Por qué necesitamos a Lagarde o Brown en el FMI

Debo de ser uno de los últimos periodistas que mantuvieron una conversación privada con Dominique Strauss-Kahn unos días antes de los sucesos del sábado. Y, aunque no puedo divulgar el contenido de lo que hablamos, desde luego tuve la impresión de que el director gerente del Fondo Monetario Internacional tenía una idea clara de hacia dónde nos dirigimos en la solución de la crisis.

Tenía previsto entrevistarse con Angela Merkel el domingo y asistir a la reunión de los ministros de Finanzas de la eurozona el lunes. La postura oficial del FMI y de las capitales europeas es que su ausencia del proceso es más bien irrelevante. No se lo crean. Su brusca partida no solo es una calamidad para él y su familia. Es también un desastre para la eurozona. Ha quedado claro ya después de las reuniones que se han celebrado sin él.

Unas reuniones que terminaron con un nivel increíble de confusión. Angela Merkel, el lunes, repitió su compromiso de que los inversores privados no tendrán que afrontar pérdidas hasta 2013. Su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, dijo que era muy posible pensar en una reestructuración involuntaria de la deuda, lo que significa la prolongación del vencimiento de las deudas. Jean-Claude Juncker, que dirige el Eurogrupo de ministros de Economía, rechazó por completo cualquier reestructuración de la deuda y cualquier plan involuntario, pero dijo que era de prever una flexibilización de la deuda, lo que significa una prolongación voluntaria del vencimiento. Es decir, se han presentado todas las propuestas imaginables, salvo una quita, que parece descartada. De momento, la eurozona no tiene ninguna estrategia coherente para abordar la crisis de la deuda griega. La prioridad de Strauss-Kahn habría sido forjar un consenso. Lleva tres días apartado y la cacofonía es peor que nunca.

El perfil de líder de Strauss-Kahn tiene tres aspectos que eran importantes para la crisis de la eurozona. El primero es que es un político que conoce a fondo tanto el norte como el sur. Hoy en día, el director gerente del FMI debe tratar de convencer a los jefes de Gobierno y de Estado de los países occidentales avanzados que cambien sus políticas. No es una tarea para técnicos superdotados.

El segundo aspecto es que es europeo. Resulta difícil imaginar cómo les habría ido en esta crisis a algunos de los candidatos a los que se menciona como posibles sucesores. ¿Habrían participado en el Mecanismo Europeo de Estabilidad? ¿No habrían hecho con Grecia lo mismo que sus predecesores hicieron con Argentina y Tailandia? Se habla de trato preferencial y hasta cierto punto es verdad. Si la dirección del FMI pasa a manos de un economista asiático o centroamericano, no hay duda de que sus prioridades cambiarán.

Y, por último, Strauss-Kahn comprende a la perfección las características de una unión monetaria. Entiende que no es ni un conjunto de Estados vagamente unidos por una moneda común ni un Estado único, sino un híbrido que puede ser inestable y que alguna vez tendría que transformarse en una unión política. Es importante ser conscientes de eso, porque impide apresurarse a hacer propuestas como la de favorecer una inminente reestructuración de la deuda griega. Es más consciente que otros del posible efecto de contagio que puede tener esa medida.

Así, pues, ¿quién debería suceder a Strauss-Kahn cuando se vaya de forma oficial? Propongo dos candidatos que son diferentes y que cumplen bastante bien parte de los criterios mencionados.

Christine Lagarde, la ministra francesa de Economía, no solo es europea, sino una de las ministras de Finanzas más sensatas de la eurozona y conoce los detalles de la gestión de la crisis de primera mano. Se muestra precavida ante la idea de la quiebra, es prudente y evita comprometerse de forma incondicional a nada.

El otro candidato sería Gordon Brown. Fue el único líder europeo que se adentró más o menos a fondo en la crisis financiera hasta un nivel relativamente profundo. Cuando era ministro de Economía, reflexionó mucho sobre las uniones monetarias. Su decisión de mantener al Reino Unido fuera de la eurozona no debe ser un argumento en su contra. Al contrario. Comprende mejor que muchos políticos continentales que una unión monetaria es, a la hora de la verdad, una construcción fundamentalmente política. No es un club en el que uno puede entrar y salir cuando le parece.

El problema de Brown es que su sucesor, David Cameron, ya lo ha descartado. Y Lagarde se enfrenta a una investigación judicial por un escándalo empresarial francés poco conocido.

La UE debe ponerse de acuerdo pronto sobre un candidato y después convencer a Estados Unidos de que le dé su apoyo. Llegará un día en el que tendremos que abrir este cargo a candidatos de los mercados emergentes. Pero este no es el momento. La falta de dirección política en la eurozona necesita un FMI fuerte. Sin él, la probabilidad de que descarrilemos es mucho mayor.

Por Wolfgang Münchau, presidente de Eurointelligence ASBL y director adjunto de The Financial Times. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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