¿Por qué sí a Europa?

Por Gustavo de Arístegui, portavoz de Exteriores del Grupo Popular (ABC, 22/02/05):

EL análisis de lo ocurrido el 20 de febrero debe hacerse en dos planos bien distintos: por una parte, las razones que movían a los europeístas a apoyar una constitución perfectible, pero buena y necesaria para España y para Europa; y por otra, las circunstancias, errores y tropiezos del Gobierno en torno a la convocatoria, información y celebración del referéndum.

La reciente ampliación europea más allá de los confines de lo que en su día fue la Europa libre y, por lo tanto, hacia países que estuvieron bajo el yugo soviético requería de nuevos y más eficaces instrumentos de gobierno y gestión de la Unión Europea y una filosofía política que permitiese cimentar el reencuentro de una Europa divorciada a la fuerza durante décadas.

Los padres fundadores diseñaron unas instituciones válidas para seis, nueve, diez y hasta doce Estados miembros, los parches y remiendos del Acta Única Europea, de los Tratados de Amsterdam, Maastricht e incluso Niza, no permitían hacer frente adecuadamente a los retos de la nueva Unión. La arquitectura institucional necesitaba de un profundo rediseño que permitiese superar la esclerosis administrativa y política que ya apuntaba en el horizonte europeo.

Es la Constitución de la Europa de los estados y de los ciudadanos, que reconoce la soberanía colectiva, no troceada, y el protagonismo del individuo, sujeto de derechos y libertades, y de los estados que conforman, junto con los primeros, el alma y el ser del proyecto europeo. Esto significa que los proyectos nacionalistas radicales, los supuestos derechos colectivos, la Europa de los pueblos y otras veleidades anacrónicas y disgregadoras tienen poca o ninguna cabida en esta construcción europea. Entre otras cosas se reconoce la intangibilidad de las fronteras interiores de Europa, lo que reduce al mínimo el margen de maniobra de los proyectos nacionalistas radicales, independentistas, rupturistas, secesionistas y peligrosamente aventureros.

Es una Europa de creciente fuerza y unidad en materia de política exterior y de seguridad común, que consagra la figura del ministro de asuntos exteriores europeo, que supera la esquizofrenia de la existencia del comisario de relaciones exteriores, sin competencias y con medios; y del alto representante de la PESC, con competencias y sin medios. La fusión de ambas figuras, a caballo entre Consejo y Comisión, supone un hito en la construcción europea.

Es la Constitución de una Europa más segura y más libre, pues consagra el espacio de libertad, seguridad y justicia, alumbrado por el Consejo Europeo Extraordinario celebrado en la ciudad finlandesa de Tampere en octubre de 1999. Éste será, sin duda, uno de los instrumentos más eficaces para luchar contra los grandes retos y amenazas a los que se van a enfrentar la democracia y la libertad en Europa y en el mundo en el siglo XXI: el terrorismo, el crimen organizado y la proliferación de armas de destrucción masiva, entre otros. Conviene recordar que esta fue una iniciativa del Gobierno de España, estando el PP en el gobierno, y que sus primeras sesenta y dos conclusiones han servido de base a una incipiente armonización de tipos penales y a la aprobación de la Orden Europea de detención y entrega, iniciativa fundamental que supera el decimonónico y anacrónico instrumento de la extradición fundamentado en la desconfianza entre democracias.

Es la Europa de un modelo económico de éxito, que consagra la economía social de mercado, seña de identidad fundamental de los europeos y que nos ha convertido en la primera potencia económica, comercial y monetaria del planeta. Es decir, que de enano político y gigante económico hemos pasado a la influencia política a través de lo económico. Es, además, una Europa social y solidaria que consolida el modelo económico del estado solidario, evolución competitiva y eficiente económicamente del estado del bienestar, que es asumido ya por todos los partidos democráticos europeos, sin distinción de ideología.

