Porteadoras, otra cara del machismo

Ahora, que bajo el paraguas de un pacto de Estado se empieza a reconocer que el género es lo que hace a las mujeres víctimas de diferentes formas de violencia, es el momento de hablar de ellas, de las porteadoras. Estas mujeres cruzan nuestra frontera sur cargando sobre sus espaldas mercancías que les son ajenas. Bultos que llegan a alcanzar los 90 kilos de un peso que ni una mula sería capaz de soportar. Cargan fardos llenos de productos básicos que vienen de España y van a Marruecos. Viajes por los que las porteadoras reciben una cantidad irrisoria de entre 4 y 10 euros (por bulto) y que, por el tipo de esfuerzos que tienen que realizar, no superarán los cuatro viajes.

No solo envejecen y pierden la salud con cada porte, también sufren agresiones y arbitrariedades de todo tipo: acoso y abuso sexual, vejaciones e insultos, maltratos físicos y psicológicos, confiscaciones de la carga, exigencia del pago de sobornos, rechazo a sellar el pasaporte e incluso avalanchas que han llegado a costarles la vida a porteadoras, tal y como viene denunciando APDHA.

Esta misma semana, el lunes, nos informaban de las últimas dos porteadoras que morían pisoteadas: ya son siete en menos de un año. Las muertes de estas mujeres se pueden evitar porque evitarse pueden las avalanchas y los tumultos que tienen lugar en las idas y venidas a los pasos fronterizos del Tarajal (en Ceuta) o del Barrio Chino (en Melilla).
Pero nadie investiga suficientemente porque hacerlo sería reconocer no solo que está ocurriendo algo que, posiblemente, no debería ocurrir sino que está ocurriendo por la situación de la mujer en el país vecino. Así que, al final cuando las autoridades de ambos países hablan públicamente de estas muertes les restan importancia mientras los medios caen en los clichés racistas que culpabiliza a las mujeres. Se deshumaniza la situación, no nos vayamos a interesar por saber lo que hay detrás.

No es 'equipaje de mano' lo que llevan las porteadoras sobre sus espaldas encorvadas. Es la mercancía de un negocio alegal que carece de regulación y que a ellas apenas les da para sobrevivir. Lo llaman comercio atípico pero este es uno de esos eufemismos que busca dotar de legitimidad social a una actividad que humilla a quien la tiene que realizar, por lo general mujeres. Ocurre a la vista de todos, en días y horas fijas, y se asemejaría demasiado al contrabando si no se realizase en presencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado español y de la policía marroquí.

La opacidad y el silencio son dos elementos claves para que se realice esta actividad que mueve mucho dinero. Según una información también reflejada por APDHA «en el 2014, este comercio reportó 1.400 millones de euros anuales, un tercio de la economía de las dos ciudades autónomas españolas». Sin embargo, la importancia de esta atípica modalidad comercial no se traduce en oportunidades para las mujeres porteadoras, todo lo contrario, parece que la codicia estimula que se desarrolle en condiciones crueles, degradantes e inhumanas.

Y para que esa estructura de explotación laboral dé el máximo beneficio, las mujeres pobres de Marruecos son las víctimas perfectas. Valen más las mercancías que portan que el que se vele por su seguridad e integridad. De hecho, es muy importante que todo aparente normalidad aunque eso justifique la presión y el trato denigrante que reciben las mujeres, no solo por parte de los comerciantes sino también por las propias fuerzas de seguridad.

Gritos, insultos, empujones y amenazas, lo que haga falta con tal de evitar que las porteadoras estorben, obstruyan el tráfico y entorpezcan el paso fronterizo. Todo el traslado de mercancías se debe hacer con la mayor celeridad. Es en estas circunstancias en las que se producen los tropiezos y las avalanchas que provocan estas muertes.

Y si no nos extraña la pasividad de quienes nos gobiernan es porque este tipo de tragedias las vemos como ajenas. Pero no, estas mujeres son de las nuestras. Son víctimas de las violencias de género de un sistema patriarcal sin nacionalidad. De un sistema dirigido por hombres que abusa de ellas desde y en nuestro país, que se aprovecha de la situación de extrema necesidad en la que viven por el hecho de ser mujer. Da igual que sean marroquís. Son de las nuestras y tenemos en marcha un pacto de Estado que las debe incluir.

Violeta Assiego, periodista.

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