Por qué los inversores deberían mirar más allá del PIB africano

El producto interno bruto ha sido la prueba definitiva del bienestar de una economía durante más de 80 años. Pero, en tanto las economías del mundo se vuelven cada vez más complejas y centradas en la tecnología, los economistas cada vez más cuestionan la utilidad del PIB como una medición de la salud de una economía, y algunos se muestran a favor de una estrategia radicalmente nueva. La experiencia de África demuestra por qué una estrategia de este tipo es tan necesaria.

África ha sufrido durante mucho tiempo como resultado de falencias del PIB. En enero, la agencia de calificación crediticia global Fitch Solutions pronosticó que, si bien el crecimiento del PIB de África promediará el 4,5% anual en los próximos diez años, su PIB promedio per capita se estancará. Pero esas proyecciones sombrías son engañosas –y amenazan con ahuyentar a los inversores.

El primer problema con las proyecciones del PIB para África es que se basan en datos escasos. La mayoría de los servicios de estadísticas nacionales del continente no están bien desarrollados. Carecen de la suficiente financiación e independencia como para adquirir datos integrales y calcular indicadores económicos de referencia. En otras palabras, las cifras oficiales del PIB pueden ser muy erradas.

Consideremos el caso de Nigeria, que en 2014 revisó los datos de su PIB por primera vez en más de veinte años. Ese “nuevo cálculo” –necesario para reflejar los cambios estructurales en la economía- debería tener lugar cada cinco años aproximadamente. Pero la agencia nacional de estadísticas de Nigeria no había contado con la financiación, los datos y la voluntad política para hacer un nuevo cálculo de manera regular. Cuando finalmente lo hizo, el PIB se disparó a 510.000 millones de dólares, casi el doble de la estimación previa de 270.000 millones de dólares. Con eso, Nigeria superó a Sudáfrica como la mayor economía del continente.

El hecho de que gran parte de la actividad económica en África ocurra en el sector informal mina aún más la confiabilidad de las estadísticas del PIB. En el África subsahariana, la economía informal representa las dos terceras partes de todo el empleo; en ciudades como Kampala y Dakar, esa cifra alcanza, o inclusive supera, el 80%. En Nigeria, el sector informal representa el 50-65% de la producción económica total. Una métrica que no logra medir semejante actividad económica no puede ser una base sólida para tomar decisiones en materia de inversión.

Aún si los promedios de PIB a nivel de países y continente fueran más confiables, representarían una guía engorrosa para los inversores, especialmente considerando lo grande y diversa que es África. De hecho, los países africanos con PIB marcadamente diferentes quizá compartan más características –y más importantes- que países con PIB similares.

Por ejemplo, la economía diversificada de Namibia tiene más en común con Sudáfrica, un país con un PIB casi 30 veces mayor, que con Senegal –un país de tamaño económico similar cuando se lo mide por PIB-. El PIB de Nigeria es mucho mayor que el de Chad; sin embargo, sus economías muchas veces son comparables debido a la dinámica de sus sectores petroleros. Estas coincidencias estructurales ofrecen perspectivas más detalladas para los inversores que los promedios de PIB poco precisos.

Pero tal vez la mejor manera de entender de modo minucioso la salud y las perspectivas de las economías africanas es concentrándose en sus ciudades –los principales motores de desarrollo económico del continente-. Mientras que el 60% de los africanos todavía vive en zonas rurales, el continente está atravesando una urbanización acelerada. En los próximos 15 años, las diez ciudades de más rápido crecimiento del mundo estarán en África. La producción económica de Lagos, la ciudad más grande de Nigeria, es mayor que la de Kenia, una de las economías más prometedoras del continente.

Algunas multinacionales ya están utilizando modelos basados en ciudades para guiar sus estrategias de inversión en África. Saben que los promedios sombríos de los PIB nacionales pueden esconder a consumidores cada vez más prósperos que están ansiosos por comprar productos y servicios de alta calidad en el exterior. De modo que, al determinar la viabilidad de un mercado, suelen centrarse en las ciudades, considerando diversos indicadores como la penetración de la telefonía móvil, el uso de electricidad y la banda ancha de Internet.

Un fabricante global de alimentos empaquetados, por ejemplo, ha concentrado su estrategia para África en 15 ciudades que colectivamente representan alrededor del 25% del crecimiento total de las ventas de alimentos empaquetados previstas para toda África en los próximos cinco años. En términos más generales, la inversión extranjera directa ha venido fluyendo principalmente hacia las cuatro megaciudades principales de África: El Cairo, Johannesburgo, Nairobi y Lagos.

Por supuesto, ya sea a nivel de las ciudades o de los países, hacen falta datos integrales y confiables que ofrezcan una base sólida para las estrategias de inversión. Las empresas privadas –incluidas las empresas tecnológicas jóvenes de África- pueden sacar ventaja de las nuevas tecnologías para lograrlo. Por ejemplo, Terragon, una firma de análisis de datos nigeriana, extrae datos sobre el uso de teléfonos móviles y los compara con datos ofrecidos por sus clientes comerciales para arrojar información sobre los consumidores africanos.

Los inversores que aprovechan esas oportunidades para hacerse de un panorama preciso y detallado del desempeño económico y las perspectivas de África pueden obtener grandes beneficios. Quienes descartan todo el continente en base a datos de PIB simplistas e incompletos saldrán perdiendo.

Paulo Gomes, a former executive director at the World Bank Group and principal adviser in Guinea Bissau’s Ministry of Finance, is the Founder of Constelor Investment and a co-founder of New African Capital Partners.

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