Portugal: una agenda social contra la polarización

Ensombrecido mediáticamente por la resaca transatlántica del final de Donald Trump, el asalto al Capitolio y la toma de posesión de la nueva administración de Joe Biden, el curso político en Portugal vive su propia aceleración. Por un lado, el país tiene el reto de relevar en la presidencia de turno de la Unión Europea a Alemania, después del brillante ejercicio negociador de la canciller culminando los acuerdos del Brexit y el Next Generation EU. Por otro lado, se han celebrado elecciones presidenciales en plena aceleración pandémica para reelegir a Marcelo Rebelo de Sousa, presidente desde 2016 y candidato oficial del partido de centroderecha Partido Social Democrata (PSD), que no necesitó ni una segunda ronda para proclamarse vencedor de nuevo. Sin embargo, lo que revelan estas elecciones es que la polarización también va al alza en Portugal; y, para rebajarla, el éxito de la presidencia de turno de la UE, que ha unido su suerte a la ambición de una agenda social, puede ser una baza importante.

Aunque la participación ha sido baja, más de un 10% de los votantes portugueses han votado por el partido de derecha radical Chega. La leyenda de la excepción ibérica que rezaba que en la península no existía una extrema derecha llegó a su fin en las elecciones andaluzas de 2018 con la emergencia de Vox. Casi un año después, en octubre de 2019, Chega -un partido de nueva creación- llegaba a la Asamblea Nacional portuguesa con el 1,29% de los votos y un escaño, el del diputado André Ventura, poniendo fin también a la excepcionalidad portuguesa. Ventura fue también cabeza de lista para las elecciones europeas por la coalición de derechas Basta y se ha presentado como presidenciable. Es cierto que si hay unas elecciones de segundo orden en Portugal, éstas son las presidenciales, pero el aumento del apoyo popular a Chega en apenas año y medio rebela que la sociedad portuguesa, como la española, como la europea, y como la norteamericana, empieza a estar polarizada.

En verano de 2020, el actor negro Bruno Candé fue asesinado en la calle a plena luz del día, en la afueras de Lisboa. Aunque hay discrepancias sobre lo sucedido, hay testigos que afirman que la motivación del crimen fue el odio racial. En medio de la tormenta política desatada por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos, activistas y buena parte de la sociedad y de los partidos políticos portugueses salieron a la calle para protestar contra el racismo institucional. Pero el líder de Chega se negó a reconocer que el racismo fuera la causa, y lo atribuyó a una desgracia. En la campaña electoral de las elecciones presidenciales, Ventura comparó con una muñeca a Marisa Matías, eurodiputada y candidata presidencial por el Bloco de Esquerda, por pintarse los labios de rojo. La respuesta de condena por parte de sociedad civil y de los partidos de izquierda fue inmediata, inundando las redes sociales con el hashtag #VermelhoemBelem acompañado de fotos de hombres y mujeres con los labios rojos de carmín en solidaridad con Matías. Éstas son solo dos de las polémicas que han acompañado a Ventura desde que lanzó su carrera política, pero responden al perfil de derecha radical clásico: anti-inmigración,  machismo, y el rechazo a las élites tradicionales.

Sin embargo, la irrupción de Ventura y su retórica han generado respuestas desiguales. Mientras una parte de la sociedad portuguesa se ha movilizado con eslóganes gruesos como “al fascismo se le combate” o “frente a la extrema derecha”, otros han sido mucho mas tibios. Incluso partidos como el PSD, de centroderecha, reaccionaron ridiculizando a los hombres con carmín que aparecían en las redes sociales. Una muestra más de cómo también en la sociedad portuguesa avanza la polarización. El hecho de que el PSD esté dispuesto a explorar posibles coaliciones electorales con Chega, si suaviza algunos de sus discursos, supone el blanqueamiento de la extrema derecha, otorgándole el estatus de jugador en la partida y profundizando en la división entre dos campos ideológicos diferenciados, que cada vez se reconocen mutuamente con más dificultad. La polarización ha ido aumentado hasta niveles cada vez más insostenibles. De hecho, a tres días de finalizar la campaña electoral, Ventura fue agredido en un acto electoral.

En Europa, el fenómeno de la polarización no es nuevo. Sin embargo, la pandemia y la presente (y futura) crisis económica a causa de la Covid-19, con las desigualdades que conlleva, puede alimentar, todavía más, la polarización política y social dentro de cada estado miembro, y quizás también entre socios europeos. Por eso la presidencia rotatoria portuguesa del Consejo de la UE es fundamental. Bajo su mandato, los Veintisiete tienen que desplegar los instrumentos sanitarios y económicos necesarios para hacer frente a la pandemia y a los costes de tanta desigualdad. Por un lado, y así consta entre sus prioridades, se necesita asegurar que la distribución y el proceso de vacunación es constante e igualitario, para poder acelerar la recuperación económica.

El instrumento económico a desplegar es el NextGeneration EU, negociado bajo la presidencia alemana, un paso importante en la integración europea. Si se consigue desplegar este instrumento para poder gastar a tiempo y bien los fondos será un éxito para la presidencia portuguesa porque, si permite salir de esta crisis a todos los europeos en igualdad de condiciones, los argumentos polarizadores tendrán menos razón de ser.

Además, para combatir la desigualdad en todas sus formas, la presidencia portuguesa organizará la Cumbre Social de Oporto en mayo de 2021 con la intención de desarrollar el Pilar Europeo de Derechos Sociales que se quedó a medio camino en mayo de 2017 en Gotemburgo. La presidencia portuguesa debería conseguir más que una declaración de intenciones del resto de estados miembros, dotando de contenido y, sobre todo, de compromisos la hoja de ruta para el desarrollo de derechos sociales. Estar protegido por unos Derechos Sociales Europeos es fundamental, independientemente de que haya países con más músculo financiero para protegerse mejor de la crisis económica derivada de la Covid-19. Si el resultado de todo este largo período de excepcionalidad es una brecha todavía mayor en la desigualdad entre europeos, la polarización se reforzará; en cambio, conseguir salir unidos de los costes de esta pandemia permitirá, no solo mejorar la protección de aquellos europeos en situación más frágil, sino también reforzar la narrativa europea de la solidaridad.

Héctor Sánchez Margalef, investigador, CIDOB.

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