Por una ciencia de calidad y sin complejos

En 'La peste', de Albert Camus, el Dr. Bernard Rieux, protagonista y cronista de la novela, reúne todos los medios a su alcance para luchar contra la terrible enfermedad que asola Orán. En un episodio memorable, Tarrou, un esforzado voluntario, confiesa a Rieux las razones íntimas que le han llevado a trabajar en silencio y sin descanso por una causa que muchos dan por perdida. El monólogo de Tarrou, que destila algunas de las preocupaciones existenciales del propio Camus, es toda una declaración de principios: no importan tanto los fines como la actitud; no es necesaria una fe trascendente, sino la convicción de trabajar del lado de quienes lo necesitan.

En situaciones de crisis como la actual, el compromiso activo de la comunidad científica con esta tarea es tan vital como la determinación del personaje de Camus. Los científicos españoles han encontrado en los dos últimos años motivos para la desesperanza. Tras la progresión sin precedentes de la inversión pública en I+D, que se duplicó entre 2005 y 2009, el crecimiento se ha frenado como consecuencia de las políticas de reducción del déficit.

En los dos últimos años se han tomado decisiones muy difíciles para garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas. No es posible, ni sería razonable, que la política científica permaneciera ajena a esas decisiones. La austeridad es aplicable a todos los ámbitos de la Administración, y mantener la inversión en I+D con la progresión de años anteriores sólo habría sido posible a costa de socavar otros pilares del Estado del Bienestar, como la sanidad, las pensiones o la educación.

Nuestra ciencia, nuestros investigadores, merecen mucho, pero no todo ni a cualquier precio. Aspiramos a situarles al frente de la sociedad, pero no por encima.

El Gobierno, pese a todo, ha dado prioridad en los Presupuestos de 2011 a las políticas del Ministerio de Ciencia e Innovación, con el objetivo de mantener todas las capacidades científicas desarrolladas en los últimos años. Los programas del Ministerio, principal vía de financiación de las actividades de I+D de universidades y centros de investigación, mantienen una dotación muy similar a la de 2010. Y esto ocurre cuando la reducción media de los presupuestos del conjunto de ministerios supera el 12%. Otras políticas se han tenido que sacrificar para preservar la ciencia.

Conviene, no obstante, mirar más allá de los Presupuestos. La evolución de la investigación española es una de las mayores historias de éxito de la democracia. En solo tres décadas España ha ascendido desde el puesto trigésimo en producción científica mundial hasta ubicarse en el top 10. El número de trabajadores en I+D creció un 36% entre 2005 y 2009, y ese año, el de mayor destrucción de empleo de la Historia reciente, el trabajo en I+D siguió al alza.

Contamos con más personas que nunca trabajando en I+D y con más recursos que nunca por investigador. Hemos situado a varios de nuestros centros entre los mejores de Europa en su especialidad. Uno de cada cinco científicos contratados con cargo a programas del Ministerio procede de otros países, atraído por las condiciones que ofrece España.

Pese a todo, no hemos superado la percepción pública negativa que buena parte de la sociedad tiene sobre el estado de nuestra I+D. Pesan demasiado los victimismos, los complejos y los prejuicios sobre la situación de nuestra ciencia, como la idea de que hay que emigrar del país para hacer ciencia de calidad. España padece un problema de paro del que no se escapa la profesión de científico, pero denunciar una fuga de cerebros es insultar a los miles de investigadores de prestigio internacional que trabajan aquí.

El pesimismo acompaña a la mentalidad española desde el origen de nuestra ciencia moderna. Santiago Ramón y Cajal, que además de eminente científico es uno de los padres de la política científica española, escribía a principios del siglo XX: «Durante algún tiempo todavía (…) la investigación científica en España será obra de abnegación y sacrificio».

Este pronóstico es aún enarbolado por algunos miembros de la comunidad científica y asumido como propio por buena parte de la prensa. Pero añadía Cajal: «Con todo eso, fuerza es declarar que se han exagerado mucho las resistencias morales y materiales opuestas al trabajo científico. Nuestros Jeremías de la Universidad deploran, a veces con razón, la falta de medios, pero más a menudo se quejan un poco teatralmente, adoptando posturas retóricas de abandono y persecución».

