¿Por qué es tan importante la paridad en las listas?

La semana pasada, EL ESPAÑOL sacaba a la luz la información de que, de los cuatro principales partidos que se presentan a las elecciones del 26 de junio, tan sólo el PSOE había decidido incorporar la paridad en la selección de sus cabezas de lista, con un 51,9% de mujeres. Ninguna de las otras tres fuerzas políticas (PP, Ciudadanos y Unidos Podemos) alcanza el 40%, siendo el partido de Albert Rivera el peor parado con sólo un 28,8%. Los datos parecen indicar que la igualdad de género no se sitúa entre las prioridades más urgentes de estas tres formaciones. ¿Por qué no apuestan nuestros políticos por la paridad?

Uno de los principales argumentos para justificar la baja representación de mujeres es el de la escasez de la oferta. No hay suficientes mujeres que quieran ser cabezas de lista, por lo tanto, tiene sentido que estén infrarrepresentadas. Si las preferencias individuales hacen que haya más hombres que mujeres disponibles, es lógico que los cabezas de lista se elijan acorde con esta proporción.

Pero, ¿y si esto fuese consecuencia de un sistema político que perpetúa la desigualdad de género? Existen motivos para pensar que el sistema de reclutamiento de los partidos podría actuar en sí mismo como una barrera de entrada a las mujeres. Esto sucede porque dicha entrada supondría alterar el statu quo interno de los partidos, lo que no siempre favorecería los intereses internos.

Por ello, uno de los principales argumentos que justificaría la introducción de cuotas sería el de aumentar la igualdad real de oportunidades. Dicho de otra manera: no tiene sentido justificar la infrarrepresentación por el hecho de que no haya suficientes mujeres disponibles, ya que es precisamente el hecho de que no haya suficientes mujeres disponibles lo que hace necesario un esfuerzo extra.

El segundo gran argumento para justificar la baja representación de mujeres (esgrimido, por ejemplo, por el secretario de Organización de Ciudadanos) es que la introducción de cuotas se sitúa en contra de la meritocracia: los cabezas de lista deberían ser los mejores independientemente de su género. Por lo tanto, elegir a una mujer menos capacitada que un hombre iría en contra de la calidad de nuestros representantes.

Sin embargo, quienes defienden esta idea raramente lo hacen con indicadores objetivos que demuestren la supuesta menor capacitación de las mujeres frente a los hombres. Los estudios que se han realizado sobre el tema (por ejemplo, en Francia o en el Parlamento de Cataluña) no encuentran que la presencia de mujeres seleccionadas a través de cuotas tenga un impacto negativo en términos de calidad. Es más, tanto en Italia como en Suecia, los datos parecen apuntar al efecto contrario: en ambos casos, una mayor presencia de mujeres tiende a incrementar la educación media de los políticos. Esto sucede al aumentar la cantidad de mujeres con alto nivel de educación y reducirse el número de “hombres mediocres”.

La controversia que hemos analizado hasta el momento, si bien importante y de relevancia para el tema, olvida una cuestión fundamental. Al asumir que tener un parlamento paritario es un fin en sí mismo, se deja de lado una pregunta clave: ¿cuál es el impacto de tener mujeres como representantes? ¿Existe una diferencia en el modo en que mujeres y hombres representan los intereses de los votantes?

Este es un debate que gira alrededor del concepto de representación en sí mismo, un concepto que podemos dividir en (al menos) tres partes. Así, la representación sustantiva correspondería a las acciones que los políticos llevan a cabo en nombre de los intereses de los votantes; la representación descriptiva se referiría al grado de parecido entre los políticos y el electorado; y la representación simbólica  al efecto que la presencia de determinados representantes (en nuestro caso, mujeres) podría tener sobre las expectativas y percepciones que la sociedad tiene de un determinado grupo social.

Las consecuencias de aumentar la presencia de mujeres en el ámbito político son variadas. Además del ya mencionado impacto sobre el sistema de reclutamiento de los partidos, nos encontramos con otro tipo de efectos. A nivel simbólico, la introducción de cuotas de género en cámaras legislativas puede contribuir a normalizar la presencia de mujeres en la esfera pública, al actuar estas como role models para las futuras generaciones, algo que podría tener un efecto positivo de cara a incrementar la igualdad en el medio y largo plazo.

Más allá del efecto simbólico, parece que un aumento en la representación descriptiva podría afectar positivamente a la representación sustantiva de las mujeres. La evidencia empírica sugiere que las mujeres tienden a ser más sensibles en lo que se refiere a legislación que afecta a otras mujeres. Esto incluiría, por ejemplo, leyes sobre el aborto, contracepción, igualdad, o violencia de género.

A pesar de que existe variación entre países, las representantes femeninas también tienden a favorecer legislación en materias de política familiar y conciliación. En un estudio realizado en el Congreso de Estados Unidos puede observarse cómo, cuanto más afecta un asunto a las mujeres, más importante es el género a la hora de determinar el voto de los políticos. En resumen: aumentar la representación descriptiva femenina en un parlamento aumentaría el peso de las políticas que afectan a las mujeres.

Un repaso de los argumentos nos enseña que la representación de las mujeres va más allá de un parlamento igualitario como fin en sí mismo. La paridad en las listas, además de su efecto simbólico, contribuye a aumentar la igualdad de oportunidades en el seno de los partidos, así como a una mejor representación de los intereses de las mujeres que, no olvidemos, representamos la mitad de la población.

La pregunta, por lo tanto, no es si la paridad es importante, sino si existe voluntad política para apostar por una verdadera igualdad de género. Por desgracia, parece que las listas de PP, Ciudadanos y Unidos Podemos representan la respuesta negativa de estas fuerzas políticas a nuestro interrogante.

Ariane Aumaitre es alumna de posgrado en Estudios Europeos en la Universidad de Maastricht.

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