Al contrario de lo que a menudo afirman los escépticos, la defensa del libre comercio cuenta con bases sólidas. Se extiende no sólo a la prosperidad general (o "PNB agregado"), sino también a los resultados distributivos, lo que hace que el argumento de libre comercio sea además moralmente atractivo.
El vínculo entre apertura comercial y prosperidad económica es fuerte y sugerente. Por ejemplo, Arvind Panagariya de la Universidad de Columbia dividió los países en desarrollo en dos grupos: países "milagro" con índices de crecimiento per cápita del PIB de 3% o superior, y países "debacle" con tasas de crecimiento negativa o cero. Panagariya encontró que los índices de crecimiento del comercio reproducían esa tendencia en el período 1961-1999.
Por supuesto, se podría argumentar que el crecimiento del PIB hace crecer el comercio, y no al revés... hasta que uno examina los países en profundidad. Tampoco se puede argumentar que el crecimiento del comercio tenga poco que ver con la política comercial: si bien los menores costos del transporte han incrementado los volúmenes de comercio, también lo ha hecho la constante reducción de las barreras comerciales.
Más convincente es el notable repunte de las tasas de crecimiento del PIB en la India y China después de haber desmantelado las barreras comerciales a finales de 1980 y principios de 1990. En ambos países, la decisión de revertir las políticas proteccionistas no fue la única reforma que se llevó a cabo, pero fue un componente importante.
En los países desarrollados, también la liberalización del comercio, que comenzó durante la posguerra, fue acompañada por otras formas de apertura económica (por ejemplo, un retorno a la convertibilidad de la moneda), lo que tuvo como resultado un rápido crecimiento del PIB. La expansión económica se vio interrumpida en los años 1970 y 1980, pero la causa fue la crisis macroeconómica provocada por el éxito del cartel de la OPEP y las políticas deflacionarias subsiguientes que llevó a cabo el entonces presidente de la Reserva Federal Paul Volcker.
Más aún, es erróneo el argumento negativo de que la experiencia histórica pesa a favor del proteccionismo. El historiador económico Douglas Irwin ha cuestionado el argumento de que la política proteccionista del siglo XIX ayudara al crecimiento de las industrias nacientes en los Estados Unidos. También ha demostrado que muchos de los países que tuvieron éxito en el siglo XIX con altas tasas arancelarias, como Canadá y Argentina, utilizaron los aranceles como fuente de ingresos, no como una forma de proteger la industria nacional.
Tampoco deben preocuparse los defensores del libre comercio de que la apertura comercial no haya producido crecimiento adicional para algunos países en desarrollo, como sostienen los críticos. El comercio es sólo un factor facilitador. Por ejemplo, si la infraestructura es deficiente o hay vigentes políticas internas que impiden a los inversionistas responder a las oportunidades del mercado (como las sofocantes restricciones de los países del sur de Asia al otorgamiento de licencias ), no habrá resultados. Para que la apertura comercial resulte beneficiosa, es necesario que haya políticas complementarias.
Pero entonces los críticos cambian de argumento y plantean que el crecimiento impulsado por el comercio beneficia sólo las élites y no a los pobres, que no es "incluyente". Sin embargo, en la India el paso a un crecimiento acelerado después de reformas entre las que se incluía la liberalización del comercio ha sacado de la pobreza a cerca de 200 millones de personas. En China, que creció más rápido, se estima que más de 300 millones de personas han dejado de ser pobres desde el inicio de las reformas.
De hecho, los países desarrollados también se benefician del efecto del comercio en la reducción de la pobreza. Contrariamente a la opinión popular, el comercio con los países pobres no empobrece a los países ricos... más bien al contrario. El cambio técnico no calificado y que ahorra mano de obra es lo que está ejerciendo presión sobre los salarios de los trabajadores, mientras que las importaciones más baratas que hacen alto uso de mano de obra de los países en desarrollo ayudan a los pobres que consumen estos bienes.
Si un comercio más libre reduce la pobreza, resulta presuntuoso por parte de los críticos el mostrarse como poseedores de la verdad. En realidad, los partidarios del libre comercio son quienes tienen más autoridad moral: por lo menos mil millones de personas todavía viven en la pobreza, ¿qué mayor imperativo moral tenemos que reducir ese número? Es embriagador hablar de "justicia social", pero es difícil hacer realmente algo al respecto. Aquí, el libre comercio tiene una clara ventaja.
Como ha demostrado el historiador Frank Trentmann, en la Gran Bretaña del siglo XIX el libre comercio se defendía en términos morales: se promovía no solo para impulsar la prosperidad económica, sino también la paz. También merece la pena recordar que el Secretario de Estado de EE.UU. Cordell Hull fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1945 por políticas que incluían sus incansables esfuerzos a favor del libre comercio multilateral. Es hora de que el Comité noruego del Nobel dé nuevamente un paso al frente.
Jagdish Bhagwati, profesor de Economía y Derecho en la Universidad de Columbia y miembro senior en Economía Internacional en el Consejo sobre Relaciones Exteriores. En la actualidad co-preside el Panel de Personas Eminentes de la UNCTAD sobre "Globalización centrada en el desarrollo". Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.