Si hay un fantasma que recorre hoy la izquierda italiana es el fantasma de la escisión. Pero así como en las primeras líneas del Manifiesto comunista de Marx y Engels se hacía alusión a un nuevo fenómeno, el comunismo, para la izquierda italiana la escisión es un fantasma en sentido estricto: un viejo conocido que se aparece a los vivos. Pues la historia de la izquierda italiana, incluso de la posguerra a nuestros días, puede escribirse como una larga historia de escisiones.
A la conversión del PCI en Partito Democratico della Sinistra (PDS) en 1991, bajo la dirección del histórico Achille Occhetto, le respondió el nacimiento de Rifondazione Comunista (RC), formado por los contrarios a la disolución del PCI. La conversión, en 1998, del PDS en Democratici di Sinistra (DS), absorbiendo así parte del mundo socialista, republicano y comunista, provocó la escisión de una parte de RC que sí apoyaba al gobierno Prodi. Finalmente, la fusión de La Margarita y DS en 2007 para dar vida al actual Partito Democratico provocó una nueva escisión que dio nacimiento a Sinistra Ecologia e Libertà (SEL), hoy refundada como Sinistra Italiana (SI) con la suma de disidentes del PD y del M5S. El último capítulo de esta larga serie de escisiones ha sido la fundación del Movimento Democratico e Progressista encabezado por Roberto Speranza, líder del PD en la Cámara de los Diputados y avalado por Pier Luigi Bersani y Massimo D’Alema. Se trata de la expresión de rechazo al renzismo que separa del PD a 38 diputados y 12 senadores. Y según un sondeo publicado por el Corriere della Sera, podría aspirar al 6’5% de los votos en las siguientes elecciones.
Se ha hablado mucho de las razones que han llevado al PD a este punto de ruptura. A nivel ideológico, tanto Renzi como la minoría del PD chocan en su visión de qué es y qué debe ser la izquierda. A nivel estratégico, ambas facciones discuten sobre cómo y cuándo realizar el congreso del partido. Ambas discrepancias se han intensificado tras el referéndum constitucional del 4 de diciembre y reproducen, en última instancia, una lucha encarnizada por el control del que todavía sigue siendo el principal partido italiano.
Sin embargo, el principal problema del PD trasciende a los desencuentros personales. Y va más allá, incluso, de la posible fractura entre las dos culturas progresistas, la laica y la católica, que dan forma al PD. Pues tiene que ver con la indefinición del modelo de partido, cuestión que ha condicionado la vida organizativa desde su fundación. Como ha señalado Gianfranco Pasquino, en el PD conviven dos modelos de partido que, además, apuntan a dos fuentes de legitimidad distintas. El primero, representado por las secretarías de Walter Veltroni (2007-2009) y Matteo Renzi (2013-2017), es un modelo de partido de inspiración norteamericana, diseñado para ganar elecciones y orientado a los votantes. El segundo, inspirado en la secretaría de Bersani (2009-2013), defiende un modelo de partido orientado a los militantes. El primero, reforzado por el método de elección directa del secretario del partido en elecciones abiertas a simpatizantes, tiene una clara vocación mayoritaria y busca ir más allá del electorado natural del centro-izquierda. El segundo, por el contrario, se muestra atento a los intereses de los grupos a los que representa –por ejemplo, los sindicatos– y busca armonizar sus intereses con los objetivos del partido.
En todo caso, a la hora de entender la crisis del PD no debe perderse de vista que este partido es una criatura de la Segunda República italiana que nace tras la implosión del sistema de partidos de la posguerra entre 1992 y 1994. Un periodo de competición bipolar, que no bipartidista, que se apoyó en una ley electoral cuasi mayoritaria para favorecer la agregación de partidos en torno a dos grandes coaliciones de izquierda y derecha. De esta dinámica de competición electoral nació el PD, pero también Il Popolo della Libertà como suma de partidos de la derecha en torno a Berlusconi. La tensión entre ambos modelos de partido en el seno del PD quedó silenciada por el poder unificador del anti berlusconismo. Sin embargo, el nuevo escenario tripolar nacido de las elecciones de 2013, que ha traído el desplome del berlusconismo, la irrupción del M5S y la redimensión del eje política-antipolítica, ha desdibujado el contexto político que daba sentido a la unidad del PD aflorando todas sus contradicciones. Serán las elecciones a la secretaría del partido las que dictaminen cuál será el fututo del partido.
Jorge del Palacio Martín es profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid y UPCO-ICADE.