Por un sistema de permisos igualitario

Durante el curso que comienza tendrá lugar una reforma del sistema de permisos que, según como quede, será un avance o un retroceso para la igualdad entre hombres y mujeres. La proposición de ley actualmente en tramitación es la presentada por UP-ECP-EM, en la que se propone la reforma de los permisos igualitarios diseñada por la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA). Su objetivo es que los padres se queden al cargo de sus bebés en solitario el mismo tiempo que las madres durante el primer año. Dado que en el debate inicial del pleno del Congreso de los Diputados ningún grupo anunció desacuerdo o enmienda alguna, muchos medios pasaron a darla por prácticamente conseguida.

Pero esa imagen es engañosa. Como viene advirtiendo la PPIINA, hay presentadas otras proposiciones de ley cuyos efectos serían contrarios a ese uso igualitario, tanto por parte del PSOE como de Ciudadanos. Con ellas sobre la mesa, y con la forma de tramitación que tendrá la proposición de ley presentada por UP-ECP-EM, podría suceder que los grupos negociaran el diseño final en una ponencia cuyas sesiones no serán abiertas, de tal forma que cuando llegara al pleno ya no quedará nada por dirimir. ¿Por qué?

Por un sistema de permisos igualitarioImaginemos que esos partidos nos dijeran explícitamente: “Con el sistema de permisos que proponemos, las madres se ausentarán de sus puestos de trabajo a tiempo completo muchos meses más que ahora, mientras que los padres solamente lo harán por unas semanas, y no se quedarán un periodo sustancial a cargo de sus bebés”. Esto equivaldría a aceptar una brecha salarial entre hombres y mujeres aún mayor que la actual, y también un modelo de familia en la que la mujer es la cuidadora principal, y el hombre, un ayudante cuando sus otras (y principales) tareas se lo permiten.

Cuando la sociedad ya ha apostado explícitamente por la igualdad en el empleo y en los cuidados, ningún partido puede defender públicamente este modelo de familia y de empleo. Y cuando la reforma propuesta trata de cambiarlo por el simple método de extender un derecho de Seguridad Social a los hombres es difícil mostrar a las claras las trampas por las que ese gigantesco paso se puede ver frustrado.

En cuanto a las empresas, aquellas que promocionan a las mujeres verán cómo con esta reforma se reduce la penalización a la que ahora se ven sometidas frente a las empresas que siguen relegándolas a posiciones precarias y fáciles de sustituir. Pero estas últimas no pueden quejarse explícitamente de que se extienda a los hombres un derecho que en las mujeres aceptan con toda normalidad. Si lo hicieran, inmediatamente pensaríamos: ¿por qué será que a estas empresas les molesta más prescindir de los hombres que de las mujeres? ¿No será porque solo les promocionan a ellos?

En cuanto a los hombres, hay muchos indicios de que ellos también están cada vez más dispuestos a asumir la corresponsabilidad. La cuestión es si la ley se pone del lado de esa predisposición. La propuesta de forzar (con distintos mecanismos) a que una parte del permiso del padre sea simultáneo al de la madre es muy elocuente: cuando las parejas pueden turnarse, se produce una negociación en la que la madre reclama al padre que la sustituya para volver a su puesto de trabajo. ¿A qué viene prohibir esa posibilidad? Es ponérselo muy difícil a las mujeres y es ponérselo demasiado fácil a los padres comodones que prefieren seguir como hasta ahora.

En el debate público, al igual que en el Congreso de los Diputados, no parece haber muchas voces en contra de la reforma de los permisos igualitarios. Queda, eso sí, el argumento de que las madres en general desean cuidar más. Cuesta entender esa resistencia a una reforma que dejará intacto el derecho de la madre y, además, capacitará al padre para asumir mejor su cuidado y el del recién nacido. Pero es una reacción que suele darse cuando la sociedad apuesta por un avance de este calibre, curiosamente, siempre basándose en un supuesto interés de las personas a las que más beneficia ese avance.

Sin embargo, esas voces no tienen nada que ver con la situación y la determinación de la mayoría de las mujeres. Basta mirar las tasas de fecundidad para ver que la mayoría ni siquiera pueden ser madres en el sistema actual. De hecho, cuanta más mística de la maternidad hay en un país, menor es su tasa de fecundidad. Por otro lado, más del 90% de padres y madres están por la equiparación del permiso de paternidad al de maternidad.

Las mujeres sabemos lo que nos jugamos. Según la OIT, el 45% de las madres españolas no vuelve a su mismo puesto de trabajo después del permiso de maternidad. ¿Qué pasaría cuando el permiso de las madres (ya no llamado de maternidad) fuera mucho más largo que ahora, mientras los padres siguieran de ayudantes en casa y disponibles casi ininterrumpidamente para la empresa? Eso es lo que puede pasar si se introducen las modificaciones que se avecinan.

Tanto hombres como empresas y partidos tienen que comprender que el mantenimiento de este sistema no solo es injusto, sino imposible. Las mujeres hemos abandonado masivamente la sumisión a la antigua familia patriarcal, y no vamos a volver a ella sin rechistar. Por otro lado, ya no bastan las adaptaciones que han hecho otros países, en otros periodos y con otros mercados laborales, para integrar a las mujeres en una desigualdad menos cruda.

Frecuentemente se alude a que los permisos igualitarios no se han conseguido en ningún país, como si eso fuera un argumento. Al contrario, la experiencia de otras reformas nos ha servido para conocer los efectos de esas trampas en las que no debemos caer. Además, esta oportunidad llega en medio de una ola de feminismo que necesariamente se está enfrentando a la estructura patriarcal.

Por todo ello, podemos ser el primer país con permisos verdaderamente igualitarios. Para conseguirlo, debemos exigir una tramitación transparente en todo momento de la proposición de ley, y, en particular, que todas las enmiendas se publiquen de antemano con tiempo suficiente y se debatan en el pleno del Congreso de los Diputados (en lugar de dirimirse en instancias inferiores cuyas sesiones no se emiten en directo).

También debemos exigir a cada partido que explique cuál es el modelo de sociedad que hay detrás de su diseño de permisos. Ahí debe situarse el debate social: ¿queremos la consolidación del actual modelo del padre ayudante en los cuidados y la madre cuidadora principal? ¿Queremos seguir soportando las consecuencias de ese modelo? ¿O queremos avanzar hacia la eliminación de la división sexual del trabajo? Que cada partido defienda su posición a las claras para que la ciudadanía sepa a qué atenerse.

María Pazos Morán es investigadora del Instituto de Estudios Fiscales y autora de Contra el patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sostenible.

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