¿Por qué los vehículos eléctricos son necesarios en América Latina?

Un vehículo eléctrico, que funciona como taxi en Ciudad de México, en marzo de 2018. Credit Edgard Garrido/Reuters
Un vehículo eléctrico, que funciona como taxi en Ciudad de México, en marzo de 2018. Credit Edgard Garrido/Reuters

En noviembre, cien autobuses eléctricos nuevos descendieron de un buque de carga proveniente de China y atracado en el puerto de San Antonio, en la costa chilena. La impresionante caravana desfiló desde la costa hasta la capital, Santiago, donde los vehículos se incorporarán a la flotilla de transporte público de la ciudad. El suceso se compartió en Twitter y ha hecho patente el rumbo que lleva el transporte público en Chile. De acuerdo con los planes del gobierno, para 2050 tendrán un transporte 100 por ciento eléctrico. La nueva flotilla se adquirió gracias a un convenio suscrito en 2016 entre la empresa energética italiana Enel y el fabricante chino BYD para probar dos autobuses piloto, los cuales demostraron recortar considerablemente los costos en comparación con los vehículos que utilizan diésel. También han sido todo un éxito con los pasajeros, debido a su bajo nivel de ruido y la atmósfera más limpia que se respira en el interior de los vehículos.

El caso de Santiago es emblemático de la evolución global que vive el sector del transporte. En 2015, el número total de vehículos eléctricos (VE) ascendía a un millón, pero en 2017 superaron los tres millones, según la Agencia Internacional de la Energía. Según algunos pronósticos, habrá una expansión incluso más rápida: New Energy Finance, de Bloomberg, anticipa que la flotilla global de automóviles eléctricos se disparará a 530 millones para 2040. Aunque gran parte de este crecimiento se debe a una reducción global en los costos de las baterías y a la mayor autonomía de los VE, algunas ciudades y países específicos también han marcado el rumbo gracias a herramientas como incentivos fiscales, estándares más estrictos para la economía de combustible y estrategias de movilidad eléctrica.

Ciudades de todo el mundo se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y prohibir los motores de combustión interna, motivadas por la idea de que, si pretenden evitar el calentamiento global, medidas como la electrificación masiva del sector de transporte y la descarbonización de la red eléctrica son necesarias. Se espera que la difusión de nuevos modelos de negocios basados en la movilidad —como los autos compartidos y los vehículos autónomos— genere una rápida aceptación de los VE, pues las flotillas empresariales obtendrán mayores beneficios que los propietarios particulares gracias a menores costos de combustible y mantenimiento y el fácil acceso a estaciones de recarga.

Si bien China y Europa occidental encabezan los esfuerzos en VE, varias ciudades de América Latina en Colombia, Brasil, Chile, México, Uruguay y Costa Rica también muestran avances. Puesto que más del 80 por ciento de sus ciudadanos residen en áreas urbanas, la región tiene fuertes incentivos para promover la movilidad eléctrica. Y es que el número de vehículos de propiedad privada aumenta a un ritmo vertiginoso —la flotilla de automóviles de la región tiene la tasa de crecimiento más acelerada del mundo y se espera que el número de vehículos se triplique para 2050— y el sector de transporte ya es la mayor fuente de emisiones relacionadas con energía. La contaminación del aire ocasionada por el tráfico mata a miles de personas cada año y muchas de las principales ciudades de América Latina registran niveles inseguros de contaminantes en el aire. Además, se pierden millones de horas en embotellamientos, lo que afecta la productividad. La región también registra el mayor uso de autobuses por persona del mundo. Electrificar las flotillas de autobuses públicos podría hacerlos más limpios, más cómodos y más baratos.

La buena noticia es que los países de América Latina tienen la oportunidad de aprovechar innovaciones en el transporte urbano. La región tiene la matriz de electricidad más limpia del mundo. En 2016, más de la mitad de la electricidad se generó con fuentes renovables, más del doble del porcentaje promedio en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El 84 por ciento de esa electricidad renovable se obtuvo en plantas hidroeléctricas, pero algunos países también cuentan con un enorme potencial en las áreas de energía solar y eólica. En 2017, la generación regional de energía eólica aumentó un 24 por ciento y un asombroso 70 por ciento en la solar. En Uruguay, más de una cuarta parte de la electricidad se generó mediante sistemas eólicos durante el año pasado. Incluso si se operan con electricidad generada en parte con combustibles fósiles, los VE producen una cantidad mucho menor de emisiones que los vehículos convencionales debido a su mayor eficiencia.

Sin embargo, varios factores impiden la propagación de los VE en América Latina. Entre ellos, los costos iniciales —muy elevados para los países en desarrollo—, los combustibles fósiles subvencionados, la falta de estándares para evaluar la eficiencia de combustible de los vehículos, una infraestructura de carga insuficiente y procesos de licitación de autobuses que le dan prioridad a las opciones menos costosas y, por lo tanto, descalifican tecnologías más limpias con mayores costos iniciales. Para superar estos obstáculos, los gobiernos necesitan reforzar los incentivos financieros y los estándares que favorecen a las tecnologías limpias, ampliar programas para electrificar vehículos de uso intensivo, desarrollar estrategias y metas de movilidad eléctrica y crear alianzas entre los sectores público y privado.

Los gobiernos han intentado compensar los precios altos tanto con incentivos financieros como no económicos. En 2017, el gobierno colombiano decidió eliminar hasta 2019 los aranceles de importación de hasta mil quinientos VE al año. Para 2023, esta cuota anual aumentará a tres mil. En julio, el número de VE en Colombia superó las mil unidades; en contraste, en 2012 solo se vendieron 33.

Los gobiernos de las ciudades trabajan en colaboración con los fabricantes de VE para ampliar programas que promuevan la electrificación de vehículos de gran uso, en especial autobuses, taxis y flotillas corporativas y públicas. Electrificar los vehículos de uso intensivo maximiza la ventaja económica derivada de los menores costos de combustible, además de los beneficios ambientales y para la salud pública. En el municipio de Campinas, en Brasil, BYD afirma que recuperará los costos de sus autobuses eléctricos en solo diez años de su vida útil, calculada en veinte. Las flotillas eléctricas también son una herramienta para dar a conocer al público la efectividad de los VE. Después de China, Chile es el país con más autobuses eléctricos, y el gobierno les dio mucha publicidad cuando comenzaron a operar.

Los gobiernos locales y nacionales también deberían incorporar la movilidad eléctrica en su planeación de energía y transporte a largo plazo. Algunas estrategias de movilidad eléctrica pueden darles claridad a los mercados y dirección a la política pública. En apoyo a la primera legislación de la región que busca incentivar los VE en Costa Rica, que entró en vigor en enero, el presidente Carlos Alvarado anunció que para 2021 su gobierno lanzará un plan para establecer un sistema de transporte libre de combustibles fósiles.

Por último, las colaboraciones entre gobiernos de las ciudades y empresas privadas de servicios, fabricantes de automóviles, empresas de autobuses y negocios locales también han acelerado la adopción de VE en América Latina y deberían presentarse como modelos. El año pasado, México contaba con unos 1500 puntos de recarga accesibles al público, la mayoría instalados por Tesla por acuerdos con centros comerciales y hoteles. Los préstamos otorgados por bancos de desarrollo multilaterales a tasas de interés bajas también les permiten a las ciudades hacer las enormes inversiones iniciales necesarias para los autobuses eléctricos.

Los VE por sí mismos no son la respuesta. Solucionar los problemas del transporte urbano requiere de un enfoque que abarque distintas facetas, incluidos aspectos como realizar mejoras al transporte público, fijar estándares más estrictos para la eficiencia y calidad del combustible de todos los vehículos y promover un uso más amplio del transporte no motorizado, como las bicicletas o caminar. Sin embargo, al ser los únicos vehículos que no producen emisiones, los VE desempeñan un papel crucial para cumplir la meta del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados Celsius.

Después de décadas de cambios mínimos en el sistema de transporte de todo el mundo, la movilidad urbana parece estar a punto de experimentar una transformación rápida. El mundo entero se va sumando a esta transición y América Latina no es la excepción.

Lisa Viscidi es directora del programa de Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas del Diálogo Interamericano. Guy Edwards es codirector del Laboratorio de Clima y Desarrollo de la Universidad de Brown.

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