Desde sus orígenes, la seguridad constituye una dimensión crucial de la integración europea. La principal finalidad de las Comunidades Europeas fue la de poner fin a las guerras fratricidas entre los Estados europeos y construir una Europa basada en la estabilidad de la paz democrática. Este propósito fundamental de la integración europea se ha conseguido ya. La guerra o la amenaza del recurso a la fuerza entre los Estados miembros de la UE es impensable hoy. Nadie pone en duda que la continuidad de la UE es esencial para asegurar la paz entre las democracias en Europa. Al tiempo, ante la multiplicación de las amenazas exteriores desde el final de la guerra fría, la UE es cada vez más importante para nuestra defensa común.
La UE y sus Estados miembros tuvieron que enfrentarse a nuevas amenazas: no sólo el terrorismo internacional sino también la proliferación de armas de destrucción masiva y el problema de los Estados fallidos.
La respuesta europea fue lenta y sigue estando por debajo de nuestras responsabilidades y capacidades efectivas.
La ausencia de una solidaridad efectiva entre los Estados miembros perjudica la eficacia de la UE en la lucha contra las nuevas amenazas y riesgos. Las tendencias de re-nacionalización y la persistencia de viejas inercias impiden una cooperación eficaz, aun cuando todos reconocen la gravedad de la amenaza a nuestra seguridad colectiva e incluso cuando reconocen que a esta amenaza sólo se le puede hacer frente en conjunto.
No obstante la participación creciente de la Unión y de un número importante de sus Estados miembros en la respuesta a los conflictos de Oriente Próximo, la ausencia de una estrategia común para la región perjudica los esfuerzos de intervención de la UE. La tardanza en la respuesta a los conflictos africanos, como el de Darfur, pone en duda los principios humanitarios y de solidaridad en nuestras relaciones con África.
Pero, a pesar de las limitaciones y dificultades, hay señales de cambio.
La pasividad europea ante las guerras balcánicas obligó a una toma de conciencia sobre la incapacidad de intervenir dentro de nuestras propias fronteras. La cumbre de Saint-Malo abrió el camino para la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), establecida en el Tratado de Niza, en 2000. Paralelamente, los esfuerzos de articulación entre la UE y la Alianza Atlántica hicieron posible la realización de las primeras misiones militares de la Unión en Bosnia-Herzegovina. Más tarde, en la República Democrática del Congo, la UE intentó una intervención con sus propios medios.
En 2003 la UE aprobó la Estrategia Europea de Seguridad que identifica las amenazas a nuestra seguridad común. Ahí se define por vez primera una visión europea y una doctrina estratégica común, que hoy habrá que actualizar.
Pero la Europa de la defensa pasa también por el desarrollo de capacidades militares. Para ello es necesario profundizar en la capacidad de respuesta rápida ante situaciones de crisis con la constitución de Battle Groups en sus tres dimensiones: terrestre, naval y aérea; un refuerzo de la capacidad de planificación y conducción de operaciones; y la creación de una base industrial europea en la cual la Agencia Europea de Defensa tiene un papel fundamental. Siempre en base a una complementariedad con la Alianza Atlántica.
En siete años, la PESD se ha afirmado como una de las áreas más dinámicas de la UE.
El capítulo sobre la defensa fue el primero en concluirse, en las negociaciones sobre el Tratado Constitucional de la UE, y el mandato del último Consejo Europeo mantiene intactos los avances decisivos en esta materia, que deberán incluirse en el Tratado Reformado.
Pero nos falta asumir la defensa europea como un propósito prioritario. Y esa decisión es urgente por tres razones: primero, para consolidar la comunidad de seguridad euro-atlántica; en segundo lugar, para reforzar la cohesión y capacidad de defensa autónoma de la UE; y en tercer lugar, para responder a las amenazas externas y contribuir a la estabilidad regional e internacional, en concreto, en Oriente Próximo y África.
Portugal hace parte de la construcción de la defensa europea. Estuvo presente desde el comienzo en la Política Europea de Seguridad Común, participó en todas las misiones militares de la UE y contribuyó a dotar las capacidades militares.
Durante este segundo semestre de 2007, el empeño portugués será puesto a prueba con la presidencia del Consejo de la UE. Queremos reforzar la capacidad de intervención europea en las crisis internacionales. Queremos reforzar la asociación entre la Alianza Atlántica y la UE. Queremos reforzar las relaciones estratégicas entre la Unión y las Naciones Unidas, incluyendo la reconstrucción de Estados devastados por conflictos. Queremos ampliar los marcos de cooperación estratégica y militar entre la UE y la Unión Africana para asegurar el fortalecimiento de las capacidades africanas de prevención, resolución y gestión de conflictos, incluyendo la reforma del sector de seguridad, tan importante para la consolidación del Estado democrático. Queremos reforzar el diálogo en materia de seguridad y defensa con los países del Mediterráneo, esencial para el desarrollo de la cooperación, algo indispensable ante los riesgos y amenazas comunes a la seguridad regional.
Creemos que la defensa es, hoy, un catalizador de la construcción europea. El futuro de Europa exige que la UE asuma el convertirse en una verdadera comunidad de defensa. Solamente así será un verdadero actor internacional.
Nuno Severiano Teixeira, ministro de Defensa de Portugal.