Creo sinceramente que cuando la peste de la crisis hostiga nuestra sociedad, cuando más de un millón de familias tiene todavía a todos sus miembros en paro, la dicotomía es simple: podemos trabajar con los recursos a nuestro alcance para que la investigación española sea de la máxima calidad -y contribuya a generar conocimiento de frontera, riqueza económica y empleo para el país- o podemos refugiarnos en la rémora del victimismo; podemos encontrar en cada éxito una motivación para seguir avanzando, o lamentarnos a diario por aquello que todavía no hemos conseguido.

El pesimismo patrio se estrella, como en otras ocasiones, contra los reconocimientos que vienen del exterior. El pasado 26 de enero la Comisión Europea invitó a España a participar en un seminario en Bruselas para presentar, ante todos los Estados miembros, sus estrategias para preservar con éxito el Presupuesto público de Ciencia e Innovación en este periodo de crisis. Días después, la comisaria europea del ramo, Máire Geoghegan-Quinn, felicitaba al presidente del Gobierno por los ambiciosos objetivos españoles en materia de I+D. Nadie espera que nuestra ciencia se concentre sólo en resolver problemas del corto plazo, porque hay investigaciones cuyos frutos pueden tardar muchos años en producirse. Pero sí necesitamos una actitud de implicación con la sociedad que se traduzca en hacer ciencia de la máxima calidad.

Como ministra de Ciencia e Innovación he tenido el privilegio de sentir de cerca ese compromiso de muchos de nuestros investigadores.

Pienso en Francisco Guinea y en María Blasco, que desde el CSIC y el CNIO han trabajado codo con codo, respectivamente, junto a los galardonados con los premios Nobel de Física y Medicina 2010. Pienso en Lluis Torner e Ignacio Cirac, que desde dentro y fuera de España han hecho del Instituto de Ciencias Fotónicas un centro de referencia mundial, capaz de atraer talento y mecenazgo privado de una forma que no conocíamos. Pienso en Carlos López Otín y Joan Oleza, que desde las universidades de Oviedo y de Valencia demuestran que es posible combinar, con la mayor excelencia, una intensa actividad docente con el trabajo investigador. Pienso en Avelino Corma, que además de ser el científico español más citado de la última década, cuenta con más de 100 patentes que generan importantes ingresos al CSIC y, por extensión, a la sociedad española que financia su trabajo. Pienso en las decenas de investigadores de todo el mundo embarcados ahora mismo en la Expedición Malaspina, un proyecto con el que la investigación española en oceanografía y cambio global pone el listón a una altura difícil de superar por otros países.

Ellos también querrían tener más recursos a su disposición -¿hay alguien que no?-. Sin embargo, después de cada premio, de cada publicación de prestigio, de cada patente o de cada nuevo contrato que firman con una empresa, vuelven al laboratorio para investigar con la misma tenacidad y discreción. Y lo hacen porque saben que su trabajo es un ejemplo, como el de Tarrou combatiendo la peste, de lo que ahora más necesitamos: compromiso con el futuro de España.

Por Cristina Garmendia Mendizábal, ministra de Ciencia e Innovación.

11 comentarios



  1. Esta ministra me deja sin palabras. Qué gran sabiduría la suya.
    Yo soy uno de esos investigaores en el extranjero. Supongo que la Sra. ministra no me considera uno de esos cerebros fugaods. Al fin y al cabo me fui por voluntad propia a otros países donde por sólo el coste de un sueldo tienen a una persona con 11 años de formación no obligatoria pagada a costa de los impuestos de otro país.
    Por otro lado es evidente que soy una quejica, al fin y al cabo quién soy yo para no sacrificarme? Parece que mis 4 años de beca que jamás contarán en mi vida laboral porque son previos a 2007 no fueron sacrificio. Tampoco que el primer año de esa beca, siendo licenciada cobrase 700€/mes. O que jamás haya cobrado una hora extra. Ese concepto ni entra en la cabeza de los investigadores, pero claro, no somos más que quejicas. Todavía no he conocido a un sólo investigador que no use sus recursos personales en sus investigaciones (por ejemplo que no use su ordenador personal para trabajar en muchas ocasiones).
    Qué quejica soy que pido cosas imposibles como un contrato estable o la posibilidad de realizar mi trabajo con un mínimo de dignidad.
    Poco importa que en otros países me estén dando todo eso y más, el caso es que soy una quejica. Lo que debería hacer es volver a España y trabajar gratis y sin quejarme.
    Y pensar que yo di mi voto a un partido que pone a esta sinvergüenza a decir semejantes barbaridades...

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    1. Pues eso que la ministra tiene experiencia tanto en el mundo empresarial como en el campo de la investigación...

      Nada, nada. Tú tienes que volver a España para que te ofrezcan un contrato basura de becaria y no tengas derecho a casi nada. A trabajar por el amor al arte (perdón, a la Patria) :-)

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    2. El colmo del cinismo y de la demagogia! Señora Ministra, con todos mis respetos: o no tiene ni idea de casi nada, o lo disimula usted muy bien. Llevo 22 años investigando en su "patria" y, pese a que creo que lo hecho muy dignamente (y así lo avalan mis publicaciones internacionales, los premios conseguidos, el reconomiento de mis colegas, etc.), aún me cuesta llegar a fin de mes! Sin hablar, por supuesto, de una carga de trabajo impensable en cualquier otro país europeo, de los complementos paupérrimos (incluyendo los que otorgan ustedes por excelencias varias), de la presión asfixiante, de la disminución alarmante de los medios que su mismo ministerio pone a nuestro alcance, de la esperpéntica implementación del EEES en esa patria a la que usted alude y de la kafkiana burocratización de todo lo referente a su ministerio. Si se exigiera a usted misma un ápice de lo que nos exige a todos nosotros, optaría por la solución más digna: marcharse a casita y vivir de las rentas que, a buen seguro, le va a asegurar su paso por esa política tan en minúsculas. Mientras tanto, nosotros seguiremos investigando y trabajando duro por la educación superior de este país, currando 15 horas al día con sueldos tercermundistas y sorteando todos los obstáculos que su Ministerio, su Patria, y el partido de representa (que, por cierto, perdió ya dos siglas por el camino), crean oportuno arbitrar para garantizar el futuro de los que, como usted, instan al esfuerzo ajeno desde la poltrona, ese esfuerzo para merecer su Europa ofreciendo a cambio recursos que muy bien podrían ser africanos (con perdón para el continente del sur).

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  2. A la atención de la Sra. Ministra de Ciencia e Innovación,

    Investigadores que, como yo, nos vemos obligados a emigrar a universidades extranjeras comprobamos con máximo asombro que ni Usted ni miembro alguno de su ministerio perciben el más mínimo resquicio de realidad sobre la situación de la investigación en EspaNa. Sabemos que en ese país la autocrítica y el hecho de asumir responsabilidades no es normal; es más fácil, especialmente desde un puesto de poder, cargar a investigadores generalmente explotados, mal pagados y con condiciones mínimas, cuando no nulas, de trabajo la culpa de los problemas de la investigación. Créame, no es sólo un problema de recursos y de posibilidades presupuestarias. Todo se resume en que EspaNa no sustenta su política en la ciencia, la investigación y la innovación, sino en el turismo de sol y playa y en apilar ladrillos por donde aún quede un pedazo de tierra libre.
    Ciertamente el problema es que nos quejamos. ANadiría que el problema es sólo quejarse. Quizá sería más beneficioso para la ciencia y la investigación del país que todos llamásemos a la puerta de su ministerio y exigiésemos su dimisión, no sólo por la situación de la investigación en el país sino especialemente por la ausencia absoluta de responsabilidad que su carta evidencia.
    Son muchos los puntos de su misiva que merecerían réplica, pero permítame sólo mencionar algunos.
    En primer lugar, ni el bedel de su ministerio cobra el casi salario mínimo interprofesional que cobraba yo (y muchos investigadores aún cobran) en EspaNa, especialmente teniendo presente nuestro nivel de formación, al que por cierto muchos miembros de su gobierno, de los anteriores y por supuesto de los siguientes no se acercan ni de lejos cobrando muuucho más.
    En segundo lugar, su política científica despilfarra recursos públicos formando a investigadores que van directamente a la calle una vez lograda una alta cualificación profesional. Ya sabe qué salida tienen: emigrar o engrosar las listas del INEM. Por desgracia me cuento entre ellos y he tenido que emigrar.
    No pretendemos un contrato fijo sólo por ser investigadores; simplemente la posibilidad de poder acceder a una cierta estabilidad profesional que no nos obligue a ir dando tumbos de proyecto en proyecto o de país en país. Es difícil emprender con éxito una carrera investigadora si tienes que pensar cada aNo (en ocasiones cada pocos meses) dónde vas a tener que ir a vivir y si vas a tener sueldo, no le parece?
    En tercer lugar, comprobamos de nuevo la ausencia absoluta de las Humanidades en su discurso. Quizá le cueste creerlo, pero en Humanidades también investigamos, aunque con su política al respecto esto corra cada vez mayor peligro.
    No es necesario recordar la diferencia abismal entre las condiciones de trabajo, sueldo, tranquilidad personal, etc. que otros países nos ofrecen para poder desarrollar convenientemente nuestra investigación y las de EspaNa; son de sobra conocidas. La principal diferencia estriba en que en EspaNa estamos en el paro cuando osamos dedicarnos a investigar.
    En resumen, como ministra de Ciencia e Innovación haría mejor en beneficio del país si, en lugar de cargar su discurso contra los investigadores y pretender que todo es una cuestión de actitud, ayudase a hacer entender a su gobierno que el futuro del país pasa por una inversión mucho mayor en I +D + I y en unas condiciones más favorables para los investigadores. Los discursos de motivación ciega basados en la actitud es mejor dejarlos para gerentes de empresas piramidales o para líderes de sectas.

