Por qué necesitamos mujeres en las fuerzas armadas

La decisión de Arabia Saudita de permitir el ingreso de mujeres a las fuerzas armadas (parte de su programa de reforma económica Visión 2030) fue celebrada en todo el mundo como un avance hacia la igualdad de género, en un país notoriamente desigual. Pero cuando empiecen a enrolarse mujeres, la batalla por la verdadera igualdad dentro de las fuerzas armadas apenas habrá comenzado.

Además de las restricciones explícitas que se prevén (es probable que las mujeres deban obtener autorización de sus tutores masculinos, y tal vez se las excluya de los puestos de combate) también habrá que desmantelar el rígido sistema patriarcal de las fuerzas armadas. Será una tarea difícil, que demandará compromiso sostenido del gobierno, planificación organizacional eficaz y mucha fortaleza personal de las mujeres que se enrolen.

Sé de qué hablo, porque en 2001, fui una de las primeras mujeres que entró a la Fuerza Aérea de Pakistán (PAF). Pero el camino no fue fácil.

Mi padre, un feminista, me alentó a ser lo que quisiera, y mi aspiración era ser oficial de la PAF, algo que parecía imposible en mi infancia, cuando las mujeres sólo podían ingresar a las fuerzas armadas como médicas, jamás como combatientes. Pero todo cambió en 1999: el presidente Muhammad Rafiq Tarar introdujo una cuota para mujeres en la PAF, y yo fui una de sólo ocho mujeres que aprobaron el examen de ingreso para oficiales.

La inclusión de mujeres en las fuerzas armadas se veía como un experimento que podía funcionar o no, y la PAF la aceptó con reservas. Nuestro pequeño grupo de cadetas en la academia de entrenamiento de la PAF recibió instrucciones de poner límites estrictos a los hombres con quienes íbamos a trabajar.

Nuestro comandante nos dijo: “No queremos escándalos. Estos jóvenes nunca vieron mujeres en la academia, y puede que se pongan muy galantes”. Recalcó que en una sociedad conservadora como la nuestra, el menor asomo de escándalo haría pensar que el experimento era un fracaso, y cerraría las puertas a otras mujeres interesadas en ingresar. “La responsabilidad de que esto funcione es de ustedes”.

Responsabilidad que nos tomamos seriamente, y no me refiero nada más a evitar “escándalos”. Sabíamos que había que demostrar que éramos capaces de soportar el riguroso entrenamiento. Al principio, los cadetes (varones) nos repetían que no duraríamos una semana. Pero duramos un año y medio, y junto con nuestros camaradas varones nos graduamos de oficiales.

Mucho ha cambiado en la PAF desde entonces; de unas pocas oficiales mujeres que había en 2001 se pasó a cerca de 300 en la actualidad, que trabajan en las áreas de apoyo terrestre, ingeniería y vuelo. Además, el ejército y la armada de Pakistán también abrieron sus filas a las mujeres. Si una mujer paquistaní pasa vestida de uniforme la gente ya no se queda mirándola.

Esta creciente cohorte femenina en las fuerzas armadas paquistaníes tuvo más facilidades, como la provisión de instalaciones separadas, mejores esquemas de licencia y cronogramas de trabajo modificados. Y hay también un cambio cultural en marcha: ya no es tan común que militares hombres subestimen a sus camaradas mujeres.

Pero sigue habiendo discriminación. Por ejemplo, es frecuente que las mujeres no accedan a capacitación en el extranjero, y todavía no pueden ocupar puestos de comando. Y no es una situación exclusiva de Pakistán: la mayoría de los países que no ponen restricciones a la presencia de mujeres en la primera línea de combate están en Europa o en el mundo anglosajón (las excepciones son Eritrea, Israel y Corea del Norte).

Es verdad que en todo el mundo las fuerzas armadas se han ido abriendo a las mujeres. Pero su cantidad sigue siendo relativamente baja. En Estados Unidos, las mujeres constituyen el 15% del personal militar; en el Reino Unido, esa cifra se sitúa en 10%; en la India las mujeres sólo son el 5% del personal militar, y apenas 4% en Afganistán.

El papel de las fuerzas armadas en muchas regiones está cambiando, y es posible que la presencia femenina en ellas adquiera todavía más importancia. Hay cada vez más guerras asimétricas entre estados y grupos terroristas, lo cual demanda no tanto combate abierto cuanto un trabajo eficaz de mantenimiento de la paz, por medio de la toma estratégica de decisiones, la recolección de inteligencia y el contacto con los civiles. La población vulnerable en zonas de conflicto está compuesta en su mayor parte por mujeres y niños.

Este contexto hace más valiosa la participación de las mujeres, que pueden ofrecer perspectivas no habituales en organizaciones dominadas por hombres. Además, como señaló la general Kristin Lund (la primera mujer que comandó una misión militar de las Naciones Unidas), el acceso a la población local es un ingrediente esencial del mantenimiento de la paz, y las mujeres tienen acceso al 100% de la población, contra sólo el 50% en el caso de los hombres, lo cual supone una ventaja incalculable para, por ejemplo, la recolección de inteligencia.

Para que las mujeres puedan hacer realidad todo su potencial como recurso militar, hay que resolver la discriminación persistente y otros desafíos, por ejemplo, el acoso sexual, la salud y el equilibrio entre la vida personal y el trabajo. El acoso sexual puede costarle a una mujer la reputación, y a veces incluso la vida. Más en general, la segregación de géneros debilita el espíritu de cuerpo que es tan importante en la labor militar.

Resolver estas cuestiones será particularmente difícil en Arabia Saudita, una sociedad extremadamente patriarcal y conservadora que en la práctica se estructura en torno de la exclusión de las mujeres. Pero hay medidas que pueden y deben tomarse para ayudar a que se produzca la transformación necesaria.

Para empezar, el gobierno tendrá que hacer cambios importantes (muchos de los cuales fueron implementados en su momento en la PAF), por ejemplo: contratar a mujeres de fuerzas armadas extranjeras para que entrenen a las nuevas reclutas, permitir la interacción entre mujeres y hombres, crear mecanismos de protección que alienten la denuncia del acoso sexual, modificar estructuras patriarcales rígidas para habilitar horarios de trabajo flexibles y hacer un despliegue estratégico de las mujeres, en particular en misiones de mantenimiento de paz.

Permitir el ingreso de mujeres a las fuerzas armadas sauditas es un gran avance, al cual ellas mucho han contribuido. Pero, habiendo yo misma transitado ese camino hace menos de veinte años en Pakistán, sé que todavía hay mucho trecho por recorrer.

Quratulain Fatima is a policy practitioner who works extensively in rural and conflict-ridden areas of Pakistan, focusing on gender-inclusive development and peacekeeping. She is a 2018 Aspen New Voices Fellow. Traducción: Esteban Flamini.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *