Qué determina que un país sea rico o pobre. Cómo se explica que, en condiciones similares, en algunos países haya hambrunas y en otros no. Que algunas naciones sean más prósperas que otras, ¿se debe a cuestiones culturales?, ¿a los efectos de la climatología?, ¿a su ubicación geográfica? Ninguna cuestión relativa a la prosperidad de un país está relacionada con estos factores sino que proviene de otro mucho más sutil: sus instituciones. Los profesores Daron Acemoglu del Massachussets Institute of Technology (MIT) y James A. Robinson de la Universidad de Chicago acaban de obtener el Nobel de Economía de 2024 junto a Simon Johnson. Acemoglu y Robinson son autores de una obra titulada 'Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza' en la que realizan un análisis riguroso desde el punto de vista histórico de cómo algunos países han evolucionado y otros no. Dicha obra se editó en España en 2012 y alcanzó siete ediciones en poco más de un año.
Las instituciones de cada país determinan la prosperidad o la pobreza y así ha ocurrido en todos los períodos de la historia. Los países que se han dotado de instituciones inclusivas cuentan con un ordenamiento que dota de seguridad jurídica tanto a los individuos como a las empresas lo que favorece el bienestar económico y social. En cambio, los países con instituciones extractivas que no gozan de autonomía e independencia del poder ejecutivo, no garantizan la libre competencia, los derechos de la propiedad industrial ni los derechos sociales y están abocados a la pobreza. Las instituciones son las responsables del éxito o del fracaso de los países y es donde radican las claves para comprender la prosperidad y la pobreza.
Países con grandes recursos naturales se encuentran en situación de penuria económica y social por la existencia de instituciones extractivas. En cambio, países con escasos recursos naturales que han desarrollado instituciones inclusivas favorecen la iniciativa privada compensando la escasez de dichos recursos naturales de tal forma que, paradójicamente, dichos países han llegado a ser más prósperos a pesar de la falta de dichos recursos. Es la tesis que explica el distinto desarrollo económico de los países latinoamericanos respecto a los países colonizados por Inglaterra en América. Señalan que Cortés y Pizarro encontraron abundantes recursos naturales e indígenas para explotar dichos recursos. Las expediciones de los primeros colonizadores españoles estaban formadas fundamentalmente por soldados y clérigos. Crearon la encomienda, la mita y el trajín para controlar el trabajo de los nativos lo que provocó duras críticas de clérigos como Bernardino de Sahagún o Bartolomé de las Casas lo que hizo que la Corona dictara normas para tratar de evitar dichos abusos.
En cambio, los ingleses llegaron a una zona escasa de recursos e indígenas con lo que los primeros colonizadores tuvieron que organizarse para subsistir. Uno de los pioneros de la colonización anglosajona, John Smith, declaró que si no había indígenas para explotarlos sí que había colonos y solicitó a la Virginia Company, agricultores, albañiles, carpinteros, herreros y otros oficios para fundar colonias basadas en la explotación agrícola y ganadera. Dictó las denominadas 'Leyes divinas, morales y marciales' que establecían que «quien no trabaja, no come» y otras normas como «no escapar, no robar y no vender nada fuera de la colonia». En paralelo, en la metrópoli la revolución política de 1688 provocó la caída de Carlos I y el advenimiento del período republicano de Oliver Cromwell, cambió las instituciones de Inglaterra dotando al Parlamento de competencias antes detentadas por la Corona lo que propició un clima favorable a instituciones inclusivas que favorecieron la revolución industrial mientras que en otros países con instituciones extractivas el poder político se opuso a la revolución industrial.
La tesis defendida por los citados autores la contrastan empíricamente con el ejemplo de la ciudad de Nogales, dividida por un muro en dos partes, la del sur en Sonora, México, y la del norte en Arizona, Estados Unidos. Los indicadores económicos (renta), sanitarios (esperanza de vida, mortalidad infantil) y culturales (alfabetización, estudios secundarios) de ambas partes de la ciudad son muy diferentes, aunque comparten clima, geografía y procedencia demográfica. El tema me resultó tan interesante que lo divulgué en varias conferencias complementando el análisis realizado por los citados autores con un estudio comparado de otros países en los que concurrían circunstancias similares. Era el caso de la República Democrática Alemana frente a la República Federal o el de Corea del Norte frente a Corea del Sur. En ambos casos los indicadores económicos, sociales, sanitarios y educativos son muy diferentes. En Alemania, a pesar de haber transcurrido muchos años desde la reunificación y del establecimiento del impuesto de solidaridad para ayudar a un más rápido desarrollo de la zona oriental. Dicha contrastación empírica pone de manifiesto la gran interrelación entre política, derecho y economía para comprender la historia de las naciones.
La tesis defendida por los autores citados enlaza con la defendida por el profesor Gary Becker, Nobel de Economía 1992, que puso de manifiesto la importancia del capital humano para el desarrollo económico y social de los países y, por ende, para el fortalecimiento de las instituciones inclusivas, favorecedoras de la libertad y de la iniciativa privada. Fue un tema que me atrajo veinte años antes, en 1972, cuando acometí el tema de la inversión en capital humano en España, que constituyó mi trabajo de tesis doctoral, por mi interés en poner de manifiesto cómo el gasto en educación constituye la mejor inversión que puede realizar un país no solo para su desarrollo económico sino también como el mejor medio de promoción social de sus ciudadanos.
La tesis de los autores citados debería servir de meditación para el poder político, enfrascado en debates inútiles con polémicas estériles y empeñados en restar independencia y autonomía a las instituciones con el riesgo de convertirlas en instituciones extractivas con efectos muy nocivos para el país. También el cuarto poder, reflejado en los medios de comunicación, tiene un papel fundamental para crear un clima de opinión favorable a las instituciones inclusivas divulgando temas tan importantes como el que ha hecho acreedores a sus autores del Nobel de Economía 2024. Como indicaba el profesor de la Universidad de Stanford, Ian Morris, la obra citada, «nos transmite un mensaje esperanzador y de suma importancia: la riqueza del mundo radica en la libertad».
Rafael Ortiz Calzadilla es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid.