¿Por qué la transformación de Adele puede ser un desafío para otras mujeres?

La cantante Adele en el programa 'Adele One Night Only' con Oprah Winfrey. (Cliff Lipson/CBS)
La cantante Adele en el programa 'Adele One Night Only' con Oprah Winfrey. (Cliff Lipson/CBS)

El verano pasado, mi hija de 20 años estaba buscando unos pantalones nuevos cuando el vendedor le dijo: "Estos te hacen ver mucho más delgada". Mi hija se volteó y preguntó con una ceja levantada: "¿Por qué querría eso?”.

Y sí, ¿por qué? Tenía razón al señalar nuestra suposición de que entre más delgada mejor. Como mujer que creció bajo la autocrítica y los videos de entrenamiento de Jane Fonda, sé que tengo mucho que aprender sobre este tema.

Aún así, entiendo por qué tanta euforia por la pérdida de peso de otra persona. No me sorprendió cuando Oprah Winfrey le preguntó a Adele hace unas semanas cómo estaba lidiando con el intenso y emocional debate sobre su nuevo cuerpo. La cantante británica ha perdido casi 45 kilos y la gente sigue discutiendo sobre cómo hablar del tema, e incluso si deberíamos estar hablando de eso.

Después de ser el modelo a seguir de talla grande más venerado del planeta (aparte de la misma Oprah), Adele ahora se encuentra del otro lado del movimiento body positive. “Me siento mal si he hecho que alguien se sienta terrible sobre sí mismo”, le dijo a Oprah, y agregó casi en tono de disculpa que no tenía la intención de perder peso y que solo quería fortalecerse después de su divorcio.

En un artículo de portada para la edición de noviembre de Vogue, Adele dijo que entendía por qué algunas fans se sentían heridas: “visualmente representaba a muchas mujeres”. Las comentaristas señalaban que elogiar a la Adele delgada podía parecer un rechazo a la Adele con más peso y a aquellas que se parecen a ella. Pero Adele también rechazó las “conversaciones brutales” que tenían otras mujeres sobre su cuerpo, y señaló que la estaban objetizando por todos lados.

Estos intercambios revelan un abismo entre nuestro discurso de empoderamiento y las expectativas del mundo real que enfrentan las mujeres. Muchas estamos atrapadas en el medio, hablando de un despertar, pero sabiendo que los ideales de belleza convencionales todavía nos dominan. Es como un bardo cultural, entre un presente de Kardashians y un futuro atrevido de Frances McDormands.

Incluso Beyoncé, un ícono de la confianza, tiene que sortear la tensión entre cómo queremos vernos a nosotras mismas y cómo nos trata el mundo. Escribió “Bootylicious” para rechazar los comentarios sobre su peso cuando tenía 19 años. Y más tarde, en su documental Homecoming, filmado después de tener gemelos, Beyoncé se sube a una báscula y la cámara hace zoom en el número entre sus pies: 79 kilos. “La pesadilla de toda mujer”, dice.

Hay millones de publicaciones de #BodyPositivity, videos de TikTok, anuncios y artículos con los que nos reafirmamos que todas las mujeres son hermosas y sexys sin importar el tamaño o la edad. Pero la cuestión es: incluso cuando publicamos fotos de nuestras llantitas (rollitos) para decir que las aceptamos, el tema sigue siendo nuestro cuerpo. E incluso mientras luchamos por expandir los estándares de belleza, seguimos relacionando la apariencia femenina con el valor femenino.

Es mucho más fácil aceptar el body positive para los demás que para nosotras mismas. Alguien publica sobre problemas de autoestima y respondemos con corazones y gritos de “¡}Eres hermosa tal como eres!”. Mientras tanto, nos miramos al espejo preocupándonos por la grasa de la espalda.

Toda esta positividad no ha debilitado el mercado de los tratamientos de belleza. Seguimos descargando aplicaciones para hacer dieta; los procedimientos cosméticos no dejaron de ser populares durante la pandemia de COVID-19 cuando ni siquiera íbamos al dentista.

Y a pesar del progreso con modelos y opciones de ropa más diversas, aquellas que crecieron en la era del body positive no necesariamente se sienten más libres de tener inseguridad que sus madres. La generación de las selfies seguramente ha pasado más tiempo contemplando su propia imagen que cualquier otra. Los trastornos alimentarios están aumentando entre la generación Z. Y una investigación reveló que Instagram exacerba los sentimientos negativos de las adolescentes sobre sus cuerpos. Las plataformas sociales están diseñadas para fomentar las comparaciones y relacionar la apariencia con los “Me gusta”, y esto es tóxico para el autoestima.

Yo caminé por esta confusa cuerda floja mucho antes de que hubiera un lenguaje para ello. Pensaba que a estas alturas ya habría dejado de preocuparme por mi talla o mis canas, pero todavía lo hago, lo cual es vergonzoso. He ganado y perdido los mismos 13 kilos al menos tres veces desde que tenía 16 años. El peso va y viene como un lastre para enfrentar eventos estresantes como un divorcio o la muerte de un padre, o un nuevo trabajo.

Probablemente debería decir que soy igual por dentro sin importar el tamaño. Pero cuando veo que algo me queda grande o chico, en ese momento parece que esa prenda pertenece a otro yo. Hoy, procuro guardarme mis lamentos para no contagiar el virus de la inseguridad y para evitar que mis hijos me regañen, quienes seguramente seguirán mostrándome el camino.

Susanna Schrobsdorff escribe el boletín “It’s Not Just You” en Substack.com.

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