¿Por qué?

Hace una veintena de años recorrí la viejísima aldea de Malula, a no muchos kilómetros de Damasco. Es el único enclave sirio con un 90% de población cristiana y uno de los tres en los que se habla arameo, la lengua de Cristo. Recuerdo aquella pacífica Malula luego doliente, y el proverbio arameo: «No tires piedras en el manantial donde has bebido», ante un artículo de Cayetana Álvarez de Toledo a quien leo siempre con gusto. Su artículo se titula «Cuéntanos por qué te afiliaste al PP».

Es una reflexión vehemente y dura sobre cómo ve la realidad del partido al que perteneció, aunque la autora no responde a la pregunta que le da título. Igual que enjuicia ásperamente la Convención del PP en Sevilla a la que no asistió –no tenía por qué–, interpreta, más bien adivina, lo que bulle en los caletres de los militantes populares, y hace un repaso nada amable de esto y aquello, de unos y otros.

Desde mi veteranía que lo ha visto casi todo nadie espere de estas líneas una defensa del presidente del Gobierno que sabe defenderse cuando cree que el momento y el atacante lo merecen. Tampoco defenderé al Partido Popular; tiene quien lo haga. Expreso el sentimiento que me mueve lo que leo.

El artículo, más pasional que ponderado, achaca al Gobierno, y sobre todo a su presidente –«casi póstumo»–, directa o indirectamente, todos los males mayores y menores, desde la resolución de Schleswig-Holstein a las pintadas ante la casa del juez Llarena. Ya nos llega desde los clásicos que a los dirigentes no se les tienen en cuenta los éxitos, que se olvidan pronto. Un político creo que del XIX cuyo nombre no recuerdo, y no voy a indagar ahora, dejó escrito que en cada español hay un presidente del Gobierno por lo fácil que resulta gobernar desde las tertulias de café o desde los periódicos. Es algo así como torear de salón. Me quedo con Cánovas: «La política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible».

Nuestra autora es una mujer preparada, llena de sabidurías, que tuvo la fortuna de formarse desde niña en centros exclusivos como la Northlands School de Buenos Aires, para luego cursar sus estudios universitarios en el New College de Oxford. Apuntalada en su notable inteligencia aprovechó esas oportunidades que la vida le ofrecía.

En 2006 Cayetana Álvarez de Toledo se incorporó al Partido Popular como jefa de Gabinete del secretario general, Ángel Acebes. Entró por la puerta grande. Antes de cumplir dos años en el cargo ya figuraba en las listas de las elecciones generales por Madrid en un relevante número 9, para ser designada portavoz-adjunta del Grupo Popular en el Congreso. En la amistad con Ángel Acebes coincidimos, aunque yo me anticipé por motivos cronológicos. Años después de iniciarse nuestra amistad Acebes y yo fuimos al tiempo portavoces-adjuntos del Grupo Popular en el Senado. En 2011 Cayetana Álvarez de Toledo repitió escaño por Madrid en el puesto 10, y siendo todavía diputada anunció en un artículo periodístico que no concurriría a las cercanas elecciones de diciembre de 2015 por discrepar de las políticas de Rajoy. No pocos se preguntaron entonces si ya temía no figurar en las listas o la proclamación del desapego se debió a reservas ideológicas. Hubo quien no consideró delicada aquella declaración pública.

El título del artículo al que vengo aludiendo es, como ha quedado dicho, «Cuéntanos por qué te afiliaste al PP». Una respuesta bastante generalizada podría ser: para trabajar sin esperar nada. No recuerdo casos de militantes que sean recibidos por la puerta grande, en menos de dos años sean diputados en la lista de Madrid en un puesto de privilegio e inmediatamente portavoces-adjuntos de su Grupo Parlamentario, y repitan legislatura, sin haber vivido previamente y durante una larga temporada el duro y tantas veces anónimo trabajo en los distritos, en los municipios, o en las organizaciones regionales. La inmensa mayoría de sus entonces compañeros de partido trabajaron mucho y no esperaron ni recibieron nada.

No creo que nuestra protagonista durante su militancia fuese objeto de afrentas personales o políticas. Como gozoso y sostenido lector suyo me ha producido un sentimiento de tristeza leerla en esta ocasión. Y me refiero sobre todo a la mala baba. A una descendiente de don Fadrique se le supone más elegancia. En una de sus máximas La Rochefoucauld anota: «Casi todo el mundo paga gustoso los favores pequeños; muchos agradecen los medianos; pero es raro que no se corresponda a los grandes favores con la ingratitud». Suele ocurrir si se mira la realidad desde tan arriba que el vértigo nubla la vista y produce desmesura.

Juan Van-Halen, escritor y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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