lo que más se destaca en el panorama presupuestario de las décadas siguientes son los costos cada vez mayores de las prestaciones de la seguridad social y de Medicare, que según las previsiones, llevarán la relación deuda/PIB de 90% en 2020 a 190% en 2035. De modo que el mayor desafío para las finanzas públicas de los Estados Unidos (y por consiguiente, para la salud de la economía estadounidense en el largo plazo) es una reforma radical de estos programas.

Martin Feldstein, profesor de Economía en la Universidad de Harvard. Fue presidente del Consejo de Asesores Económicos durante el gobierno de Ronald Reagan y presidente de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER). Traducción: Esteban Flamini.

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