    Atentamente,

    Otro investigador en exilio forzoso.

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  3. POR FAVOR, Señora ministra, dimita y, mientras le aceptan la dimisión y se tramita, cállese.
    Me han bajado el sueldo, doy clases hasta aburrir, me adapto a Bolonia, hago un horario que en cualquier empresa saltarían las alarmas de exceso de horas extras, y no las cobro (por Dios!! impensable ese concepto), investigo, ocupo cargos de gestión y me evaluan, y re-evalúan constantemente, la ANECA, la ACAP, los organismos, el ministerio, la facultad, la unversidad, los alumnos....
    Qué me está contando esta señora?? Por favor, este artículo es un insulto y desprecio a todos los investigadores.
    Prohibiciones,intervecionismo, sectarismo, robo, tomadura de pelo continua. Esto es el socialismo?? Fuera del gobierno, YA!

    Investigadora en España (ya no sé si por suerte o mala suerte)

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  4. Estos son los políticos que se llenaban la boca diciendo que iban a cambiar el modelo económico español del del ladrillo al de la ciencia y la innovación.
    Bajo su gobierno, es más bajo su ministerio, los becarios de investigación hemos tenido que sufrir una serie de atropellos que claman al cielo pero que a Garmendia obviamente no le habrán parecido significativos en absoluto.
    Atrasan todas las resoluciones para ahorrarse unos duros sin pensar en como afectan esos retrasos a las vidas de miles de personas y nos tratan como a basura cuando pedimos explicaciones por los retrasos, mintiéndonos continuamente o directamente no respondiendo.
    Mientras ellos se pasan todos los plazos por el arco del triunfo miles de investigadores se dedican a trabajar gratis con la enorme inquietud de no saber si al final les van a pagar o no, si se van a poder permitir vivir donde están o no. Lo que es peor, la mayoría de las veces la mayor preocupación ni siquiera es que nos paguen, es que sin ese pago, no existe vinculación oficial con la institución y sin la vinculación no hay ninguna opción de continuar en la carrera investigadora, una carrera que incluso con la vinculación tiene altísimas probabilidades de acabar frustrada a corto o medio plazo.
    Convocan estancias en el extranjero en las que tienes que irte a otro país con tus propios medios antes de saber si te han concedido la estancia o no, algo que te comunican mucho más tarde de haberte incorporado al otro centro. En la mejor de las circunstancias te pagarán cuando ya hayas vuelto a España, pero si te deniegan la estancia, entonces has hecho el canelo.
    ¿Tendrá alguna idea la señora ministra de lo frustrante que es vivir así continuamente, de la inseguridad y la inestabilidad que conlleva?
    Antes de soltar todas esas sandeces la ponía yo a comenzar la carrera investigadora desde 0, pidiendo una beca predoctoral del estado, por ejemplo, esas cuya convocatoria se han saltado en 2010: mientras se dedicaba a decirnos lo importante que era la investigación para el país, ella y su compañero Gabilondo (que se pasan las competencias de las Universidades según les pica la nariz) se han estado riendo de todos los licenciados brillantes que estarían desde junio de 2010 esperando esta convocatoria como agua de mayo. (Por sus incumplimientos de plazos yo no podré realizar la última estancia en el extranjero a la que podía optar, por poner sólo un ejemplo, de los menos significativos, de como su política de indolencia y falta de respeto por los investigadores nos afecta).
    Enhorabuena señora ministra, no hace falta que pida más resignación a los investigadores, ya tiene lo que quería: en nuestro país, ya no triunfan los investigadores más válidos o más brillantes, ahora acaban encontrando su sitio en el sistema sólo los que tienen mayor aguante y la capacidad económica y mental de soportar una carrera investigadora que te degrada, te explota y te decepciona hasta lo indecible. Ciertamente hay que estar loco para preferir irse a otro país a investigar.

