Portugal y la primera vuelta al mundo

Desde la perspectiva netamente política, la reacción portuguesa ante la iniciativa de Carlos I de dotar de una flota a Magallanes para la toma de posesión de las Molucas, no podía ser más hostil: persecución al capitán luso a quien se acusa de traidor; intentos de sabotear por todos los medios la formación de la escuadra utilizando la red de agentes que el Rey Manuel I disponía en Sevilla y posteriormente, tras la salida de la flota desde Sanlúcar, pretender destruirla o al menos estorbarla en todo momento, especialmente en su retorno por las rutas dominadas por los portugueses en el Índico y en las costas atlánticas africanas, como atestiguó Juan Sebastián el Cano en la carta que desde la nao Victoria ya atracada en Sanlúcar, enviará a Carlos I el 6 de septiembre de 1522 en la que señalaba las penurias que habían pasado tras dejar las Molucas, «por temor al Rey de Portugal que tiene ordenado en todos sus dominios de tomar esta armada a fin de que V. M. no tenga noticia de ella». Extremo corroborado por Ginés de Mafra, único superviviente de La Trinidad, la otra nave de la flota de Magallanes que partiendo de estas islas se internó en el Pacífico navegando hacia el nordeste en búsqueda de Panamá, lugar en el que Núñez de Balboa avistó por primera vez este océano. Las enfermedades, y los vientos contrarios hicieron que la nave volviera a las Molucas donde fue apresada por los portugueses, siendo Ginés de Mafra el único superviviente, liberado años más tarde a petición del Emperador.

Es fácil entender la razón de esta hostilidad, la apertura de una vía occidental, dentro de la demarcación que el Tratado de Tordesillas reservaba a España, suponía para los portugueses no sólo la pérdida del monopolio extraordinariamente lucrativo que ejercían sobre el comercio de las especies en Europa, sino posiblemente su desplazamiento definitivo de esta actividad, pues era general el convencimiento de que las Molucas eran legalmente españolas; y además, al estar todavía extendida la noción debida a Ptolomeo de que la tierra era mucho más pequeña de lo que en realidad es, la ruta occidental se suponía mucho más directa y corta, por tanto más barata que la que estaban cubriendo los portugueses para llegar a la Especiería, que rodeaba África y el sur de Asia hasta llegar al canal de Borneo.

También se señala que el viaje de Magallanes-El Cano nunca hubiera sido realizable sin el sustrato científico y técnico que había ido acumulando Portugal desde los gloriosos tiempos de Enrique el Navegante que habían permitido a esta nación arrebatar a turcos y venecianos el control que venían ejerciendo sobre las deseadas especias, cierto es que estos conocimientos impulsaron al tándem Faleiro/Magallanes a abandonar la corte del Rey Manuel y ofrecer su plan a los atentos y generosos oídos del Rey de Castilla y Emperador Carlos V, pero como veremos no lo hicieron en el sentido correcto. Al parecer el burgalés Cristóbal de Haro, en sus tiempos de comerciante lisboeta, había promocionado una expedición portuguesa que, en contra de la legalidad de Tordesillas, había descubierto el Mar del Plata, que rápidamente se identificó como el ansiado paso hacia el mar de la China y la especiería, el auténtico leitmotiv de los viajes colombinos. Magallanes que conocía perfectamente las rutas y derroteros portugueses hasta Borneo, porque los había transitado, incluso había puesto su pie en las Molucas, antes de que fueran oficialmente descubiertas por él mismo para España (estas islas fueron propiedad de Carlos I hasta su venta a Portugal en 1529), conoció la noticia del supuesto descubrimiento del «paso» al mar del Sur a través de Faleiro o Falero en versión castellana, la dio por cierta sin quizá identificarla con el descubrimiento oficial del Mar del Plata realizado por Álvarez Solís para Castilla en 1516. Es decir, años antes de la partida de la flota de Magallanes desde Sanlúcar, los castellanos ya conocían el Mar del Plata y también la existencia de las Molucas, parajes ambos que se consideraban sin discusión dentro de la jurisdicción española otorgada por Tordesillas, pero es claro que estos conocimientos españoles fueron ignorados por Magallanes que creyó ser el descubridor del Mar del Plata, por lo que redundó sin saberlo en su toma para Carlos I de Castilla a principios de 1520, tal como Pigafetta afirma en su crónica y corrobora Ginés de Mafra.

Por tanto el sustrato geográfico supuestamente aportado por Portugal a la Primera Vuelta al Mundo, utilizado como uno de los grandes argumentos para poner en pie de igualdad a los dos países ibéricos en la celebración de su V Centenario, no parece consistente, en tanto el viaje de Magallanes fue un viaje de «descubrimiento y conquista», es decir, se realizó por derroteros inexplorados hasta entonces por lo que carecía de cualquier precedente achacable al acerbo portugués, como no fuera el conocimiento, obsoleto para los españoles, del paso al mar del Sur, que al parecer luso se situaba, como ya sabemos, en el Mar del Plata.

Otra cosa fue la aportación humana de nuestro vecino a la flota de la primera circunnavegación, unas treinta personas en diversos cargos y por encima de todos ellos Magallanes, cuya experiencia, resolución, capacidad de mando y otras grandes virtudes que demostró en los muchos momentos críticos que tuvo que arrostrar hasta su muerte en Filipinas, fueron esenciales para el éxito de esta asombrosa empresa que lamentablemente no pudo culminar, pero que tuvo el honor de comandar y acometer, no lo olvidemos, en su condición de natural castellano y por tanto proscrito para su Portugal originario.

Como balance final de la aportación portuguesa a la empresa de Magallanes/El Cano resulta notorio que esta se realizó a pesar de Portugal, aunque en alguna enciclopedia brasileña he leído con estupor que entre los logros que obtuvo Manuel I en su reinado se encuentra esta primera vuelta al mundo.

A la vista de todo esto y del desmesurado protagonismo que se está otorgando a Portugal en la celebración del V Centenario, que sorprende a sus propios naturales, creo que es hora que los españoles asumamos nuestro papel histórico reivindicando el protagonismo de España en esta empresa, ya que más que un derecho es una obligación que nos debemos a nosotros mismos especialmente en estos tiempos en los que nuestra identidad se está constantemente poniendo en duda.

Leoncio-Alonso González de Gregorio Álvarez de Toledo es profesor de historia de la UCLM y duque de Medina Sidonia

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