Es una Europa comprometida con la seguridad y con la paz, respetando las distintas sensibilidades que en el seno de la Unión existen, pero sin dejar de estar alineada con un concepto claro de compromiso de seguridad y de defensa, algo de lo que algunos gobiernos, como el socialista español, podrían y deberían tomar buena nota.

En el capítulo de los errores, tropiezos y tentaciones partidistas conviene subrayar lo siguiente:

En el referéndum del 20 de marzo se registró la abstención más alta de la historia de la democracia en España. En este sentido hay que recordar que es el Gobierno el que convoca el referéndum y, en consecuencia, es el responsable de estimular a los electores a acudir a las urnas. Ni la campaña institucional ni la falta de reflejos del Gobierno han sabido responder a los indicios revelados por los sondeos de opinión.

La fecha no era idónea, pues había una recomendación del Parlamento Europeo que sugería el 9 de mayo, día de Europa, para celebrar los distintos referendos. Sin embargo, se mantuvo para presentarse ante la opinión pública europea y española como el primero de la clase en europeísmo, cuando en otros países que celebrarán su consulta más tarde que nosotros empezaron mucho antes con su campaña institucional informativa, lo que redundará sin duda en beneficio de mejorar el grado de conocimiento de la constitución entre sus ciudadanos, cosa que no ha sido el caso en España.

La campaña institucional del Gobierno ha sido partidista y sectaria. El lema elegido era idéntico al del Partido Socialista para las elecciones europeas y la Junta Electoral Central les obligó a retirarlo, sin olvidar que los trípticos oficiales contenían expresiones casi idénticas a los argumentos electorales socialistas de las elecciones generales y europeas hablando de bloqueo de la constitución, «desbloqueo» (sic), corazón de Europa y otras expresiones frecuentemente utilizadas por el Partido Socialista. Si a esto se añade el hecho de que el Sr. Zapatero monopolizó, patrimonializó y abusó de la Constitución Europea como un proyecto exclusivamente suyo y socialista, provocó que no pocos españoles, que legítimamente no simpatizan con el presidente del Gobierno y el Partido Socialista, tuviesen la impresión de que Constitución Europea y presidente del Gobierno eran lo mismo. El Partido Popular ha hecho un esfuerzo especial para tratar de explicar que la Constitución trasciende a los partidos y, desde luego, al Sr. Zapatero, haciendo gala, una vez más, de sentido de responsabilidad de estado y compromiso europeo.

Los únicos euroescépticos y antieuropeos de esta consulta han sido los socios parlamentarios del Gobierno, Izquierda Unida y ERC, que han pedido con rotundidad el no, con argumentos por cierto casi idénticos en algunos terrenos a los de alguna plataforma ultraconservadora partidaria del no. En el País Vasco se ha producido la proporción más alta de apoyo al no, demostrando que el PNV pedía el sí deseando íntimamente lo contrario, disimulo que su socio Eusko Alkartasuna no tuvo reparos en rechazar. Han hecho falta casi veintisiete años y este referéndum para que el nacionalismo vasco pueda llegar a entender que la aprobación de la Constitución Española en el País Vasco es, por lo menos, tan legítima como la aprobación de la europea en esta ocasión.

Los euroescépticos de la izquierda han utilizado el falaz argumento de que esta constitución es insuficientemente europeísta, porque nos llevaba sólo a mitad de camino del destino final, razón por la cual defendían incomprensiblemente no salir de la estación de origen. Esta constitución perfectible, que tiene más luces que sombras, es, sin embargo, un importante hito en la construcción europea, que ha recibido el respaldo inequívoco de los españoles que han participado en número claramente insuficiente en el referéndum. Esto, sin embargo, ni puede ni debe deslegitimar el resultado a pesar de la baja participación que el Gobierno, en un nuevo alarde de sectarismo, intenta atribuir al principal partido de la oposición, comprometido vigorosa e inequívocamente con el sí, como lo demuestra el hecho de que nueve de las comunidades con mayor participación, en siete haya ganado el Partido Popular las últimas elecciones generales. En definitiva, sí a Europa y sí a esta Constitución, a pesar de los errores y del ventajismo del actual Gobierno.

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