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  5. Hay que estar locos para seguir admitiendo las ocurrencias de unos aficionados llegados al poder gracias a triquiñuelas dentro de su propio partido.
    Rozan el "analfabetismo" democrático, gestionan con la teoría del despilfarro. Regalan euros como si fuesen los Reyes Magos.
    Son los más progres de los progres del mundo mundial.
    Dejarán, junto a los siguientes en el gobierno, el país hecho un solar, un desierto. Desaparecerán las clases medias que siempre se han querido cargar por considerarlas la burguesía cuando la aspiración de estos pijos progres es vivir como ella o como ricos.
    Negar la evidencia de la crisis con la expresión de que se ha producido una "desaceleración", es un disparate que no se castiga.
    Viven mejor que reyes pues los reyes tienen que hacerle la "pelota", y se olvidan que solo se sale de la crisis con investigación e innovación, trabajo duro -- no lo conocen pues nunca han trabajado --, y medidas de apoyo a ese trabajo. Favorecen a un sistema bancario especulativo y no productivo. La economía real no les preocupa y dejan que los "messi", "ronaldos", etc. sean el ideal de los jóvenes. Esa es la verdadera investigación. Si unimos a estos caballeros un empresariado engolfado en los chollos y las subvenciones pregunto: ¿ Qué porvenir le queda a esos 48,3 millones -- deducir la "casta" política --, de españoles con esta gentecilla ?

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  6. Os doy una idea: montar una cocina de diseño y luego pedís una subvención. Solo dispongo del dato de 2009, pero en ese año le dieron siete millones de euros (7.000.000,00 euros) a Basque Culinary Center Fundazioa.

    ¿Sabéis a cargo de qué Ministerio? Pues sí... al de de Ciencia e Innovación.

    Por si alguien no se lo cree, dejo el enlace al B.O.E.

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  7. Todo muy bien. Yo soy técnico de mantenimiento en un organismo público de investigación. Llevo 15 años y apenas cobro, con toda mi antigüedad, 1100€ netos. Al menos algunos tienen la posibilidad de cambiarse de sitio, emigrar, etc etc. Sin embargo otros estamos pendientes de concursos de traslados que nunca llegan. Mientras tanto asumimos reponsabilidades que nunca están recompensadas. Además de realizar nuestro trabajo, intervenimos en la instalación de equipos científicos, arreglo de los mismos, adecuación de las instalaciones a dichos equipos, etc. Todo ello por "ahorrar" el que venga un técnico de la casa que fabrica dichos equipos (la mayoría de las veces desde un país distinto al nuestro), a adecuar el mismo.
    En fin, creo que todos ponemos un granito de arena en que esto salga adelante, con la diferencia de que algunos (perdón por mi insistencia), nos dejan ABANDONADOS, y sin posibilidad de prosperar en el trabajo (en mi caso soy técnico superior y hasta que me jubile no tengo posibilidad de poder subir ningún puesto más). Ponen de excusa que ostento la mayor categoría de acuerdo a mis estudios (véase mi salario citado anteriormente). Pero me exigen tareas y responsalbilidades por encima de los estudios que ostento (soy el responsable de mi unidad y tengo personas a mi cargo.
    Resumiendo. Pido por favor, se nos tenga en cosideración, alguna vez, a las personas que día a día, desempeñamos nuestro trabajo de apoyo a la investigación, ya que a fin de cuentas, todo es una cadena. Si quitamos un eslabón, los resultados no serán los esperados.
    Muchas gracias y perdón por mi sermón.

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