¿Por quién doblan las campanas?

El 23 de junio los británicos tomarán una decisión que ya ha sido calificada como la más importante de esta generación. Una vez iniciado el proceso, los argumentos a favor y en contra del 'Brexit' se suceden. Así, el FMI ha alertado de las pérdidas de PIB que la separación generaría, una posición compartida por el Tesoro británico, que apunta a una reducción del PIB del 6% en el 2030, y también en línea con trabajos que estiman que la pérdida de empleo del sector financiero británico sería, de forma inmediata, superior a los 100 millones.

Tanto el Banco de Inglaterra como su gobernador, Mark Cairnes, han advertido de los riesgos que la incertidumbre acabaría generando. En un ámbito más político, Barack Obama también se ha posicionado a favor del sí, argumentando que EEUU necesita una Gran Bretaña en la UE. También el premier chino, Li Keqiang, se ha expresado en el mismo sentido, aunque por razones distintas. Como pueden ver, un amplio abanico de posiciones contrarias. El problema de esta propaganda es su procedencia: muchos de los que están a favor del 'status quo' pertenecen a unas elites cada vez más denostadas, y menos creíbles, para amplios segmentos de la población.

¿Por quién doblan las campanas?

Por su parte, los partidarios de la salida apuntan a que estas advertencias catastróficas son simples amenazas para decantar el voto del miedo. Argumentan que, en un contexto menos rígido que el de la UE, las fuerzas de mercado permitirían un crecimiento mayor de la economía británica. O, con el alcalde de Londres Boris Johnson a la cabeza, postulan que tras el 'Brexit' Gran Bretaña recuperaría capacidad de presión para renegociar un acuerdo especial con la UE, que permitiera el acceso al mercado único sin aceptar la libre circulación de personas.

Quizá porque este argumentarlo es atractivo, la posición de Francia y, en especial, de Alemania, ha tomado tintes muy severos. Ante una hipotética salida de la UE, Emmanuel Macron, ministro francés de economía, y Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Hacienda, han advertido que el posible inicio de nuevas negociaciones no sería inmediato. Una vez fuera, se está fuera. Y, por tanto, hay que recomenzar todo el proceso. Viniendo de quien vienen, estas advertencias hay que tomarlas con seriedad. Porque ambos países prefieren una Gran Bretaña en Europa: Alemania para contrarrestar a Francia, y esta para tener un contrapeso frente al poderío alemán.

Además, la política interior de Francia y Alemania, la situación de la UE y la del área del euro, obligan. En París y Berlín, las elecciones generales del 2017, con partidos xenófobos y antieuropeos al alza, como el Frente Nacional y Alternativa por Alemania, no permite demasiadas contemplaciones. Si ganara el 'Brexit', las posiciones de Le Pen y de los antieuro alemanes se verían reforzadas, y eso es algo que nadie desea.

Por si la situación no fuera suficientemente compleja, la derrota del Gobierno holandés en el referéndum sobre el acuerdo UE-Ucrania es una patata caliente que no se sabe cómo gestionar. Pero hay consenso en que significa un nuevo impulso a los crecientes sentimientos anti-UE, que representa el Partido de la Libertad de Geer Wilders. Añadan a ellos los que emergen en la Polonia gobernada por la ultraderecha, que se ha sumado en esa posición a la de Hungría y Eslovaquia; y el sesgo, cada vez más antieuropeo y antieuro, de los partidos de derecha italianos y de Beppe Grillo. Finalmente, pero no por ello menos importante, el fantasma de una nueva crisis financiera en Grecia se va agrandando en el horizonte.

Es en este contexto tan volátil, en el que el sentimiento contrario a la Unión va ganando adeptos, donde hay que inscribir los temores a una posible victoria del 'Brexit'. El más extendido en Bruselas es el efecto dominó que podría generar la victoria de los partidarios de la salida. Y aunque no parece que los partidarios de abandonar la Unión acaben ganando, ya se sabe que los referéndums los carga el diablo. En especial, en la Gran Bretaña de hoy, donde Cameron modificó la ley antes de las elecciones generales, exigiendo a los jóvenes que cumplen los 18 años la obligación de darse de alta en el registro de votantes. Lo que quizá le sirvió entonces para apartar a un colectivo del que no esperaba mucho, puede volverse en contra suya ahora que, justamente, lo necesita, por tratarse del más partidario de seguir en la UE. Lo dicho. El 23 de junio los ciudadanos británicos toman la palabra. Si ganan los partidarios de la salida de la UE, prepárense. Pero, sea cual sea el resultado, el destino nos aguarda el 23-J. Nadie sabe qué puede suceder, aunque nada sería ya igual para los británicos. Tampoco para nosotros, ni para el proyecto europeo. ¿Será por este último por quien doblan las campanas?

Josep Oliver Alonso, Catedrático de Economía Aplicada (UAB).

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